Alan Mathison Turing, (Paddington, Londres, 23 – VI – 1912 / Wilmslow, Cheshire, 7 – VI – 1954), padre de la Ciencia de la computación y precursor de la informática moderna, es conocido por la prueba de Turing (1950), según la cual puede juzgarse la inteligencia de una máquina si sus respuestas en la prueba son indistinguibles de las de un ser humano. Está considerado como matemático, lógico, informático teórico, criptógrafo, filósofo, biólogo teórico, maratoniano y corredor de ultradistancia británico. Fue un pilar esencial en la formalización de los conceptos de algoritmo y computación: la máquina de Turing. En 1936 enunció lo que se denominó «tesis de Church-Turing que viene a ser «todo algoritmo es equivalente a una máquina de Turing«, afirmación que no se puede demostrar, pero tiene una aceptación prácticamente universal. LA MÁQUINA DE TURING Una máquina de Turing viene definida por el propio Turing en 1948 «una ilimitada capacidad de memoria obtenida en la forma de una cinta infinita marcada con cuadrados, en cada uno de los cuales podría imprimirse un símbolo. En cualquier momento hay un símbolo en la máquina; llamado el símbolo leído. La máquina puede alterar el símbolo leído y su comportamiento está en parte determinado por ese símbolo, pero los símbolos en otros lugares de la cinta no afectan el comportamiento de la máquina. Sin embargo, la cinta se puede mover hacia adelante y hacia atrás a través de la máquina, siendo esto una de las operaciones elementales de la máquina. Por lo tanto cualquier símbolo en la cinta puede tener finalmente una oportunidad».
Alan Turing fue pieza clave para descifrar los códigos nazis, especialmente los de la máquina Enigma (una máquina que cifraba y descifraba mensajes protegidos). Se cree que su aportación acortó la Segunda Guerra Mundial. Ya en tiempos de paz diseñó uno de los primeros ordenadores electrónicos programables digitales (Laboratorio Nacional de Física del Reino Unido) y poco después una de las primeras máquinas en la universidad de Manchester. UNA CARRERA DE CIENTÍFICO La brillante carrera en informática queda cercenada al ser procesado por homosexualidad en 1952. Fue condenado y murió, según la versión oficial, por suicidio: tomó cianuro en una manzana envenenada que no llegó a terminar. Era 1954. Esta versión no evitó que se barajaran varias sospechas, y entre ellas la del asesinato. Su madre no aceptó la muerte por suicidio, sino una equivocación al ingerir alguna sustancia de las muchas que había en su laboratorio químico. La denuncia de su homosexualidad fue de lo más tonto. Arnold Murray, un amante de Turing, ayudo a un cómplice a penetrar en la casa de Turing para robar. Éste recurrió a la policía. A lo largo de la investigación Turing confesó su homosexualidad y se le acusó de «indecencia grave y perversión sexual«. En 1952, la homosexualidad era un delito, que en Inglaterra duró hasta 1967. Se le dio dos opciones: ingresar en prisión o someterse a la castración química. Se decidió por esta última y el tratamiento duró un año. Las secuelas aparecieron: pechos, aumento de peso e impotencia. No será hasta el 24 de diciembre de 2013 cuando la reina Isabel II de Inglaterra le exoneró oficialmente, mediante un edicto.
ALAN TURING SOBRE LAS TABLAS
La carrera y tragedia de Alan Turing ha sido tratada en la literatura (novelas), en el cine y en el teatro. A los Teatros del Canal viene de la mano del director argentino Claudio Tolcachir (La omisión de la familia Coleman (CLICK), Próximo (CLICK)), adaptando un texto del actor y dramaturgo francés Benoit Solès, con el que obtuvo dos premios Molière como actor y como autor en 2019, ya que él mismo interpretaba la obra. El texto partía de la obra Breaking The Code (1986), de Hugh Whitemore, la cual vincula temáticamente las actividades criptográficas de Turing con sus intentos por luchar con su homosexualidad. En 1996 se adaptará para televisión con Derek Jacobi como Turing, dirigida por Herbert Wise. En cine se ha estrenado The Imitation Game sobre su influencia en el fin de la Segunda Guerra Mundial, y Arthur C. Clarke o Ian McEwan han creado personajes y tramas literarias pensando en los logros de este científico. MANCHESTER 1952 EN ESCENA La versión teatral de Benoit Solès parte del robo en casa de de Alan Turing.
