LA CLEMENZA DE TITO
Vuelve La Clemenza de Tito al Teatro Real. Fue Gerard Mortier quien le propuso a Karl-Ernst Herrmann la creación de la escenografía y que eligiese director de escena. Tras darle muchas vueltas, se decidió él mismo crear la puesta en escena junto a su mujer Ursel. Era un montaje para el Teatro de la Monnaie de Bruselas. Corría el año 1982. Desde entonces los esposos Ursel & Karl-Ernst Herrmann emprendieron una carrera como directores de escena y esta versión de La Clemenza de Tito se consideró una obra maestra, llegando al calificativo de «mítica». Gerard Mortier la trajo al Real en el año 2012 (CLIKEAR). La reposición del mismo montaje adquiere el matiz de querer ser un homenaje al propio Gerard Mortier, fallecido en 2014. Los años no pasan en balde y algo de ello se nota. Es decir, lo que fue una novedad, imagino, en su momento, hoy ya no causa esa sorpresa. Es un estilo visual operístico que otros lo han seguido. No obstante, se ve con agrado y lo más destacable es la limpieza de líneas escénicas en el espectáculo, en el cual las figuras y sus emociones resaltan de modo especial. De esta última obra de Mozart se ha escrito mucho y ha planteado la interrogante de cómo hubiera seguido la evolución musical del compositor si hubiera vivido, y si hubiera cultivado más lo que en un principio criticó acerca de la ópera seria de sus antecesores, en la línea de la llamada ópera cortesana «metastasiana» (Pietro Metatastasio, autor de los libretos) de estructura muy codificada: arias, recitativos, arias da capo, también llamada ópera seria. Un tipo de composición y de concepción escénica ajena al restos de las óperas mozartianas. A esta obra se le denominó Ópera de Coronación ya que el encargo a Mozart fue en honor de Leopoldo II, rey de Bohemia. Dejando aparte las razones de por qué dio el Sí – dinero o nueva línea musical, o ambas cosas -, la realidad es que compuso un música maravillosa y de gran inspiración, así como rompe el esquema pétrero e hierático de aquel estilo de ópera. La estructura de esta ópera sigue la bina: arias y recitativos, pero rompe, en parte, el esquema de la ópera seria al dejarla en dos Actos en vez de tres, y al incluir dúos, tercetos y dos finales. Las arias son más cortas y sólo dos de ellas siguen el código de la ópera seria: son más largas. Hay muchos recitativos con carga emocional que se prolonga en las arias, propio de Mozart. En todo este maridaje de ópera seria y ópera mozartiana, los estudiosos han visto la influencia de Gluck. Simplificando un tanto la estructura dramática se puede decir que ésta se desarrolla entre arias da capo y recitativos. En estos últimos es donde se condensa la acción dramática, mientras que en las arias se refugia la emoción contenida o explosiva. En esta versión tal partición se ha puesto más en evidencia y funciona bien. Los recitativos están llenos de movimiento escénico y de acción dramática como si de una obra de teatro de prosa se tratara. En las arias, más reposadas, pero no ausentes de movimiento, la emoción y la interioridad de los sentimientos aflora. A lo largo de toda la representación se ha pretendido que la acción externa a los personajes y su acción interna fluyeran dramáticamente, sin concesiones vacuas como era propio de la época. De ahí que las arias da capo renuncien a su esencia de repetir vocalmente el inicio, en la que, en la época, los cantantes y los espectadores se gozaban con florituras «belcantistas» a tenor del cantante divo. En esta ocasión, a lo más, la orquesta retoma esa repetición, pero no el cantante. El espacio escénico ha pretendido ser una caja de luz con aberturas ovaladas en las alturas y elevadas puertas en el fondo y laterales, que, al abrirse, muestran perspectivas romanas parciales, que nos evocan la época más que pretender ser un lugar concreto. Este espacio y los vestuarios, inspirados en la Alta Costura para los personajes nobles, proporcionan un acertado toque de contemporaneidad y atemporalidad al mismo tiempo. Al fin y al cabo la temática central de la obra sigue vigente: la traición del amigo por amor, y el perdón por parte de su víctima (Tito). Tal concepción funciona a nivel temático y a nivel expresivo, puesto que en este austero espacio, casi abstracto, resaltan los personajes y sus emociones. Contrariamente a lo que puede parecer, no es Tito ni su posible esposa Vitellia los protagonistas, sino Sesto, el amigo-traidor. Copa gran parte de la acción dramática y sus arias son impactantes, aparte de mayor longitud. De todos modos, cada uno de los personajes centrales tiene su aria de lucimiento. El reparto al que asistí el día 26 de noviembre estaba formado por Jeremy Oveden (Tito, tenor), Karina Gauvin (Vitellia, soprano), Mónica Bacelli (Sesto, mezzosoprano), Sylvia Swartz (Servilia, soprano) Sophie Harmsen (Annio, mezzosoprano), Guido Loncosolo (Publio, barítono). Un plantel de calidad, el cual cada uno en sus intervenciones tuvo su momento de gloria. Jeremy Oveden es un tenor de limpia y clara dicción, así como de una voz lírica que sabe manejar bien. Karina Gauvin nos dio una discreta Vitellia, que quedó en un segundo plano. No obstante, es una soprano de tesitura amplia que consigue bien y sin esfuerzo la transición del agudo al bajo. De entre los protagonistas, posiblemente, es la que ha quedado más pálida tanto en su parte canora como interpretativa. Quien realmente brilló con creces fue la mezzosoprano italiana Monica Bacelli, tanto a nivel canoro como interpretativo. Es una voz que supo encontrar el tinte dramático y de culpa en sus respectivas arias. El público arrancó el fervoroso aplauso tras su interpretación que refrendó en los aplausos finales. Aunque de menor intervención sobresalió de modo especial la mezzosoprano Sophie Harmsen en su personaje de Annio, y Sylvia Swartz en su pequeña aria, como Servilia, dio brillo a un personaje que queda escondido durante el resto de la representación. No entiendo el porqué de tan poco favorecedor vestuario, cercano a la colegiala puber, para Servilia, así como tampoco el desangelado vestuario del coro. En sus pequeñas intervenciones fue eficaz el barítono Guido Loconsolo como Publio. Christophe Rousset dirige con tiento y entusiasmo la orquesta, de la que arranca momentos de una bella sonoridad. Las breves intervenciones del coro siguen manteniendo el buen nivel que ha alcanzado en otras representaciones.
Título:La clemenza di Tito (Ópera seria en dos actos)
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