El veraneo se encuentra entre las actividades sociales irrenunciables de las familias burguesas de Livorno. El destino soñado son las apacibles villas de la Toscana. Los preparativos de última hora resultan vertiginosos, ya que nadie quiere quedarse a sufrir los calores en la ciudad. Leonardo y su hermana Vittoria, pese a estar endeudados hasta las cejas y contar con muy pocos recursos, no se van a resignar a quedarse sin vacaciones y, sobre todo, teniendo en cuenta que la familia de su vecino Filippo, y su bella hija Giacinta, lo tienen todo a punto para partir hacia un verano de ensueño. A ellos se unen los respectivos criados que no salen de su asombro y enredan. No faltan los padres y los amigos gorrones. Eduardo Vasco, recién nombrado director del Teatro Español, aparece en las Naves del Español con Las locuras por el veraneo (Le smanie per la villeggiatura), la primera parte de la Trilogía del veraneo (Le smanie per la villeggiatura (1761)/ Le avventure della villeggiatura (1761)/ Il ritorno dalla villeggiatura (1761) de Carlo Goldoni, programada siendo Natalia Menéndez directora del Teatro Español. EDUARDO VASCO, adaptador y director La razón de aterrizar en Goldoni, Eduardo Vasco la justifica por ser necesario cierto sosiego en estos tiempos a la hora de contar las cosas.
Para Noviembre Compañía de Teatro, después de haber hecho Abre el ojo (CLICK), que era una comedia muy histriónica, casi farsesca, irnos a un comedia más delicada era necesario y Goldoni era el autor ideal, además de ser un gran dramaturgo. Sus comedias son maravillosas y en concreto Las locuras por el verano es de 1761, un momento en que la Ilustración está casi estallando en toda Europa y Goldoni lo que está intentando, a través de su teatro, el hacer reflexionar al ciudadano y hacerle progresar hacia un mundo que no tenga tantas aristas. Al mismo tiempo refleja una sociedad que no se escucha, que no se respeta a sí misma y está inmersa en el consumismo, la apariencia por encima de todo, el endeudarse, que en nuestra época son las tarjetas de crédito. Aunque yo no tengo redes sociales, me parece que estamos en el momento de más apariencia de la historia de la humanidad. Ahora vivimos hacia afuera de una manera muy cruel, hasta el punto que la apariencia es casi la norma. Vivimos en un mundo que parece que todo se ha igualado, y estamos en las antípodas de lo que los ilustrados creían que iba a pasar. Es un mundo de gente que quiere ser feliz y cree que la felicidad va a través de ese mundo de apariencias y de gasto y de éxito social. Es muy parecido al que tenemos ahora. Todo esto la hace actual, pero yo no soy de los que dan una vuelta a esto para dejarlo claro al espectador. Si ve la función tal cual saca sus conclusiones porque son evidentes. ¿CRÍTICA A LA SOCIEDAD? Todo este planteamiento puede interpretarse también como una crítica de la sociedad, pero, según Eduardo Vasco, la manera de criticar de Goldoni es muy constructiva. Es una cosa que me parece fascinante. Él no necesita ridiculizar en exceso. No necesita maltratar. Quitando a Ferdinando (José Ramón Iglesias), que lo llama parásito en el «dramatis», no hay personajes odiosos. Todo el mundo tiene sus razones. En este sentido es una comedia muy clásico a la manera griega. Eso hace que uno se pueda identificar, entre comillas, con casi todos los personajes, porque en algún momento siempre hay algo que tú has vivido o has sentido o has tenido esa experiencia. La crítica social de Goldoni es una crítica muy ilustrada en el sentido menos agresiva de la palabra. Él quiere que el mundo cambie, pero prefiere poner el espejo a la manera clásica, para que la gente se contemple y pueda llegar a conclusiones y pueda reflexionar. No es moralista , como los teníamos en España. Si lo comparamos con Leandro Fernández de Moratín, o con Moratín padre, no te encuentras la moraleja. No es ese discurso tan básico en el que le dice al espectador «No te cases con niñas si tienes más de 70 años.», que es El sí de las niñas de Leandro Fdz de Moratín. Goldoni, en Venecia, tenía un público muy refinado, muy acostumbrado a la comedia de improvisación y lo que quería era dignificar esa manera de hacer teatro. Con todos estos personajes sacados de la Comedia del Arte, pretende llegar a algo que pueda ser constructivo. Es un tipo de crítica social que en estos momentos, a mí me interesa mucho. GOLDONI VESTIDO DE AÑOS VEINTE
