La Bayadera, inspirada en los dramas Sakúntalâ y La carretilla de arcilla del poeta hindú Kalidasa, se desarrolla en una India imaginaria geográficamente. Su argumento gira en torno a la bailarina del templo, Nikiya; su rival, Gamzati, hija del Rajá, y Solor, noble guerrero que es amado por ambas mujeres. La bayadera, interpretado por el Ballet de la Ópera de Múnich / Bayerisches Staatsballett, actualmente bajo la dirección de Laurent Hilaire, vuelve al Teatro Real con una de sus producciones más míticas, estrenada en 1998 con coreografía de Patrice Bart sobre el original de Marius Petipa. El Ballet de la Ópera de Múnich / Bayerisches Staatsballett regresa al Real, 23 años después – inauguró la temporada 1999/2000 con un programa que incluía Giselle, en las primeras representaciones, y Onegin, en las últimas – y tras haberse visto obligado a cancelar su viaje a Madrid en 2020, debido a la pandemia, con La bayadera. LAURENT HILAIRE, director artístico
Laurent Hilaire – director artístico del Ballet de la Ópera de Múnich – manifiesta su contento de presentar en Madrid La bayadera una de las obras emblemáticas. La versión que presentamos es de Patrice Bart, que es una evolución del original de 1877 de Marius Petipa. Es importante y bueno que las obras evolucionen. La versión de Bart es de 1998, y para él creo que fue una oportunidad. Ya había hecho otros granes clásicos como Romeo y Julieta, Don Quijote pero no sé si se lo pidió el Teatro. Bart trabajó mucho en la Ópera de París, y de hecho estuvo bajo la influencia de Nureyev, quien creó esta obra donde, yo mismo estuve en 1998. Laurent Hilaire (Francia, 1962), se formó en la escuela de Ballet de la Ópera de París en 1975 y entró en el cuerpo de ballet de la compañía en 1979, al cumplir los 17 años. El 2 de noviembre de 1985, Rudolf Nureyev lo ascendió a Bailarín Estrella (bailarín principal de alto nivel) después de su interpretación en el Lago de los cisnes . Desde 2005, ha sido coreógrafo en la Ópera de París: Jerome Robbins, Pierre Lacotte, Rudolf Nuréyev, Serge Lifar, George Balanchine, Maurice Béjart, Angelin Preljocaj, Jiří Kylián, William Forsythe, Anne Teresa De Keersmaeker y Alexei Ratmansky… En 2011 fue promovido al cargo de «Maître de ballet associé à la direction de la danse», y colaboró estrechamente con en Brigitte Lefèvre, directora artística del Ballet de la Ópera de París, en la planificación y programación de la Compañía. De 2017 a 2022 fue director artístico del Ballet Stanislavsky el cual bajo su dirección fue distinguido con la «Máscara de Oro» en 2018 al mejor ballet clásico y en 2019 al mejor ballet contemporáneo del año en Rusia. En febrero de 2022 dimitió como director artístico ante la invasión rusa sobre Ucrania: «Renuncié ayer. Mañana saldré de Moscú en vista de la situación. Me voy con el corazón apesadumbrado, pero el contexto ya no me permite trabajar con tranquilidad». (Laurent Hilaire, AFP, noticias. Francia 27 / 02 / 2022) En mayo de 2022, asumió la dirección del Ballet de la Ópera de Múnich. LA BAYADERA, La coreografía de La Bayadera de Bart, según Laurent Hilaire es
rica, complicada, y es importante para una Compañía porque implica mucho trabajo, y supone una evolución para cada bailarín. El hecho de que se creen diversas versiones de cualquier coreografía se debe a que el repertorio deber nutrirse y renovarse. Como director de una Compañía, quiero destacar la herencia que son los granes ballets clásicos. ¿Cuál es la responsabilidad de conservarlos y de que se mantengan en el tiempo? Aquí hay dos posturas: Una, preservarlos tal y como eran originalmente; otra se basa en la música, en la que la coreografía es la esencia del movimiento y la música su soporte. Yo, personalmente, me posiciono en que los ballets clásicos deben evolucionar desde el respeto, pero seguir el compás de su época, la cual lleva consigo el contacto con el público, algo muy importante. Eso es lo que hace el que se mantenga vivo. Es una manera de ser, de bailar y de que la coreografía sea rica. Además, también es importante destacar el sentido de la interpretación y de la puesta en escena. Esta conexión con los jóvenes ha de cuidarse y puede cuidarse. Además el futuro de la danza clásica está en las manos de quienes programan y de los teatros que invitan. De ahí que esta conexión con la juventud sea tan importante en este caso, y es posible. Por eso estoy tan contento de venir al Teatro Real. Laurent Hilaire bailó las versiones de la bailarina y coreógrafa Natalia Macarova (Leningrado 1940), y también la del bailarín y coreógrafo Rudolf Nureyev (Irkutsk, 1938). Son versiones diferentes, y son obras maestras porque además de tener una estructura con sus actos, son obras que hablan de amor, de traición, de poder, de clase social, de las relaciones humanas. Todos estos temas son de actualidad, y conectan con el público porque claramente hay un público para ello. La versión de Bart tiene una particularidad: En el último acto cuando el tempo se colapsa, Bart le da una dimensión muy humana, en cuanto que Gamzatti se arrepiente de querer destruir a Nikiya. Para mí cada personaje en sí debe tener una lógica total para poderlo interpretar. Ciertos «roles» pueden parecer, a veces, un poco simples en el sentido de la comedia y por ello aportarles un sentido de humanidad y complejidad es muy importante. En este último acto Gamzatti expresa una forma de remordimiento, y se lamenta haber deseado la destrucción