La concepción del espectáculo en palabras de sus creadores, Daria Deflorian y Antonio Tagliarini es una reflexión que parte de sus obras anteriores: En nuestras anteriores obras (Reality en 2012, Ce ne andiamo per non darvi altre preoccupazioni en 2013) siempre hubo al menos un momento en el que las figuras en escena no habrían sido «legibles» sin una mirada al fondo en el que habitaban, fuera este geográfico, o político/sociológico. El fondo es difícil de llevar al teatro, al menos para nosotros, que nunca hemos tenido escenografías que representaran lugares y contextos. ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo llevar el fondo al primer plano?, nos preguntamos. En esa misma época estábamos leyendo intensamente a Annie Ernaux, en particular sus textos dedicados a la relación con lo externo, con el afuera. ¿Cómo hacer de la propia biografía, de la propia vida, en lugar de algo umbilical, un reflejo de la vida de todos? Queríamos indagar en el límite impreciso y fértil entre intimidad y política. Los gestos, los detalles, el estar en escena en aquella zona entre el adentro y el afuera. Partimos de esta pregunta, después naturalmente durante el proceso el proyecto se ha enriquecido de muchas otras cuestiones. Decidimos hablar de la ciudad, del paisaje urbano, de las preguntas que surgen a raíz de la convivencia. La primera de todas: ¿Qué pensamos cuando estamos dentro de casa del hombre que está fuera, bajo la lluvia?, que de hecho está en el texto de la pieza En 2016 Il cielo non è un fondale (El cielo no es un telón de fondo) se estrenaba en el Théâtre de Vidy-Lausanne (Suiza). Es el octavo proyecto escénico que comparten Daria Deflorian y Antonio Tagliarini, escritores, directores e intérpretes ambos, que desde 2008 vienen desarrollando una serie de trabajos al alimón establecidos, desde el primero, como piezas de una permanente exploración sobre modos distintos de representación y alternativas en la relación entre espectador y creación.
Nunca más pertinente que en esta obra, donde se establece un diálogo casi filosófico entre lo que somos dentro y lo que somos fuera, entre el espacio ficticio del escenario y el espacio real exterior. Para nosotros es un diálogo cada vez más necesario, ya que incluso nos cuesta a veces volver a respirar el aire real después de un tiempo cerrado de ensayo, con todas esas improvisaciones y entrenamientos, conscientes de que la vida está en otra parte. Vamos a tratar de derribar estos muros, todos ellos, no solo la consabida cuarta pared. CUATRO INTÉRPRETES, Para eso les basta con cuatro intérpretes, una canción, un sueño y palabras, muchas palabras, las fundamentales y también las prescindibles, esas que, como los kilos de más, nos convierten en individuos de razón obesa. Todas las cartas sobre la mesa y, después, a destilar hasta obtener las esencias, si es que eso es posible. Los sueños nos dejan solos, dice Didi-Huberman, solos ante un relato sin trama, sin principio y sin final. Y eso es, poco más o menos, este acto dramático que pone el fondo en primer plano en la relación entre sujeto y contexto, entre nosotros y el mundo. Daria Deflorian y Antonio Tagliarini se preguntan ¿Cómo podemos no preguntarnos hoy sobre los flujos migratorios de decenas de miles de personas que abandonan todo lo que tenían para escapar de una situación impensable, la guerra, la miseria? ¿Cómo hacerlo desde nuestro pequeño y afortunado punto de observación? (Información: Departamento de prensa T. del Canal)
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Título: Il cielo no è un fondale
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