El vestuario de Lorenzo Caprile olvida las sedas y perifollos del siglo XVIII y lo adelanta a los locos años veinte del s. XX. Nos hemos metido en esa estética ayudados por Lorenzo Caprile y Carolina González con una escenografía muy Deco y la iluminación de Miguel Ángel Camacho. Hemos intentado crear en torno a la comedia de Goldoni algo que pudiera ser más fresco, más sorprendente que poner una comedia en el XVIII, tal cual. Yo la he visto representada unas cuantas veces y el traerla a los años veinte era por dos cuestiones fundamentales. Una porque todo el sistema social es más equivalente que en los años treinta y cuarenta, en lo que todo es distinto, sobre todo en lo relacionado con la mujer. Las mujeres teniendo que pedir permiso para determinadas cosas, en la Europa de la postguerra empieza a sonar, era un buen momento para resaltar esa ese asomarse a la emancipación que está muy delicadamente expuesto en la comedia goldoniana, y en los años veinte tenía también ese poso de la locura como es la competición por la moda. Llegamos a la conclusión que los años veinte podría ser una buena zona para plantear la comedia. Los años veinte se toman como los años felices tras superar la primera guerra mundial. Es el mundo de las vanguardias, el punto álgido de las grandes ideologías, y Eduardo encuentra una similitud con la Venecia de Goldoni. Es un momento donde está empujando la Ilustración de una manera tan bestia que nadie que tenga inteligencia artística, nadie que quiera proponer algo desde el mundo de la intelectualidad se resiste a ser vehículo de esas ideas. En los años veinte pasa exactamente igual. Ahora está todo más disperso, pero a mí me interesaba el hecho de que los años veinte son la celebración de que una década ya sin guerra, y se van directos hacia otra. Le he dado muchas vueltas si hacer un final de que la guerra venía, pero me pareció demasiada información. Por otro lado cuando montas una comedia de este tipo, me gusta escuchar al escritor. La calidad de Goldoni es tan tremenda, que te transmite espiritualmente algo tan bello, tan sereno, tan positivo, que no quise pegarle el giro final. Iba a oscurecer algo que no me pertenecía a mí. Me gusta versionar los texto, pero no quiero ir más allá del propio escritor. LA ADAPTACIÓN Eduardo Vasco ha escrito la adaptación a partir del original italiano. Reconociendo que «mi italiano es parco«, sí se ha asesorado bien para ciertos giros y frases comenzando ya desde el título italiano: Le smanie per la villeggiatura Le smanie, literalmente se traduce como «Los antojos», pero Los antojos por el veraneo sonaba muy mal. Entrando en los años veinte, locuras es una palabra que entra más directamente en esa época. Lo que Goldoni transmite, sobre todo, es humanidad. Transmite un tipo de personaje que respira con una gran naturalidad. Está anticipando muchas otras cosas artística que van a pasar después en la escritura. Para nosotros los años veinte es una referencia más inmediata que la Ilustración. Todo el Art Deco gobierna ahora en lo gráfico: volvemos una y otra vez al Art Deco. Prácticamente lo que llamamos música Pop viene de esa época, del foxtrot, de ritmos latinoamercianos, y todo eso se engendra en los años veinte. Yo tengo un gran atractivo por esa época y no lo puedo disimular. La intervención más llamativa es el cambio de sexo del personaje de Celia Pérez. En el original es Fulgenzio, un anciano amigo de Filippo. Fulgenzio se dedica a aleccionarles. Es un moralista. Lo trasformamos en una viuda moralista, que tiene cierta debilidad por Filippo. Es la intervención más severa. También en la puesta en escena hay algunas intervenciones de actores con cosas que nos pasan en los