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UTOPÍA
LA LÍNEA ONDULANTE DEL BAILE
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UTOPÍA
LA LÍNEA ONDULANTE DEL BAILE
Con el último acorde, aplausos enfervorizados y prolongados. También ¡Bravos! y ese ¡¡¡UHHHH! Esto ya es garantía del espectáculo de Utopía. A ello hay que añadir que tales aplausos procedían de un teatro abarrotado.
Utopía volvía en olor de multitudes, puesto que la temporada pasada bajó el telón con el "No hay localidades". La intención de María Pagés es unir danza y arquitectura, la de Oscar Niemeyer, así como lanzar un mensaje de concordia entre la humanidad, basado en la propia filosofía del arquitecto, quien olvida el ángulo y la línea recta en sus construcciones, decantándose por la sinuosidad (CLIKEAR). Tal elección le viene impuesta por la propia naturaleza, en la que no hay líneas rectas. Éstas las ha creado el hombre, deshumanizando la naturaleza y creando una rigidez, que es reflejo de su intransigencia. La idea de Oscar Niemeyer es vivir esta vida más en comunión con la naturaleza y por lo tanto colaborar con el sentimiento de felicidad y de comprensión, superando los conflictos. Es vivir el día a día con esa filosofía, puesto que "la vida es un soplo".
María Pagés concibe una coreografía que alterna sus solos con los conjuntos corales. Tal alternancia va más allá del crear un "impass" para que la Pagés cambie de vestuario, que lo es. Los solos de María irrumpen como láudano en la conflictividad que expresa la coreografía de conjunto: enfrentamiento y solidaridad, tristeza y alegría…Todas las emociones a las que se siente sometido el ser humano y cuyo resultado desemboca en esta extraña comedia que es la vida.
Tales ideas María Pagés las transmite a través de una danza en la que la ondulación de la línea, sobre todo en ella, es la protagonista. Son impactantes los conjuntos corales, a veces agresivos y otras tiernos, cuyos bailarines mantienen una perfecta sincronía, funcionando como un cuerpo único. Y está ella, con una línea ondulante en el enhebrado de los brazos, el cuerpo y el etéreo vestuario de gran evocación.
El cante de Ana Ramón y Juan de Mairena, a partir deletras de diversos autores, completan el buen gusto que rezuma todo el espectáculo. Lo mismo sucede que los músicos, presentes en el espacio de formas diversas para potenciar un aspecto más que el otro.
A todo esto hay que añadir una ingeniosa, austera y evocadora escenografía, homenaje a la sinuosa línea de Oscar Niemeyer. Se trata de líneas de izquierda a derecha, tres, que flotan en el aire y adquieren diversa alturas y formas, según las diversa situaciones. Feliz hallazgo.
Con Utopía, María Pagés nos muestra un flamenco vivo y en evolución. Sin apartarse de lo que podemos llamar "vocabulario del flamenco" – si es que se puede hablar así -, consigue modernidad profunda, y abre más el horizonte a un estilo, que, desde siempre, se fundamenta en la improvisación, en cuanto que sale de lo más hondo del ser humano, quien, por definición, no tiene reglas. Cuando se las impone o se las imponen, es consciente de que le cortan las alas y de que es un mal menor.
María Pagés, por lo que llevamos viendo de sus espectáculos, huye de ser un simple "clon".
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