Supernormales es un juego cómico que nos enfrenta a nuestros propios prejuicios alrededor del colectivo de personas con diversidad funcional, en la que los cuerpos, las realidades, las necesidades y las vidas de las personas que no pueden producir al ritmo que viene impuesto no les queda más remedio que ver cómo les pasan por delante casi «todes». A la mayoría de estas personas se les ha prácticamente negado históricamente la vivencia de una sexualidad propia y natural. Y se las ha colocado además fuera del deseo. (Esther F. Carrodeaguas) APRENDÍ LA CANTIDAD DE VIOLENCIA Esther F. Carrodeaguas es la autora de este texto, y no es casual, ya que le precede el haber hecho teatro y experiencias poético teatrales con personas con discapacidad funcional de la mano de una sexóloga Adriana Ordoñez.
Me introdujo en las violencias ejercidas sobre las personas con diversidad funcional. En concreto contra las mujeres, pero la mayoría de ellas son independientes del género. En este contexto aprendí la cantidad de violencia sumamente grave que se ejerce sobre un colectivo, violencia cultural, económica, social, sexual, de género, infantilización, sobreprotección, aislamiento…, muchísimas circunstancias que asolan un poco a ciertas personas, y esto se me quedó dentro de mí y sentía la necesidad de soltarlo. Hace un año empezó a trabajar sobre ello en el CDN (Centro Dramático Nacional), lo cual le pareció muy hermoso por ser un lugar con «máxima dignidad teatral«, y por poder escribir un texto sobre personas que sufren «grandes desprecios sociales«. Esther deja claro que el texto no va de sexo, sino de violencias. No he querido trabajar el sexo ni la sexualidad, sino de violencias, y he colocado la obra en el contexto de su sexualidad, porque, quizá al conocer el tema de la mano de la sexóloga, yo aprendí que esas violencias se amplificaban un montón. Podía ser un contexto muy, muy interesante para abordarlas. Obviamente la obra habla todo el rato de sexo, de sexualidad y de deseo, pero no es en lo que herido trabajar en lo profundo. UNA COMEDIA QUE VA A HACER El tratamiento es el de una comedia. Plantea temas sobre el tabú,
que van a hacer pequeñas heriditas, lo cual es lo que me interesa como dramaturga. Es la idea con la que trabaja Iñaki Recarte en cuanto que «cuando salgamos los espectadores tengamos otra mirada sobre las cosas». Ha aportado mucho sobre la escenificación. Cuando vuelves a ver la realidad, de repente es otra. En la obra se reflejan casi todas las diversidades funcionales. Una dimensión del espectáculo es su pretensión didáctica, lo cual no es sinónimo de aburrimiento. Tal didactismo procede de la propia experiencia de Esther Cuando conocí estas realidades me pareció increíble que realidades que estaban sucediendo en la puerta de enfrente yo no las pudiese conocer. Si yo tenía37 años cuando las conocí, no tenía ni idea de todo eso, entonces la gente que estaba a mi lado tampoco. Necesitaba decirles «Chicos, eso está pasando aquí». En este sentido es lo de didáctico: «haceros ver, como dramaturga, todo esto que acabo de conocer esto que estaba pasando al lado de mi casa». Cualquier persona sin información previa sobre la diversidad funcional lo puede entender, y no tiene ni porqué conocer el término y es para todos los públicos. Pudimos ver un espectáculo de Esther Carrodeguas el 22 de abril de 2021 en las Naves del Español: Las dos en punto. (CLICK) IÑAKI RECARTE, director UN VIAJE EMOCIONAL, ARTÍSTICO, INTELECTUAL, Iñaki Rikarte se ha encargado de la dirección y compara este proceso a una especie de tren.
el maquinista ha sido el CDN organizando las residencias; luego Esther, luego a mí y luego a los actores. Ha habido una parte en que hemos pilotado juntos, que es una de las partes más interesantes de todo este proceso, porque uno escribe el texto y otro lo tiene que montar. Ahí siempre hay un cruce de universos. Estoy muy agradecido porque Esther ha sido muy generosa en ese proceso. Cuando recibí la propuesta de Alfredo Sanzol, Esther aún no había acabado de escribirlo, y pude asistir a ese alumbramiento, algo que no sucede, prácticamente, nunca y el CDN me ha dado esa oportunidad. Además ha sido muy generosa en este diálogo porque Esther, que es directora y actriz, entendía muy bien que para la puesta en escena había que trabajar en función de la versión escénica. Hemos trabajado los dos, y ha sido el proceso de copilotar parte de este viaje, lo cual ha sido muy enriquecedor. Cuando Alfredo Sanzol le propuso el tema, Iñaki sintió «muchísimo miedo«. Al leer el texto «me dio muchísimo más«.
Pensé ¿por qué yo? Me sacaba de mi línea de confort. Me lo tomé como un reto y ha sido un reto absoluto. Un viaje emocional, artístico, intelectual, muy profundo que va a dejar huella. Hasta este momento he vivido de espaldas a la diversidad funcional, por suerte o por desgracia. Este espectáculo me está cambiando la mirada de una manera muy simple: voy por la calle y no hago más que ver gente con diversidad funcional y antes no la veía. ¿Qué más puede hacer un espectáculo como que nos alimentemos en este oficio de esta manera? Esta vivencia nueva es algo que le sucede a Iñaki y otros miembros del equipo, así como a personas con diversidad funcional, que no contemplaban más que la suya, entonces descubre que es un colectivo muy amplio. Haciendo las pruebas una actriz, Lola, que es ciega y había leído una parte de lo escrito por Esther, hablaba de otra problemática, porque «tengo una amiga que tiene esa problemática y nunca he hablado con ella de eso. ¿Cómo es posible? Voy a hablar». Pensé: «Merece la pena hacer esta función«. Pienso que puedo aspirar a cambiar el mundo, no con mayúsculas, pero sí con hacer que la gente entre de una manera y salga con otra, y Esther habla, precisamente, de lo que no queremos mirar y eso inevitablemente al espectador le va a llegar de alguna manera y e va a transformar.
