El Teatro Real abre temporada con danza. Su nuevo director Miguel Muñiz parece querer remediar el San Benito colgado al Real de que la danza le importa un bledo, acusación repetidamente lanzada por profesionales y espectadores.
Carmen es siempre un tema recurrente en el mundo de la danza y se ha traducido dancísticamente a los más dispares estilos desde el clásico hasta el flamenco.
Un metal, el aluminio, y las secuelas de otro, el hierro abandonado a la intemperie, conforman el programa ofrecido en el Teatro Real, por la Compañía Nacional de Danza.
Espectáculo novedoso bajo muchos aspectos. Desde hace años el flamenco ha ido demostrando que es capaz de acomodar cualquier ritmo y estilo más dispar a su zapateado y zimbreado de brazos.
En su momento esta Yerma, daba una nueva interpretación a la historia. La recuperación de Rango (1963) mostraba que seguía estando viva como coreografía.
Bolero, que dio título a todo el espectáculo se estrenaba la víspera del fallecimiento de Rafael Aguilar. A todos nos cogió por sorpresa. Carmen era la siguiente programación.
Cautiva (Nacho Duato), Falling Angels (Jiři Kylián), Diecisiete (Nacho Duato), han sido los tres títulos – y en este orden – que componen el programa de danza exhibido en el Teatro de la Zarzuela.