Andrés, un hombre de setenta y seis años, culto, socarrón y terco, está perdiendo la memoria, pero se resiste a aceptar ningún tipo de ayuda y rechaza a todos los cuidadores que su hija, Ana, intenta contratar. A medida que trata de dar sentido a sus circunstancias cambiantes, Andrés empieza a dudar de sus seres queridos, de su mente e incluso de su propia vivencia de la realidad. JOSÉ MARÍA POU Para José María Pou, Madrid es su sede habitual, ya que ha venido con innumerables títulos. Ya en la década de los años ochenta, en el Teatro Bellas Artes, hicimos dos temporadas triunfales Amparo Baró y yo con Casa de muñecas y otros títulos. Es un teatro al que quiero especialmente. Hay una novedad con respecto a las funciones que ha interpretado: Cicerón (CLICK), Sócrates (CLICK),Moby Dick (CLICK), La cabra…
Eran funciones que quería yo. Nos encontramos que yo tenía que hacer una función por un compromiso contractual. Yo terminaba de hacer el Falstaff con Calixto Bieto y no encontraba función. Focus, la empresa productora, me puso sobre la mesa El padre. Dije: «No, no quiero hacerla. Primero se ha hecho ya maravillosamente por Héctor Alterio hace 10 años; la película se había estrenado hacía medio año, y cómo me voy a atrever que me comparen con Anthony Hopkings, Héctor Alterio…; ¡No!, en absoluto». Aún así accedí a leer el texto. Lo leí una noche metido en la cama, y automáticamente me recorrió por todo el cuerpo una especie de escalofrío brutal. Esa función que leía en el 2022, no tenía nada que ver con la función que había leído y visto hace 10 años. ¿Qué había pasado? Lo mismo que le está pasando al público ahora: que todos hemos pasado por la Pandemia, y nos ha cambiado el punto de vista de muchas cosas. Las primeras víctimas que nos horrorizaron fueron los abuelos en las residencias. La cifra brutal de fallecimientos de abuelos que la mayoría estaban allí por este tipo de enfermedades. Eso nos hirió de tal manera, y la herida la tenemos todavía, que nos ha hecho mucho más sensibles a ese tipo de enfermedades. Ese es el factor que provoca el éxito en estos momentos. El público está hipersensible con todo lo que tenga que ver con nuestros mayores, los cuidadores, con las enfermedades mentales. EL PADRE, LA MEJOR OBRA El Padre, a estas alturas, es un título del que se ha hablado mucho en todo el mundo, y por ello Pou huelga dar muchas explicaciones. Se estrenó en París en el 2012, y en España, en 2016, se estrenó un primer montaje por el TEI dirigido por José Carlos Plaza y protagonizada por Héctor Alterio. En 2020 se estrenaba la película dirigida por Florian Zeller, por la que Anthony Hopkins obtuvo el Oscar. A lo largo de su recorrido ha obtenido innumerables premios en todas partes. Tanto en Nueva York como en Londres está considerada la mejor obra de las tres últimas décadas El Padre es la tercera función de Florian Zeller, el cual, según Pou, es el más grande representante del teatro actual.
Es un chaval que tiene sólo 44 años, ahora, pero cuando la escribió tenía 32 años. Ha continuado escribiendo una obra temporada tras temporada, y se ha erigido el gran autor francés del teatro contemporáneo y uno de los grandes del teatro europeo. En España se ha hecho bastante teatro suyo: La verdad, que estrenó José María Flotats en el Alcázar (CLICK), otra de sus mejores obras; La mentira, con Carlos Hipólito en el Teatro Maravillas; y ahora La Madre y El padre, que han coincidido en su estreno simultáneo, pero no ha habido ningún entendimiento previo para coincidir. Eso me parece estupendo porque da al público la oportunidad de ver, en un miniciclo, cómo es el teatro de Florian Zeller, en dos funciones que son absolutamente independientes. La madre fue la primera función que estrenó y escribió en el 2010, en París; dos años después escribe y estrena El padre; y seis años después, 2018, escribe y estrena El Hijo. Entre La madre y El Padre, estrena La verdad (2011), y en el 2015, La mentira. Últimamente ha estrenado La verdad de las mentiras. Está clarísimo que es un autor que tiene la sanísima costumbre de confundirnos a todos (risas), de no saber en qué momento que función estamos viendo. Forma parte de su corpus el ir agrupando las funciones en temáticas más o menos parecidas. DENTRO DEL CEREBRO DEL PROTAGONISTA Pou resalta que José María Mestres ha dirigido la obra a partir de una idea muy personal, pero acertadísima. Es la base del éxito. La función en otros lugares y así se estrenó en París, se hace hasta cierto punto naturalista, con salones y muebles de verdad, y decorado más o menos realista. José María en colaboración con un escenógrafo genial, que también es director de escena, que es Paco Azorín y un habitual colaborador suyo y con