Ignacio Selva, un diletante, agobiado y sin interés por la vida, para combatir el tedio y vivir fuertes emociones sigue los consejos del Doctor Luz y decide convertirse en un Sherlock Holmes a la madrileña. Se presenta la ocasión en una función teatral: un incidente sin causa aparente, olor a gardenias, un cadáver y una misteriosa gota de sangre….¡y una mujer, Chula!, «la femme fatale«, que evoca un sinfín de sensaciones y unas intensas ganas de vivir. LA GOTA DE SANGRE TIENE QUE SER
La autora de esta excitante y novelesca historia escrita en 1911 es Emilia Pardo Bazán. En 1920, un año antes de la muerte de Emilia (1921), Agatha Christie publicaba su primera novela policíaca. La gota de sangre es la primera novela policíaca española escrita por una mujer, según los especialistas. La gota de sangre la descubre Juan Carlos Pérez de la Fuente, quien posteriormente dirige la obra. El mismo espíritu que me guió el Año Galdós, al ser director artístico del Año Galdós, y llevar a la escena Torquemada, algo que sorprendió en la Comunidad de Madrid, con ese mismo espíritu me adentré en las casi cincuenta y tantas novelas largas, cortas, cuentos, y recuerdo que estamos ante la mejor cuentista europea, libor de viajes…Me dije: «Ve con la cabeza absolutamente libre porque podemos convertir en dramaturgia hasta un libro de viajes». La gran sorpresa es que me encontré con La gota de sangre, y me dije «este tiene que ser la contribución que tenemos que hacer al año de Galdós«. Me reuní con Ignacio García May, y le dije «si Torquemada lo hice con un actor, aquí es un hombre y una mujer». La mujer tiene que llevar todo el peso de los personajes masculinos y femeninos y el actor ser sólo Ignacio Selva. IGNACIO GARCÍA MAY, versionador Quien versiona este relato corto de Emilia Pardo Bazán es Ignacio García May, el cual precisa que la Pardo Bazán, al no gustarle el Holmes de Conan Doyle, crea un innovador detective con técnicas que «se concretarán y popularizarán en esa variación de lo policiaco que es lo Noir». Para entender esa variación, Ignacio García May aclara que en los relatos policíacos al uso
se plantea como un problema, o casi como un juego, que debe resolverse a base de deducciones sucesivas, y donde la identidad del criminal permanece escondida hasta el final del relato; la novela negra, en cambio, se preocupa poco de esconder la identidad del culpable y mucho de explorar la atmósfera emocional del relato, su contexto social y el perfil psicológico de los personajes. Lo impresionante de La gota de sangre es que predice todas estas claves décadas antes de que se pusieran de moda. IGNACIO SELVA, UN DETECTIVE ENTRE Ignacio Selva, el detective que crea Emilia, es un señorito apático que busca sensaciones y el encontronazo con el crimen es una inyección de adrenalina y se pone manos a la obra. Su investigación transcurre más por los caminos del instinto que por los de la lógica deductiva. El relato entero tiene algo de pesadilla, como presagiando los cuentos, muy posteriores, de William Irish o las películas que Fritz Lang hizo en EEUU: calles vacías y oscuras, sueños premonitorios, un héroe inocente sospechoso de un crimen que no ha cometido y obligado a investigarlo por sí mismo. Este tratamiento de «cine negro» y de cierto tremendismo viene barnizado por el humor (que) permea toda la aventura, como si la autora quisiera recordarnos que nada de cuanto sucede debe tomarse demasiado en serio: estamos cerca de Chesterton, pero también de Jardiel. CHULITA, ABANDONO DE LAS DAMISELAS
Frente a Ignacio Selva está una mujer: Chulita Ferna, la protagonista femenina, cuyo nombre es el mismo del personaje de María Félix. Es una auténtica femme-fatale. Y si bien esto hoy puede atraer las iras de los inquisidores de la “cultura de la cancelación”, lo cierto es que el rasgo es muy audaz por parte de doña Emilia: en aquella época los personajes femeninos de estos relatos tendían a ser más bien pasivos, damiselas en peligro a las que rescatar. Dicho lo cual, se pregunta uno si la Pardo Bazán conocía el relato en el que Holmes se enfrenta a Irene Adler, que también puede incluirse como pionera en el canon de las mujeres fatales. La elección de La gota de sangre, pareció adecuado para celebrar este Centenario por su atractivo: Se encuentran aquí todas las virtudes de esta grandísima autora: su originalidad y su inteligencia; su admirable modernidad literaria e ideológica; el gusto por lo sensual y la capacidad de análisis