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SIN DIOS
Título: Sin dios.
Pero estas referencias no empañan la originalidad de la propuesta de Marina Wainer. Su humor, algunas soluciones de dirección escénica o los perfiles de los personajes tienen un sello propio, como lo tiene la variante del tono entrañable, pero autocrítico, empleado, o la del recurso a la ironía y al despego aparente para tratar teatralmente asuntos graves o de mayor alcance. Sin dios presenta a tres personajes que esperan su turno tras obtener el correspondiente número en una máquina dispensadora. Pero nadie se responsabiliza de ese turno ni de esa espera, sino que deben ser los mismos personajes quienes afronten la tarea de poner orden en sus desasosegadas, vacilantes o insatisfechas vidas, atajar su desconcierto mediante la verbalización y la comunicación con los otros -los otros personajes o el público-, salir al paso de sus propias dificultades para abordar la necesidad de vivir. Y en esa labor de reconstrucción o de reinicio de las propias vidas no faltan los monólogos reflexivos más o menos trascendentes, pero tampoco las confesiones realizadas desde el humor o la ironía. Y con ellas, la metateatralidad, el teatro dentro del teatro, o la canción o el juego dentro del juego escénico, como irónica aplicación terapéutica. Como sucede en otros espectáculos afines, se prefiere un voluntario rebajamiento de la trascendencia, una búsqueda de la dimensión más risible del conflicto, no porque no se le conceda importancia, sino porque no se considera necesario adoptar un continente grave o acaso porque se entiende que las consecuencias de esa trascendencia metafísica empapa la vida cotidiana. En definitiva, tres historias de tres seres humanos que muestran su lado más frágil, pero también el más tierno y el más próximo, la cara amable y divertida en la que podemos reconocernos. Sus avatares demuestran el ingenio y el sentido de la teatralidad de una Marina Wainer que, con muy pocos elementos de escritura y de escenificación, consigue un espectáculo inquietante, vital, humorístico y gozoso, pero nunca evasivo ni cómodo. En el trabajo actoral, cómplice y convencido, merece destacarse la presencia, la proximidad y la labor de Marta Aledo, que encarna muy especialmente el sentido, las contradicciones y los desesperados anhelos de estos personajes Sin dios.
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