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VERANEANTES LAS LARGAS VACACIONES DE LA ÉLITE DIVINA |
Gorki adaptado a la actualidad de nuestro país |
VERANEANTES LAS LARGAS VACACIONES DE LA ÉLITE DIVINA
Supongamos que en los anuncios del espectáculo y en el programa de mano de Veraneantes no aparece el nombre de Máximo Gorki. Supongamos también que hemos olvidado que el escritor ruso es autor de una obra de teatro con el mismo título estrenada hace más de cien años. Si se dan esas circunstancias, creeremos estar viendo una estupenda comedia firmada por un dramaturgo español actual. Es difícil atribuir su autoría a alguien que no conozca a fondo la España actual. En efecto, a lo que asistimos es a una visión divertida y ácida de esa minoría que se ha alzado con el liderazgo de la sociedad actual y lo ejerce a su manera. El escenario elegido es un chalet playero y, el momento, el de las vacaciones estivales, cuando se supone que aparcamos los problemas cotidianos y nos sumimos en el dolce far niente y en la diversión. Un político trepa en carrera ascendente y su esposa son los anfitriones de un variopinto grupo de parientes y amigos. Entre ellos un empresario de la construcción, un escritor que disfruta del reconocimiento de sus lectores, un músico puro y trastornado, una esposa infiel, una mujer quejica que se ha convertido por propia decisión en criada de todos, algún inconformista a tiempo parcial, algún “vivalavirgen”… Presenciamos episodios que describen crisis sentimentales, conflictos de pareja, maniobras en busca del dinero fácil y toda suerte de artimañas de pescadores en río revueltos. Los personajes no son un espejo de moralidad y, en ese escenario, menos. Sucede que el ocio prolongado conduce al tedio, y el tedio a hurgar en nuestro interior y resucitar viejos fantasmas o a soñar inconfesables y nada inocentes locuras. Esos individuos que creen llevar las riendas del mundo, se muestran como lo que en realidad son: ambiciosos e inmorales, pero, sobre todo, inútiles, rémoras y no motores. Aunque traten de disimularlo, son náufragos. Solo uno de ellos, la esposa del político, encontrará la tabla de salvación que la libre del desastre. Harta de de ser el florero de su marido y el objeto de deseo de los amigos, incapaz de encontrar su sitio en aquella cárcel solo en apariencia dorada, emulará a la Nora de Ibsen, dando un portazo que dejará mudos a todos. Sin embargo, lo que presenciamos es una versión de la obra de Gorki adaptada a las circunstancias actuales de nuestro país, en la que los personajes han mudado sus nombres originales por los de sus protagonistas. El responsable de ese viaje en el tiempo y en el espacio es Miguel del Arco. Sorprende la habilidad con la que se ha servido de una obra que describe la sociedad rusa en los albores de la Revolución para, con escasos cambios en el texto, dar la voz de alarma sobre el peligro que entrañan nuestros mediocres revolucionarios de salón, esos que prometen cambiar el mundo y es posible que lo consigan, aunque no en el sentido deseable. Es curioso que siendo esta propuesta una comedia, resulte más amarga que el original en el que se inspira, pues si en aquél hay personajes que mantienen una actitud positiva ante el futuro, en ésta, todos, instalados en la desidia, la corrupción o el despropósito, nos conducen a un desastre que, más que anunciado, es ya presente. En un escenario rectangular que ocupa el centro de la sala, los personajes acceden a él por sus cuatro vértices y lo hacen a un ritmo vertiginoso, sobre todo en la primera parte, cuando van tomando posiciones de cara a la partida que han de jugar poco después. Asistimos a un verdadero carrusel de entradas y salidas que produce cierta impresión de caos, aunque pronto advertimos que el elemento humano se mueve con la admirable precisión de la maquinaria de un reloj. No se estorban entre ellos, ni les estorba la limpia y versátil escenografía diseñada por Eduardo Moreno, que recrea a base de lonas y cubiertas de tela la pluralidad de espacios abiertos en que trascurre Siendo un espectáculo coral con notable presencia de monólogos y diálogos a dos y tres bandas no basta con destacar la labor de conjunto, que roza
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