las luces de Ignasi Camprodon, han compuesto una caja, de manera que el público está siguiendo la función dentro del cerebro del protagonista. Una caja oscura, gris donde unos mínimos elementos van despareciendo, poco a poco, de la misma manera que las cosas, los recuerdos, las personas van desapareciendo de la mente de Andrés, el protagonista. Desde el principio se da cuenta de que le están pasando cosas raras y dice: «Alguien me está robando coas de mi cerebro. Alguien me está borrando parte de mi biografía». Es patético que alguien te vayan borrando sin que tú lo quieras y no te des cuenta, hasta llegar a considerarse un niño que llama a su mamá, que es lo único que le queda y el único nexo de unión con la vida real. Este proceso de degradación junto al problema de los cuidadores es lo que cuenta esta función. EL PÚBLICO IDENTIFICADO José María pone de relieve que lo primordial de la función no es tanto ese hombre enfermo, en el que no se reconoce nadie, ni quiere reconocerse nadie de ninguna manera, cuanto los cuidadores en los que gran parte del público se reconoce en los personajes que le rodean, sobre todo en la hija, el personaje que interpreta Cecilia Solaguren. Lleva en su mano como la antorcha de los cuidadores, que padecen ese tipo de enfermedad tanto más que el propio enfermo. El resto de los cuidadores son el mismo personaje, pero sin serlo, en un artefacto maravillosa que ha inventado el autor, para que el público esté experimentado las mismas cosas que le ocurren a cualquier enfermo de esa terrible enfermedad. En la primera parte, el público se siente tan perdido, tan confuso, que no encuentra explicación a nada de lo que le pasa, exactamente igual que les ocurre a los enfermos, lo cual, durante la representación, coloca al público en una situación donde más que espectadores está teniendo una especie de experiencia rara. Una especie de montaña mágica en la que no sabe qué ocurre. Ese estado de confusión es el que se producen en los primeros estadios de la enfermedad, y luego se va agravando.
HE CONSTRUIDO EL PERSONAJE Para la construcción del personaje Andrés, Pou ha evitado todo referente interpretativo de otros actores, ni grabaciones. Por suerte no tengo ningún caso en la familia, aunque sí he conocido algunos casos, en círculos de amigos. Al final de la función algunos espectadores se acercan para decirnos «cómo lo entiendo yo, mi padre, mi madre…» y nos estrecha las manos. El caso de Carmen Elías (actriz), con la que trabajé mucho y soy amigo suyo, es dramático, pero es un testimonio que está ahí y no me ha servido a nivel interpretativo ,salvo la emoción que puede producirme el saber que hay personas cercanas con este mal. Recuerdo a Berta Riaza, una de las mejores actrices de este país, que tuvo que retirarse, y estuvo muchísimos años con un problema de Alhzeimer, sin trabajar. Curiosamente, hace unos años, un médico neurólogo, amigo mío, en una cena y hablando de este tema, sin pensar que llegaría a hacer esta función, me dijo: «Tranquilo, los actores tenéis un salva conducto, estáis asegurados contra el Alzheimer y con cualquiera de ese tipo de enfermedades, porque estáis ejercitando la memoria muchísimo más que los ciudadanos normales». Es verdad. Cualquiera de nuestros trabajos pasa por encima de todo por la memoria, aún así algunos casos hemos conocido en la profesión. Dejando de lado todas estas posibles referencias, Pou confirma que he construido el personaje desde mis propios miedos. Todos los días en los ensayos y en las funciones, luego, cuando digo algunas frases del personaje o vivo algunas situaciones determinadas, las vivo desde mi propio miedo personal. ¡Dios mío! qué horror si yo me encontrara en ese estado. Ese miedo a que me pueda ocurrir lo mismo que a mi personaje Andrés, que es tan cercano a mí, que me pone en un estado de hipersensibilidad y fragilidad, lo utilizo como actor y creo que eso es muy bueno. JOSE MARÍA MESTRE, director de escena José María Mestre, con amplia experiencia en la dirección escénica, define El Padre como la obra canónica de Florian Zeller, sin menospreciar las otras obras de su vasta producción dramática. Tal merecimiento se debe a que
