El domingo 21 de junio entramos con el tercer espectáculo de Madrid en Danza y también con las entradas agotadas. Llegamos sanitariamente al final del Estado de Alarma del Covid 19. Olga Pericet con Un cuerpo infinito (CLIKEAR) nos invita a la transición. CARMEN AMAYA ENTRE BASTIDORES
Fausto Olivares (1940 – 1995), pintor español, del que se ha escrito que su arte no pintaba literalmente el flamenco sino que su «arte es el mismo jondo» y su pintura se ha definido como «expresionismo jondo», ha escrito sobre Carmen Amaya El fuego de la estrella apagada flota disfrazado de frecuencias y temblores que agitan un cuerpo que se forma, ectoplasma trémulo, espectro visible. Fue Carmen Amaya esa estrella accesible. Su baile irradió el universo flamenco. Ola Pericet ha querido crear en este espectáculo un universo en torno a la figura de Carmen Amaya, una de las más grandes bailaoras de flamenco de la historia y propone así un diálogo entre ambas y se acerca a la grandeza de la desaparecida artista desde su propia manera de entender el baile flamenco. En este espectáculo ha contado con la supervisión dramatúrgica de Roberto Fratini y la dirección escénica de Carlota Ferrer Dramatúrgicamente aparecen dos líneas: Pensadores en movimiento y pensadores del movimiento se conjuran para explorar el enigma. Porque infinito es solo el cuerpo que se deja anhelar, rastrear, evocar más allá de las evidencias documentales y más allá de los mitos oficiales, en un sistema de signos donde presente y pasado quedan engarzados, porque la memoria de verdad es siempre borrosa – y el arte del recuerdo es siempre un arte del desenfoque. No se trató nunca de simular la “cercanía” de Amaya (y hacer revival). Se trató siempre y solo de reconstituir su incalculable, estelar lejanía (y hacer reviviscencia): galaxia de recuerdos que nadie recuerda porque no han quedado “grabados” (recorded) en ningún archivo, en ningún documento o monumento. Brillo de una Amaya infraleve, que se observa con estupor, con temor, con amor, como una superficie de mundos y lunas tan remotos que la ciencia no llega a captarlos. UN CUERPO INFINITO
El silencio es el lugar del sonido donde todo comienza y donde todo finaliza, el muro contra el que se estrellan las palabras cuando su sentido resbala. En ese hueco, lleno de ecos, de vibraciones, se instala Pericet para hacer germinar la memoria descifrada de un cuerpo infinito, y descubrirla desde el polo magnético de otro tiempo: el suyo, el nuestro. UN UNIVERSO DE MOVIMIENTO La memoria es una forma de atracción o de gravitación. Desde este espacio vacío y recidivo de la memoria, hecho de retornos y circulaciones, Pericet y su coro de «eternautas» observan, escuchan y sienten Amaya como un gran cuerpo de materia oscura que, invisible en todo momento, llena, sostiene y da densidad a todo un universo de movimiento. Un universo que los expone a temperaturas extremas, entre el cero absoluto del vacío y la incandescencia plena de las estrellas. O entre el cero absoluto de la memoria desistida y la incandescencia del icono insistente, en busca de Amaya como de algo tan cercano que resulta inasible (o tan presente que resulta invisible). El verdadero trance es transitar por Amaya como por un espacio: círculo donde el tiempo es diferente e intermitente, porque pasado y presente han salido de sus goznes y son invisibles las puertas, los umbrales de intensidad que los abren. La memoria se destruye y se reinventa. La materia se transforma. La curva es infinita. El sonido es frecuencia, cifras y explosión. EL MISTERIO AMAYA No se codea uno con el misterio de Amaya sin rozar la magnitud ancestral y astral del flamenco, su esencia, su brutalidad, su dar y su quitar: su devolvernos a nosotros mismos cuando más nos desposee. Genios de la humanidad son quienes abrieron espacios inauditos en el espacio de universos ya cerrados. Genios son quienes estimularon nuevas tentaciones de infinito. Buscando al gran cuerpo astral de Amaya, Pericet encuentra su propio reflejo, acepta el paso del tiempo, del dolor y de la consciencia vertiginosa de desaparecer. Y reformula su amor a la danza como el amor a un medio que la rodea: dimensión sin peso, sin gravedad, serena y a veces, aterradora. Desde aquí empieza a bailar de nuevo, a la manera que su cuerpo le impone cuando le habla, o cuando la escucha. Comenzó buscando a Carmen Amaya y acabó confundiéndose con su propio reflejo en el espejo. OLGA PERICET Creadora internacional, la bailaora y coreógrafa Olga Pericet comparte desde hace casi dos décadas su vibrante arte con el público de los principales festivales y teatros del mundo. Bebe de la tradición y se lanza al abismo de lo nunca visto con espectáculos en los que late un flamenco de opuestos: oscuro y luminoso, femenino y masculino, inquietante y bello. Licenciada en danza española y flamenco y conocedora del contemporáneo, la artista cordobesa es una de las mejores representantes de la renovación flamenca de la escena actual. Desde 2004, año en el que estrenó su primer espectáculo, la artista no ha dejado de trabajar. Ha compartido escenario con figuras como Ana Laguna, Lola Greco, Nacho Duato, Enrique Morente, Isabel Bayon, Joaquín Grilo, Merche Esmeralda o Carmen Cortés, entre otros… En 2018 recibe el Premio Nacional de Danza en la modalidad de Interpretación por “su capacidad de aunar las distintas disciplinas de la danza española, actualizándolas en un lenguaje interpretativo con sello propio” y por “su versatilidad escénica y su valiosa capacidad de transmisión”. “Pericet es innegablemente carismática y su técnica es deslumbrante”, dice de ella The Washington Post.
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Título: Un cuerpo infinito, Olga Pericet
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