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LA CELOSA DE SÍ MISMA |
LA CELOSA DE SÍ MISMA
Título: La Celosa de sí misma.
El tema, una niñería pero también una realidad que en casos límite puede llegar a situaciones más profundas y crear auténticas tragedias .Los que hayan experimentado eso que llamamos “amor”, pueden testificar que tal sentimiento pone una selectiva venda en los ojos, la cual deja ver, de la persona amada, sólo lo que conviene al enamorado. Tal es el caso. Boda de compromiso: un leonés de pocos medios, pero de familia bien considerada, viene a Madrid para casarse con dama, bien adinerada. El destino, siempre el destino, le lleva a observar la ebúrnea mano de una dama, durante la misa en el templo. La venda del amor cela cualquier otra observación. Aquella mano le impide tener una mirada objetiva ante la belleza de su prometida que, para él ni tiene rostro agradable ni delicada mano como aquella que le fascinó y le ablandó el seso. Y no les digo más, porque conviene que acudan a esta Celosa.
No me consta que a Tirso le fuera familiar el “fetichismo” en los lances de amor. Al menos una verbalización clara del término. Sin embargo esta comedia analiza muy bien el fetichismo erótico con una fijación, no en el pie como mandan los cánones eróticos de la novelística y del cine, sino en la mano. También es verdad que la mano en el ser humano es de los miembros más expresivos de la personalidad y de los más adorados. La genética de la mano denuncia el árbol genealógico y la profesión, hasta el punto de ser una “acusica” en los crueles momentos de los odios entre hermanos, como sucede en las cruentas revoluciones sociales. Los preámbulos de la entrega sexual siempre comienzan con la unión y entrelazado de los dedos en la pareja. Por eso no es ninguna tontería que Tirso vea en esa mano la expresión más apasionada del amor. Junto a ello el atontamiento del enamorado. Temas secundarios completan urbanísticamente el tema central. Llama la atención la descripción de un Madrid lleno de vida (viciosa calle Mayor y ambientes de un mistérico Madrid) y de un Madrid en el que las casas comienzan a ser lugares de incomunicación entre los vecinos (vamos, como nuestros bloques de periferia). Otros son las apuntadas relaciones entre los personajes secundarios: dama que aprovecha el equívoco para robar el amor del leonés, cómicas y apuntadas relaciones homosexuales (no sé si es cosecha de Tirso o de Bernardo Sánchez, el autor de la versión). Y después está la consabida astucia de la mujer sobre el atolondramiento de los hombres. La “Celosa” y su coláteres femeninas siempre resultan más listas, más avispadas y más decididas que el hombre. Tema recurrente en los clásicos nuestros, sobre todo en las comedias. No era sino un modo, en aquellas mujeres, de sobrevivir y tener fuerza ante una cultura que adora al hombre, hoy llamada “machista”. Luis Olmos dirige con gran habilidad y ritmo la función Mediante una minimalista y bella escenografía resuelve ágilmente las mutaciones y enmascara, acertadamente, al tradicional tramoyista con bailarines – criados de la casa – que a ritmo de dancitas trasladan paneles y esquemáticos muebles, convirtiendo la obra en un apunte de comedia musical sin pretensiones. La minimalista escenografía posee la virtud de haber sabido elegir simples, pero muy significativos y connotativos elementos escenográficos.
Joaquín Notario (él galán bobalicón) y Pepa Pedroche (la fetichística dama) recrean a la perfección los personajes. La mano, verdadera protagonista, se exhibe y se mueve con gran esmero, hasta el punto de obligar al espectador a centrar su atención en ese adminículo corporal. Todos dicen el texto con gracejo, ritmo y comprensión para el espectador. Este milagro, no siempre fácil en los clásicos, se debe a los actores pero también a la versión de Bernardo Sánchez que ha sabido actualizar términos y giros sin quitarle el sabor de época. Esta Celosa es una delicia de comedia en el que cuenta mucho la colaboración Tirso-Bernardo que,
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