está escrito desde un sitio que nos interpela profundamente, porque tiene un artefacto teatral que solo lo puede construir un grandísimo autor, que es hacer que el público vea la función desde la óptica del actor protagonista, Andrés – el personaje que interpreta José María -, y sentir su propio dolor y acompañar en este viaje hacia el olvido, que es de lo que habla esta función. Un señor que está perdiendo sus facultades y se está borrando de este mundo. El autor lo hace desde la cabeza del propio autor. Eso nos provoca una desazón y una empatía, una solidaridad profunda con el personaje. Esto es lo que lo convierte en un viaje tan emotivo. La obra es dolorosa, pero también es cómica, es un «thriller», es muchas más cosas, y aquí está la habilidad de de un gran autor para construir un artefacto que es una montaña rusa, emocional y tocando uno de los temas candentes de la vida, como es el que uno se despide de lo que ha sido, y si hay mala suerte, como en este caso, lo hace desde un sitio que se borra. Es lo inexorable, no se puede luchar contra hasta que no se encuentre una solución científica, y la ciencia avance cada vez más, y es posible que en unos años ojalá podamos decir que esto pueda solucionarse de alguna manera. Ahora no se puede, pero tenemos el teatro, y el teatro hace que nos sintamos empáticos con lo que pasa, con lo que les pasa a nuestros seres cercanos o no tan cercanos, y también a los que les cuidan que es muy importante. No quiero olvidar el papel de los personajes cuidadores, la hija en este caso, las enfermeras…Cómo viven eso, y les afecta en sus vidas y su realización personal. UN JOSÉ MARÍA POU VULNERABLE Mestresadjudica esta comunicación participativa, a la gran entrega de José María Pou a la hora de trabajar tanto en la versión catalana de hace dos años, como ahora en castellano. Ahora ha sido más bonito porque las cosas cuando se reposan y se vuelven a retomar, uno se cree más sabio – y «más viejo» apostilla Pou -(risas), y se retoma desde otro sitio sabiendo que aquello que haces gustará porque estás enamorado de aquello que haces y lo ofreces como un regalo al público, y ha sido un placer impresionante. Sobre todo tengo que agradecer a José MaríaPou la disposición de vulnerabilidad que se ha puesto a la hora de trabajar, porque está acostumbrado a personajes muy épicos. En cuanto al resto de los actores Mestres considera que forman un equipo maravilloso y se dejan la piel en su personajes en todas la representaciones. SIEMPRE HAY UNA CONVERSACIÓN PENDIENTE
De Zeller tenemos en Madrid El Padre y La Madre, pero es que también ha estrenado otra obra: El Hijo. No esdisparatado preguntarse qué hay en él para abordar el tema de la familia desde distintas perspectivas. Amén de que podría, ligeramente, atribuirle algún trauma, Mestres piensa que el teatro siempre habla de amor y de dolor. ¿En qué núcleo se ven estas situaciones como con lupa? En la familia. Siempre hay esa frase: «No he hecho, o tengo que hacer la conversación con mi padre, con los que están vivos o con la madre». Depende de cada caso, pero siempre hay una conversación importante, y aquí Zeller hace su conversación con su padre, pero aprovecha para hacer muchas cosas más con el fin de que también nosotros podamos hacer nuestra conversación con nuestro padre, enfermo o sano, pero es una conversación muy poderosa con el padre. ESTOY PERDIENDO TODAS LAS HOJAS A pesar de que la enfermedad es el Alzheimer, en la función no se aportan datos médicos y nunca se pronuncia la palabra Alzheimer, ni la palabra enfermedad mental. No se menciona ningún diagnóstico. Es el problema personal de un hombre que ha sido el tronco: un hombre muy autoritario, ha ejercido el poder y nota que se está borrando poco a poco de este mundo, y el autor lo dice de una manera maravillosa, a través del personaje, y que a mí me pone la carne de gallina: «Siento que estoy perdiendo todas las hojas, una detrás de otra». Eso que parece una frase patética, se está definiendo como ha sido, como el tronco potente de un árbol que era el centro de su mundo, y que está quedándose como un árbol seco y desnudo. Creo que lo que le importa a Zeller es hacer teatro – precisa Mestres –, no hacer ciencia, y es muy buen autor de teatro. Sabe cómo hacernos entrar en la historia y en el cerebro del personaje.
Esta versión se estrenó en catalán en el Teatro Romea de Barcelona en el 2022, manteniendo temporada de 6 meses con llenos continuos y lo mismo sucedió en la gira por zonas de Cataluña, Valencia y Mallorca. Ahí termina la Compañía catalana. Tras un descanso en verano se decide la versión en castellano, para la gira por el resto del territorio español. Por compromisos adquiridos de algunos actores catalanes se crea una nueva Compañía con actores castellanos, interpretada por José María Pou, Cecilia Solaguren, Elvira Cuadrupani, Jorge Kent, Alberto Iglesias, Lara Grube. Se estrenó en el Teatro Arriaga de Bilbao el 10 de enero, con lo cual se llega a Madrid después de dos meses de gira – Bilbao, Santiago, La Coruña, Pamplona, Logroño, Vitoria…- con todas las entradas agotadas. En Madrid estamos dos meses enteros, hasta el 29 de abril. FUNCIÓN PRECIO
Título original: Le Père (El Padre)
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