minucioso de la realidad, al mismo tiempo compasivo y crítico. Es muy conocida aquella observación de Stanislavski según la cual no hay personajes pequeños cuando el actor es grande. Lo mismo puede decirse de los buenos escritores. Estamos ante una joya que parece pequeña pero es, en realidad, enorme, y esperamos estar a su altura con nuestra versión teatral JUAN CARLOS PÉREZ de la FUENTE A Juan Carlos Pérez de la Fuente lo que le llamó la atención de La gota de sangre, es el diálogo que establece conSherlock Homes, un personaje que en aquellos tiempos hace furor. Me dije: «Sabe lo que está diciendo», porque con 100 años que nos separan desde que la publica en 1911, todo lo que ella discutía con Arthur Conan Doyle, creador de Sherlock Homes, tenía razón. Decía: «Me parece un personaje demasiado perfecto, todo lo sabe. Es un héroe. Sabe más que la policía, No tiene fisuras. Me gustaría hacer alguien que fuese más amateur, más imperfecto, con más carencias y que en ese ir aprendiendo sea cuando surge el detective«. Ahí está el Padre Brown y mujeres y hombres que durante la historia detectivesca europea y americana, no eran profesionales. Aquí todo se desarrolla en el diván del psiquiatra, su doctor Luz ya da una pista, y eso ya me parece una «modernez». El doctor le propone algo muy concreto : «Explore almas, no hay vida humana sin misterio. ¿Qué dice usted?» De alguna manera le quita la venda para que mire de otra manera al mundo, porque él hace todos los días lo mismo. DOÑA EMILIA COMO GALDÓS VIVIÓ Algo que valora Juan Carlos es el espacio donde sucede esta «peripecia teatral maravillosa» en un desaparecido teatro: el Teatro Apolo, el de la Cuarta de Apolo. Aquella noche se marcha después de haber ido al psiquiatra y a él, que es una persona muy educada, le insulta alguien. Se va tocado y se marcha hacia los primeros hotelitos que están construyéndose en el Barrio de Salamanca. En un descampado se encuentra un cadáver. A partir de ahí cambia su vida y se transforma en una maravillosa locura que tiene perfumes de Agatha Crhistie, Hichcok, pero también de Jardiel. El humor y Emilia Pardo Bazán. Siempre creemos que Emilia es una mujer muy sesuda, que todo lo aprendió de los libros. ¡No! al igual que Galdós vivió la vida, también, a ras de calle. Los viajes son fundamentales en toda su peripecia cultural, y nos ha legado esta joyita, La gota de sangre. DOS INTÉRPRETES PARA PERSONAJES VARIOS Una de las originalidades de esta puesta en escena es contar la historia sólo a través de un actor, Gary Piquer y una actriz, Roser Pujol. No es solamente una elección escénica, sino que detrás está también la producción No están los tiempos para grandes celebraciones. Han influido las dos cosas. Esta postmodernidad con la economía como la tenemos, nos lleva rompernos la cabeza. Pero, curiosamente, no se ha prostituido nada como no se prostituyó con Torquemada. Se ha hecho una dramaturgia que es fruto de su tiempo, lo más interesante es cómo todo este juego de máscaras tiene algo que ver con la obra. Doña Emilia sabe de lo que está hablando a nivel teatral. ¿Por qué se lo lleva al teatro? Ella dejó dos cosas sin hacer en su vida: Una, no triunfó en teatro y otra, no consiguió entrar en la Real Academia. Pensé «vamos a ver si conseguimos que tenga éxito en teatro». Tanto Galdós como Emilia se lo merecían, porque ambos dos quisieron renovar la decimonónica escena española que estaba en muy baja forma. La actriz Roser Pujol da vida a Chulita Ferna / El doctor / el sereno y el juez / La cupletista y Andrés Ariza, el cual pensamos que es el criminal. En principio puede parecer que el espectador se sienta abrumado por tal ir y venir de personajes y los confunda. Según Juan Carlos no es el caso porque la puesta en escena es un juego teatral de máscaras. Como tal juego tiene que ver hasta con la Commedia dell’arte. Si no hubiera tenido ese espíritu de gran comedia, de Quijote, ya que Ignacio Selva es un Quijote moderno. Lo vas descubriendo a través de su prosopopeya en el modo de hablar. Es un Quijote en tiempos modernos. No hay confusión de personajes y para ello sí era necesario que la actriz tuviera unas características personales e interpretativas particulares: cierto androginia, para que pudiera transitar por los dos personajes, masculinos y femeninos. Es un juego.
FUNCIÓN PRECIO
Título: La gota de sangre (a partir del relato corto de Emilia Pardo Bazán)
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