Esta es el proyecto que la Compañía Serena Producciones, cuya filosofía es hacer el teatro que queremos: un teatro comprometido con los conflictos éticos y sociales, un teatro que pone en primer término el texto y la palabra y que se apoya en la convención teatral y en la interpretación como puntales maestros para construir su discurso escénico. Somos una compañía que hace y apoya textos contemporáneos, con especial interés en autores y autoras de nuestro país. La Compañía se inició con Liturgia de un asesinato sobe la herencia histórica y familiar, de buena acogida en Madrid. Siguió con Iphigenia en Vallecas sobre la injusticia social, poniendo el acento en el prejuicio de clase, y ganó dos Premios Max: Mejor actriz y Mejor espectáculo revelación. Ahora da un paso más: el abuso sexual infantil. Tras este proyecto hay un grande trabajo de investigación y documentación. ANTONIO C. GUIJOSA, autor y director Antonio G. Guijosa, autor y director del montaje, se ha adentrado en este mundo porque es una historia que ha terminado por ser «personal«, no tanto porque le haya sucedido a él sino porque Por suerte yo no he sufrido ningún tipo de abuso, pero he convivido con gente que sí lo ha hecho. Hay personas cerca de mí que viven a diario con estas historias a sus espaldas, historias que les han marcado y que les condicionan de una manera que no puedo imaginarme.
Ante unos hechos que ha denominado como aberrantes, anómalos y monstruosos, en uno surgen reacciones como “yo nunca lo haría”, o “jamás permitiría que me hicieran algo así”. Sin embargo, las barbaridades, las aberraciones, las monstruosidades… ocurren, o – mejor dicho – alguien las comete. Aventuro que muchos de quienes las cometen no imaginaban que fueran capaces. No sabían que eso estaba en ellos; en nosotros. Pero el daño ya está hecho. Aquello que se hizo pasa a formar parte de nuestro ser, no podemos volver atrás. Y queda inscrito en nosotros, en algún lugar. Este proyecto bucea en cómo convivimos con el daño causado y qué nos pasa cuando nos damos cuenta de que sólo podemos entender el dolor propio. Antonio es consciente de que sus limitaciones ante este problema. Durante mucho tiempo he pensado que podía entenderlo. Es mentira, no puedo. Por eso este texto se articula desde la perspectiva de los testigos. Siento que desde esa perspectiva soy más justo con el tema, con las víctimas reales, con los personajes de la historia, conmigo mismo. Es ese no entender lo que configura el alma del proyecto. No entender cómo alguien puede hacerle eso a una niña. No entender por qué la niña nunca dijo nada, o nadie la creyó. No entender como eso se puede perpetuar en el tiempo sin que nadie lo advierta, sin que nadie hiciera nada. No entender las secuelas que eso deja. No entender cómo se puede mantener contacto con quien abusó. No entender ciertas reacciones, pese a entender dónde tienen su origen. No entender, no entender, no entender. EL TEMA CENTRAL ES EL DAÑO
Sólo un metro de distancia cuenta la historia de una mujer víctima de abuso sexual por parte de su padre cuando era una niña. Vemos cómo esta mujer lleva a cabo un proceso de recuperación de la herida sufrida y las muchas consecuencias que conlleva, los precios que tiene que pagar para conseguirlo. Y sobre todo se ven las diferentes perspectivas de numerosos testigos que presencian durante un tiempo (corto o largo) su peripecia. Aunque la historia narra el abuso sexual no obstante Antonio precisa que Si bien la historia del abuso es la que configura la historia a nivel narrativo, el tema central de la pieza es el daño. Sólo un metro de distancia está lleno de testigos que no entiende. Médicos, amigos, parejas, familiares, psicólogos… que presencia ese daño y muchas veces resultan incapaces de gestionarlo. También, hay al menos quiero creerlo, momentos en que sí se comprende, en que sí se da un encuentro real y completo. No sé si es verdad o un espejismo. Del espectáculo surgen una serie de interrogantes: ¿Cómo nos posicionamos ante el dolor ajeno? ¿Cómo afecta a la visión de nosotros mismos y de nuestras propias miserias y dolores? ¿Y cómo tratamos a quien queremos y no entendemos? ¿estamos condenados a albergar en nosotros un reducto de soledad inexpugnable? EL DIAGNÓSTICO, LA DESPERSONALIZACIÓN El texto arranca desde uno de los síntomas más comunes en las personas que han sufrido abusos: la despersonalización. Se produce como mecanismo de defensa del cerebro para amortiguar el trauma. Antonio G. Guijosa da como definición de la situación La alteración de la percepción o la experiencia de uno mismo de tal manera que una se siente «separado» de los procesos mentales o de su cuerpo como si uno fuese observador externo a los mismos. Es decir, que alguien con despersonalización se disocia de sí misma, generando la sensación de no haber tenido tal o cual vivencia en primera persona sino más bien como testigo externo de su propia experiencia. Esto hace que la persona con despersonalización tenga a la vez la vivencia (puesto que sí vivió esos hechos) y una perspectiva externa. LA PUESTA EN ESCENA La puesta en escena parte de esa idea despersonalización y la perspectiva externa Hemos hecho convivir las sensaciones de quien experimenta la vivencia con la óptica de quien es testigo. Eso conlleva que a nivel de montaje tenemos un coro de cuatro mujeres para un relato que probablemente se hubiera podido realizar con menos. Pero al tener cuatro cuerpos, cuatro presencias, cuatro energías, conseguimos varios efectos: primero, la posibilidad de crear ritmos tanto de palabra como de movimiento. Segundo, generamos una sensación de universalización, porque, aunque sea la historia de una persona, vemos que son varias personas. Y es que estas experiencias las sufren muchas personas, especialmente las mujeres. Finalmente, lo más importante a nivel teatral, nos permite configurar el relato cuidando que el tono de la función tenga el respeto, la delicadeza y la distancia adecuada con la historia y la realidad que narra, en el que las diferentes piezas se vayan desplegando de manera fácil hasta configurar una imagen única y completa. Una imagen que muestra una realidad muy cruda, pero tratada con belleza.
El reparto está integrado por Beatriz Grimaldos (Coro / Paula), Ana Mayo (Coro / Inma), Muriel Sánchez (Coro / Psicóloga), Camila Viyuela (Coro / Sofía) BEATRIZ GRIMALDOS Beatriz Grimaldos, actriz que interpreta a Paula y Coro, precisa que el análisis de la historia de ese abuso está visto desde una mirada adulta y también sobre la incapacidad que tenemos las personas de entender realidades o situaciones que se nos escapan a nuestro entendimiento. Invito a todo el mundo a venir a compartirlo con nosotros. Somos cuatro en escena y, de verdad, que el público no se arrepentirá
FUNCIÓN PRECIO
Título: Sólo un metro de distancia
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