de Nikiya. Creo que esto es importante. Todos estos pequeños detalles hacen que esta obra siendo actual, y que cada persona pueda comprenderlos. Eso, para mí, es muy significativo. Laurent Hilaire estrenó la versión de Nureyev para la Ópera de París en 1992, en el papel de Solor. Gracias a esta versión La Bayadera volvió a incluirse en el repertorio. LA VERSIÓN DE NUREYEV ES MUY RICA Uno de los valores de la versión de Bart es su investigación documental acerca del último acto, del cual no se ha encontrado ni la partitura ni la coreografía del original. Tuvo que sortear muchas dificultades. En la versión de Nureyev no existe el último acto en el que el templo se derrumba. En su versión todo acaba en la escena de las sombras. Se basaba mucho en la versión del Teatro Marinsky, y había más trabajo con los chicos, pero pudo inscribir su trabajo dentro de la tradición. No obstante me pidió que hiciéramos un último acto y que buscara la música, pero no fue posible. La versión de Bart (1998) es heredera de esta versión Bart añadió un «pas de trois». La música y el contexto aquí es muy diferente porque sale de este entorno de sueño y se vuelve más concreto. Este «Pas de trois» es un toque que interpela al público. No soy Patrice Bart y no puedo decir exactamente sus palabras, pero para él era muy importante el mantener una coherencia de principio a fin, y yo encuentro coherencia en cada uno de los personajes. Creo que, a veces, la versiones antiguas pueden ser un poquito estáticas. Yo trabajé con Nureyev y, para él, todo debía tener una intención; cada movimiento un por qué, tenía que venir de algo y tener un sentido. Los bailarines son actores también. Comunicamos nuestra teatralidad no con la palabra, pero sí con el movimiento. En este sentido debemos ir al compás de nuestra época. Una persona que nunca hubiera visto un espectáculo de danza, si viniera a ver este ballet, tendría que ser capaz de identificarse con lo que está viendo. Aunque había una escuela de Ballet en Francia, Nureyev aportó algo que le gustaba mucho: un trabajo por oposición del movimiento, destaca Laurent. La versión de Nureyev es muy rica, tiene una gran complejidad y muchos pasos. Creo que la versión de Bart es aún más rica.La dramaturgia es perfecta y por ello hay que mantenerla y hay que enriquecerla. ¿COLONIALISMO? La Bayadera con el andar de los tiempos ha sido tildada de una visión tópica sobre la India a través con sus idealizadas prácticas religiosas y culturales, sustentada en esquemas colonialistas y en el estereotipo de las bailarinas orientales. Una de las acusaciones más llamativas es el colonialismo que rezuma. Laurent Hilaire conoce de primera mano las versiones de Macarova y Nureyev, y no ve que haya un intento de atacar la identidad de la India. La manera de trabajar un espectáculo, no es para volverlo caricaturesco. Se hace desde el respeto y hay que verlo desde el contexto de la creación de la época. Hay que dilucidar qué es lo que se puede crear y qué es lo que está prohibido crear. Soy de la opinión que se puede crear a partir de cualquier tema. Luego puede gustar o no. No veo en el relato un intento de menospreciar la India. Cuando el año pasado retomamos La Bayadera en Munich, se plantearon algunas preguntas de nuestra época y decidimos que había que escucharlas, estar atento al diálogo y mantener el contacto. En Munich nos pusimos en contacto con una bailarina tradicional india y compartió la tradición con toda la Compañía. Fue muy interesante porque se creó un vínculo tanto a nivel coreográfico, por ambos lados. Cada una de las partes entendió su parte de responsabilidad, pero también sus responsabilidades. Como artistas podemos todos los temas pero debe hacerse desde el respeto. En este caso el intercambio de la Compañía y con esta artista de la India, fue muy productivo y el resultado muy positivo. Del respeto no tuvimos ni que hablar porque era algo muy evidente. Las cosas hay que hablarlas, mantener la comunicación, hay que anticiparse a los problemas y así esas posible hacer muchas cosas. Laurent reconoce que, en ocasiones, pueden haber elementos trasnochados y caricaturescos. El eliminarlos es lícito siempre que no afecten a la esencia de la obra.
LA CALIDAD DE UNA COMPAÑÍA El Ballet del Ópera de Munich posee un prestigio y una manifiesta calidad, la cual según Laurent se detecta por lo que es capaz de hacer. El acto blanco – estilo inevitable en los Ballets Clásicos – es emblemático. Es básicamente un universo totalmente diferente. El acto de las sombras ha de ser ligero, transparente, menos concreto que un baile tradicional. Por ello es interesante ver la diversidad del compañía y el trabajo de cada uno de los bailarines. El acto de las sombras no es sólo técnica sino también un estado mental. Cada bailarín tiene que trabajar la respiración, cada detalle y cada paso debe estar respirado al mismo tiempo. La danza es una profesión llena de humildad. Cada día los bailarines regresan a la clase para hacer los mismos ejercicios. En el acto de las sombras hay 24 sombras que respiran juntas, que se mueven juntas, y lo hacen para ponerlo al servicio de algo más grande que nosotros: el Arte. Eso es algo magnífico. Nureyev, viniera de donde viniera y con el «jet lag» incluido, siempre iba a clase y siempre hacía sus ejercicios de barra como cualquier estudiante. Esa humildad es algo que no se puede eludir.
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