UNA MUÑECA ERÓTICA EN EL CARTEL Al contemplar el cartel promocional de Superormales, una muñeca erótica, da la sensación de que se trata de una reflexión sobre la vida sexual de los discapacitados. A ello se suma la afirmación de los actores de que «hay mucho sexo». No obstante aparecen otros temas y en concreto uno central: borrar la frontera del discapacitado y capacitado. Esther reconoce que la obra puede parecer un tanto inaprensible, pero en realidad se reduce
a un mosaico de escenas, con diversos personajes, un total de 30. Son escenas que tienen que ver con el sexo y la sexualidad, todas, excepto de algunas que hablan de cómo montar las escenas, que son metateatrales. Es un mosaico sobre ¿qué hacemos con este problema sexual? Lo que intento decir es que debajo de eso, lo que he trabajado son las violencias ejercidas sobre el colectivo en general, pero, en realidad, la obra es: una problemática sexual, otra problemática sexual, otra…, otra circunstancia sexual, antiproblemática quizás. Sí hay un abanico de conocer cómo puede ser la sexualidad en personas, que son diversas. Esther precisa que en la idea de que el texto habla de sexo, pero habla de violencia, por ejemplo si en una escena se reflexiona ¿por qué no deseamos a una persona con diversidad funcional? que no ha tenido nunca sexo en su vida porque nadie la ha deseado, lo que surge ante eso no es que no haya «follado». No ha «follado», no ha trabajado, no ha hecho tantísimas otras cosas. Hay una violencia general, estructural que en el texto se refleja sobre el sexo. Por eso se dice que todo el rato el texto habla de sexo, pero se sustrae toda la violencia que hay detrás. Emilio Gavira ha definido la obra como una tragicomedia, lo cual corrobora Esther porque la violencia que está debajo es la que la sustenta. Hay muchas escenas dramáticas. es una comedia pero también es un tragedia. Debido a tal bina comedia-tragedia, no ha sido fácil encontrar el tono de la función. Iñaki Recarte advierte que no es fácil explicarlo y por eso se representa. De todos modos, tras las sucesivas entrevistas para la prensa se construye un relato del espectáculo. Un relato que es infiel, es mentira. No es real aunque luego lo asumas como cierto. Cuando venga el público se empezará a construir el relato con más fuerza, porque nosotros, aislados, hemos perdido la perspectiva. La sensación que tuvimos en la primera lectura la hemos intentado guardar como una esencia, en un bote pequeño, y es difícil de sostener porque las palabras se gastan para nosotros mismos. Vemos los problemas y no escuchamos las palabras como la primera vez, lo cual se da con el público que lo escucha por primera vez. Es una suerte, porque cuando leímos el texto a todos nos supuso una conmoción, porque el texto es apabullante. Aterrizando sobre la obra, sin que aún no se haya constatado la intervención del público, Iñake concreta que existe una hilo conductor que es una especie de columna vertebral difusa, que tiene que ver con las contradicciones que Esther decide a la hora de elegir esas escenas. Contradicciones en torno al mundo de la sexualidad, de la diversidad funcional, y de cómo nosotros vemos ese mundo. ¿Qué es para nosotros la diversidad funcional? y, de alguna manera, lo que a Esther le ponía en un lugar de desasosiego son las que ha puesto en la función, pero las preocupaciones de Esther son, en realidad, la de todos. Eso hace que el texto sea tan impactante y tan perturbador para todo el mundo. Es más el texto se cuestiona cómo se hace una creación en torno a este espectáculo. Cómo debemos abordarlo. Eso salva al espectáculo: preguntar honestamente si lo que estamos haciendo se puede hacer y si deberíamos hacerlo así, porque no está claro y va a haber opiniones para todos los gustos. El que haya surgido esa duda no supone «no lo hacemos«, sino que ha supuesto hacer un espectáculo que nunca se hubiera pensado hacer y «hacemos cosas que nunca imaginamos pudiéramos llegar a hacer«. De ahí que sea un reto y un sorprenderese. REÍRSE DE SÍ MISMOS Y Todos son actores y ello permite que puedan reírse de sí mismos y de su propia diversidad funcional. Tal reírse de su propia discapacidad es fácil, por parte del espectador, aceptarla cuando se trata de actores que fingen su discapacidad. Otro cantar es saber que esa es su propia condición. Eso está en la base del espectáculo – precisa Esther. Ello nos lleva a preguntarnos «si una persona con discapacidad puede reírse de sí mismo o no, cuando el resto de personas sí podemos reírnos de nosotras mismas. Esa percepción sobre el colectivo de diversidad funcional es justo sobre lo que trabaja el texto. ¿Por qué uno se tiene que preguntar si una persona con diversidad funcional se puede o no reír de sí misma? Ante esta pregunta se da por hecho que no. Como todos somos actores profesionales – añade Emilio Gavira -, no nos planteamos si nos reímos de nosotros. Lo que hacemos primero es aprendernos el texto, y cuando digo el texto lo digo de verdad. Estoy encarnado el texto. El actor trabaja primero para uno y luego para que le guste al director, pero un actor no se plantea «me estoy riendo de mí mismo«.
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Título: Supernormales
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