ensayos. Los actores están, prácticamente, en escena todo el tiempo ; hay un montón de utilería, un gramófono del que ponen la música que suena en la obra; guiños, muy pequeños, a la salsa teatral como intentar utilizar micros contemporáneos a los que se resisten… EDUARDO VASCO, ABDUCIDO POR Otra razón de optar por Goldoni es que Noviembre Teatro venía de representar mucho siglo de oro, mucha comedia de época y apetecía dar un salto a un mundo que tiene que ver con los fonógrafos, gramófonos y discos de pizarra y la música de los años veinte, mundo en el que Eduardo Vasco se siente seducido y atrapado. Incluso la autoría de algunas de las composiciones son del propio Eduardo. He cogido éxitos italianos de la primera y segunda década. Los he versionado y en algunos casos cantamos sobre la propia música que reproduce desde el fonógrafo; otros son «a capella», tengo la suerte de tener a dos grandes cantantes: Mar Calvo y Manuel Pico, y son canciones que van destinadas a ese anhelo de salir a veranear, a la ensoñación por el lugar de destino, que es Montenero, una villa en la Toscana, donde todos quieren ir porque encuentran la paz. Todo es mundo idealizado va a través de las canciones. Es como sublimar el verano. Una de las canciones es El verano del amor, título traducido por mí, y está relacionado con los Beatles, obviamente. Hay algo de esos veranos que vivimos todos en nuestra juventud, en nuestra adolescencia y que uno lleva como si fueran una referencia literaria, porque son momentos de gran felicidad, a los que se quiere volver. El decidirse por músicas italianas le vino obligado no solo por la riqueza musical italiana sino por escapar de que a veces piensa que en esa época solo había música anglosajona. ¡Qué va! Cada país tenía una gran cultura musical, incluida España. La inclusión de las músicas en el texto se decidió una vez montada la comedia. Empezamos a incorporar las canciones según que yo creía que debían estar. Yo las utilizo para que el público respire un poco entre actos o en momentos muy puntuales. Tienen que ver con la respiración del espectáculo por parte del espectador. PROCESO DEL TRABAJO Una vez decidida la obra el proceso de montaje ha sido el habitual en Eduardo Vasco: la rapidez Monto la función en 15 o 20 días y luego nos dedicamos a trocearla para mirarla de una manera más detenida. Me gusta organizar muy rápido lo que va a pasar para que el actor sepa de dónde viene y a dónde va su papel, y eso te proporciona mucha creatividad por parte del equipo. De esta forma no tienes tú solo el control del espectáculo hasta el final, sino compartirlo muy rápido de una manera muy práctica para que todo el mundo pueda aportar desde diferentes sitios. La adaptación del texto es «muy de Compañía» como siempre, supeditada al número y tipo de actores, siempre que no se altere la esencia del texto. Mi manera de trabajar es bastante sencilla. No tiene grandes alquimias. Luego, una vez que todo el mundo es, un poco, dueño de la propuesta, todos la manejan. Yo he vivido procesos, haciendo músicas para otros directores, en los que hasta la última semana no se montaba el último acto, y llegaba todo el mundo impaciente. Yo hago todo lo contrario. Le doy mucha importancia a la palabra, al texto, a los diálogos picados. Goldoni es de los grandes dialoguistas en el mundo el teatro. Tiene la capacidad de humanizar los diálogos y de darles una forma de estar siempre en el aire, y solo al final un personaje pone las cosas en su sitio, como es en este caso el parlamento de Giacinta (Elena Rayos): «Igual tendríamos que escucharnos un poco, igual habría que sosegarse, igual tienes que estar más pendiente de mi sensibilidad y no tanto de tus obsesiones y problemas». Viniendo del verso, como es el caso de Abre el Ojo, es muy fácil. El verso para un actor y un director es una escuela de gran calibre, con lo cual poderse expandirse con la prosa es un descanso.
PRECIO
Título: Las locuras por el veraneo (Le smanie per la villeggiatura, 1761)
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