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DELICADAS RECONCILIACIÓN CON LA VIDA Y EL TEATRO |
Espectáculo entrañable por su poder evocador |
DELICADAS RECONCILIACIÓN CON LA VIDA Y EL TEATRO
Alfredo Sanzol no es neófito en eso de escribir y dirigir – consultar www.madridteatro.net, Delicadas T. de Teatre. Sanzol -, como también es un habitual en pisar los Teatros Públicos. Al Teatro Español llega su texto Delicadas, bien arropado, en principio, por el buen hacer de aquellas mujeres que nos impactaron con Hombres en 1998. A este equipo femenino se le ha unido, para esta ocasión, dos hombres, que junto a las cuatro mujeres se dedican a “pintar”, como en el Medievo, un nostálgico y dramático fresco de una época, suavizado por el fino humor. El que me sugiera un fresco se debe a que la obra está construida a base de escenas sueltas, situadas en un período de tiempo, y en España. También podría ser la contemplación de un álbum de fotos. La foto, lo mismo que la escena del fresco retrata, la primera, y pinta, la segunda, una situación que resume una anécdota o una pequeña historia. Cuando las pinturas se distribuyen sobre la pared o las fotos se van ordenando en el álbum, aquel o éste les da la unidad y, casi sin darnos cuenta, adivinamos o imaginamos la historia de una época o de una familia. No hace falta que nadie nos cuente la realidad o nos proporcionen más datos. Son ellas las que comienzan a evocar muchas más historias de las que pueden estar congeladas en un celuloide o en una pared. Y la gran virtud es que en cada espectador despierta mundos diversos, más allá de lo que estamos viendo y oyendo. Esta es la virtud de la obra del Sanzol. Por edad, Sanzol no puede haber vivido la época que nos cuenta. Según declaraciones son las anécdotas o pinceladas sueltas que su abuela le ha narrado aquí y allá. Tales anécdotas han debido ser muy lúcidas, es decir poéticas y evocadoras, en el momento de la narración, porque Sanzol ha sabido construirnos un espectáculo con gran poder de vocación y por lo tanto de poesía, impregnada de humor. En esta misma línea evocadora y poética se diseña la escenografía, que cumple no solamente esa función, sino que sirve muy bien al ritmo y transición de las escenas. Y en esa transición la dirección de Alfredo Sanzol ha sabido encontrar la fluidez sin que, siendo escenas sueltas, se comporten como tal. La única transición es la propia mirada de quien pasa la página o pasea su mirada de una escena a otra, en el mural. Y por otro lado, ¿qué es la vida de cada uno y de cada colectividad sino flashes sueltos integrados en la persona o en la colectividad? Esto es lo que ha sabido darnos Alfredo, no sé si consciente o inconscientemente. En esa poesía, ingenuidad y humor tienen una gran parte de responsabilidad ellas y ellos. Obra que tiene mucho de coralidad, puesto que no hay un protagonista, todos mantienen una interpretación de calidad y aquí se impone el trillado cometario: “es injusto destacar a uno más que a otro”. Espectáculo entrañable, el gran secreto está en el texto por su poder evocador, sobre todo para los que hemos vivido parte de esas épocas, y en un montaje que consigue aunar lo que en fondo son fragmentos sueltos. Delicadas es de esas veladas que reconcilia al ser humano con la vida y con el teatro.
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