Manchester. Invierno de 1952. Tras haber sufrido un robo en su casa, el profesorTuring presentó una denuncia en la comisaría. Debido a su aspecto poco convencional, al principio el sargento Ross no lo toma en serio. Pero su presencia no escapa a los servicios secretos. Y por una buena razón, Alan Turing es un hombre con muchos secretos… Desde su increíble determinación de descifrar el código «Enigma», hasta su carrera irreprimible para entender el «código» de la naturaleza, descubrimos a un hombre atípico y entrañable, inventor de Una máquina pensante, auténtica génesis de la inteligencia artificial y las computadoras… Claudio Tolcachir precisa la intención de la obra: Marcado para siempre por la muerte de su amigo de la infancia, Christopher, Alan Turing finalmente será condenado por homosexualidad y terminará sus días, al igual que Blancanieves, comiéndose una manzana envenenada… Aquí está el extraordinario destino de un genio que permaneció injustamente en la sombra y que fue aplastado por la bien pensante maquinaria de la Inglaterra de los años cincuenta. ¡Un hombre que había cambiado el mundo! Alan Turing, recuerda Claudio Tolcachir, está considerado como
el precursor de la informática moderna porque, en su centro de operaciones de Bletchley Park, una instalación militar ubicada en Buckinghamshire (Inglaterra), diseñó el primer ordenador de la historia, conocida popularmente como la máquina de Turing. Logró crearla a partir de una reconceptualización del algoritmo, y los cálculos que la computadora le permitió hacer, mucho más rápidos que los que estaban al alcance de cualquier mente humana, fueron decisivos durante la II Guerra Mundial para descifrar los códigos de la famosa máquina Enigma, y con ellos, los aliados anticiparon los ataques y movimientos militares nazis, y se adelantó el fin de la contienda. LA CONDENA POR «GAY» El trabajo de Turing salvó miles de vida, añade Claudio su trabajo se mantuvo enmarcado en los servicios secretos hasta que salió a la luz en los años 70. Para entonces, el científico ya había fallecido. El juez forense que investigó su caso concluyó que se había suicidado, quizá por el tratamiento de castración química al que se estaba sometiendo para evitar la cárcel tras ser condenado, en 1952, por mantener una relación homosexual con un joven camarero de 19 años. Se truncaba la carrera de uno de los mayores genios del siglo XX, y solo en 2012, con ocasión del centenario de su nacimiento, recibió el perdón Real a título póstumo por su condena por gay, gracias a la carta que un grupo de científicos, entre los que figuraba StephenHawking, enviaron al diario The Daily Telegraph. DE HÉROE A RÉPROBO El escritor Giles Costaz (Valence, Francia, 1943) ha declarado sobre Alan Turing que su historia es un ejemplo de la represión de un genio, incluso después de haberle hecho un gran servicio a su país, Inglaterra, y a todos aquellos que estaban siendo atropellados o amenazados por la barbarie nazi. Aparte de ser uno de los inventores del ordenador es uno de los héroes de la lucha contra el enemigo, ya que supo frustrar las estrategias de cifrado de la marina alemana. Vitoreado por las autoridades – Churchill, la reina de Inglaterra -, cambió progresivamente su estatus de héroe por el de réprobo. Era homosexual, y según la ley inglesa de la época la homosexualidad era un crimen. Se han escrito libros y se ha hecho una película en la que se rinde homenaje a este genio de la ciencia humillado por sus coetáneos. Turing ya no es un completo desconocido. Recuperó su imagen de gran hombre. LA SOLEDAD DEL INVENTOR En opinión de Giles Costaz, la obra teatral de Benoit Solès lo que busca y encuentra en la neblina de la Historia, es la soledad del inventor. Este genio, de temperamento delicado y un tanto infantil, vive aislado del mundo. Ama a un camarero que no le quiere. Adora los dibujos animados de Walt Disney y específicamente a Blancanieves. Se le investiga, y el benefactor se convierte en sospechoso. En este punto de soledad coinciden eruditos, escritores y artistas; son incomprendidos y su nobleza está precisamente en su soledad. No se quejan, se quedan solos mientras se cumple su destino. Esto es lo que Benoit Solès pone en escena, iluminando esa tristeza con una amistad bella e imprevista, pero insuficiente. Así se une Turing, en el imaginario del teatro, a los Galileos, Giordano Bruno y Oppenheimer, vilipendiados mientras vivían y ejemplares tras su muerte. Ejemplares, pero sobre todo, como el Turing visto por Solès, absolutamente cercanos y fraternales.
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Título: La máquina de Turing
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