La importancia de llamarse Ernesto es una obra como el Guadiana: aparece y desaparece periódicamente. Se estrenó en el Teatro St. James’s (Londres) el 14 de febrero de 1895 y fue la última obra que Oscar Wilde escribió. A España llegó el 3 de octubre en el Teatro de la Princesa de Madrid. Volvió en 1924 al Teatro Centro de Madrid por la Compañía de Enrique López Alarcón. Ya en 1953 Cayetano Luca de Tena la dirige en el Teatro Alcázar de Madrid. En 1995 Luis Antonio de Villena la versionaba de nuevo y en el 2007 vuelve a subir al escenario bajo la dirección de Gabriel Olivares.
Televisión española también se ha ocupado de ella en varias ocasiones.
Vuelve de nuevo al Teatro Fernán Gómez, bajo la dirección de Alfredo Sanzol (Pamplona 1972). Tras estudiar Derecho, a los 23 años decidió dedicarse a la dirección teatral. En 1999 fue nominado a los Premio Max como mejor espectáculo revelación por Como los griegos. A partir de ahí se dedicó a escribir teatro y a dirigir, primero como Ayudante de dirección e Gerardo Vera, siendo éste director artístico del CDN (Centro Dramático Nacional), y después como director en el CDN, Sala Princesa del Teatro María Guerrero, Teatro de La Abadía, Teatre Lliure. Ha ganado el Max como mejor autor con Delicadasy Días estupendos y el premio Ceres del Festival de Mérida como mejor autor con En la Luna.
Ante este nuevo montaje Alfredo Sanzol declara:
· Dice Paco Nieva de La importancia de llamarse Ernestoque “es la comedia menos realista que cabe darse. Es como si se desarrollase en un sueño. (…) Es un perfecto sueño de teatro. Vamos de lo pequeño a lo monumental, de la anécdota a la categoría. En el teatro todo lo que es mentira es verdad. En el teatro hay que fiarse de las apariencias, porque las apariencias en el teatro lo son todo (…)”. Y dentro de estas apariencias se enmarca la historia del maletín que fundamenta el resto del argumento: En su día la Señora Prism tuvo un ligero despiste, y confundió al bebé que
tenía a su cargo con el manuscrito de una novela que se encontraba escribiendo. Así que olvidó al bebé dentro de una maleta negra en la consigna de la estación Victoria, mientras en el carrito se llevaba cubiertas con una mantita las páginas de su libro. Esta es la atmósfera divertida y catastrófica de La importancia de llamarse Ernesto en la que Oscar Wilde retuerce las normas y la moral hasta convertirlas en parodia de sí mismas. La importancia de llamarse Ernesto es una comedia despiadada y excéntrica, perfecta, bella y onírica como la vida de una rosa en las extrañas paredes de un jardín vertical.
Esta obra siempre la hemos conocido como La importancia de llamarse Ernesto, si más reflexiones. No obstante el título ha supuesto una serie de indagaciones de lo que en realidad significa, una vez que no se ve el por qué el nombre de Ernesto puede ser importante. El título ingles es The importance of being Earnest, que debe traducirse, literalmente, como La importancia de ser formal, pero su título suena igual en inglés que si se escribiera The importance of being Ernest y Wilde, obviamente, juega con esta igualdad fónica. En la versión en catalán, el título es La importancia de ser Frank. En catalán «franc» (ambigua como la palabra «franco» en español) significa "honesto" y bien pudo llamársele en lengua castellana La importancia de llamarse Honesto pues es éste un nombre derivado del latín que está emparentado con el de Honorato y cuya traducción sería "noble". De todos modos, la traducción del título al castellano no encuentra el equívoco del inglés o del catalán.
· La importancia de llamarse Ernesto es una divertida comedia de enredo que ahonda en la necesidad – en la sociedad victoriana de entonces pero también en la sociedad actual – de mantener una doble vida: es necesario llamarnos Jack y ser formales y correctos conforme a lo que se espera de nosotros, pero también, en ocasiones, es necesario llamarse Ernesto para poder sobrevivir. Siendo Ernesto una segunda vida actúa como válvula de escape y en ella que surge nuestro lado oscuro, el deseo, la transgresión – declaran los creadores de esta versión.
La escenografía recurre a un muro en el que abundan las plantas, sobre todo la hiedra, como si ocultaran algo. En él se desarrollan el resto de los escenarios originales. Tomás Muñoz (Pamplona, vive en Madrid) es el responsable junto con la iluminación. Su primera formación artística la recibe de su padre, pintor y coleccionista. Posteriormente se doctora en Bellas Artes, y se licencia en Geografía e Historia. Estudia dirección y puesta en escena de ópera con Simón Suárez y escenografía con Carlos Citrinovsky. Realiza ayudantías de escenografía en el Teatro de la Zarzuela de Madrid y en el Covent Garden de Londres. Obtiene una mención de honor en el Primer premio nacional de Escenografía Ciudad de Oviedo (1991).A partir de entonces participa como escenógrafo e iluminador en teatro, danza, ópera y zarzuela y dirige una serie de óperas en los principales teatros de España, incluido el Teatro Real.
De Alejandro Andújar procede el vestuario. Tiene en su haber una larga carrera de títulos en los principales teatros de España. Ya había colaborado con Alfredo Sanzol en Risas y destrucción. Sú último trabajo ha sido La vida es sueño de Calderón en la Compañía Nacional de Teatro Clásico, dirigido por Helena Pimenta. La producción pertenece a la Fundación Gayarre y todos los actores son navarros: José María Asín, Iratxe García Uriz, Txori García Uriz, Marta Juániz, Patxi Larrea, Pablo Del Mundillo, Aurora Moneo y Leire Ruiz.
|