Amaeru es un término japonés que significa benevolencia en el cuidado de una persona hacia otra. A partir de ella se desarrolla un drama, contada desde un costumbrismo argentino, que indaga en los vínculos afectivos de las personas como una característica de primera necesidad que sirve para poder sobrevivir a una realidad que la escritora cree cruel. La pieza supone un homenaje a las raíces sudamericanas de la propia Román – la memoria de su abuela paterna -, y en ella dos hombres entretejen unos lazos emocionales fundamentales que les hacen sentirse familia sin serlo. CAROLINA ROMÁN, dramaturga y directora Carolina Román (Formosa, Argentina, 1972) es una artista asentada en Madrid, donde fundó su compañía Adentro. Uno de sus montajes felices estrenado en marzo de 2018 y que sigue de gira es Juguetes rotos (CLICK) – Mejor Espectáculo en los Premios Fun & Money y premio al Mejor Actor «ex aequo» a sus protagonistas – Nacho Guerreros, Kike Guaza. Su último trabajo teatral, como autora y directora, es Amaeru, término que aclara:
El texto nace en la Pandemia al constatar Carolina «Cuán necesario es el otro». Todos hemos pasado esta experiencia vital de la falta del otro, de la necesidad del otro, o incluso el hartazgo del otro, según con quien te haya tocado estar encerrado. Lo que sí hemos notado, sobre todo, es la presencia del otro y que sin el otro no somos, y que nos completamos. Lo que no sé exactamente cómo llegué a este término Amaeru. Empecé a investigar en otras culturas y vi que el encierro era de manera muy diferente. Es a partir del otro. Luego la segunda capa es pensar que este tipo de vínculos está en mi familia, y ello me hace pensar que está en la familia de cualquiera de los espectadores. En la línea de esa toxicidad de dominio, cuántas tías tenemos, cuántos matrimonios son así, cuántas hermanas son así. Son vínculos. Tal vínculo de dominio se da, con frecuencia, entre el cuidador con respecto a su enfermo, que lo necesita, pero también «el cuidador es un necesitado, porque necesita que lo necesiten» – precisa Daniel Freire, uno de los intérpretes. Amaeru es un término japonés que tiene que ver con el cuidado de una persona hacia otra. El necesitar que le necesiten, y con el vínculo del cuidador hacia el cuidado. El término abarca muchas de nuestras relaciones, de nuestros vínculos, y yo acuñé este término con una historia familiar, la historia de mi padre, para poder contar desde ahí, como algunos vínculos en este sistema familiar pueden sonar tóxicos, pero, al fin y al cabo, son los grandes «explotadores» – grandes mecanismos de explosión – para la vida, como el caso de estas dos hermanas que son tóxicas, entre ellas, tanto la una como la otra. TENGO ALGUIEN A QUIEN AGARRARME
A lo largo de la narración hay un juego rotatorio de amor-odio, dominación, esclavitud, entre las hermanas, que apunta, de modo complejo, a la sociedad que nos ha tocado vivir. Carolina precisa que esa situación aquí se llamaría toxicidad, pero en Japón es Amaeru. Viene de «Amae», que es lo más parecido del vínculo emocional de una madre con su hijo, pero en Japón está en auge porque se han sujetado a esto para sobrevivir en esta sociedad. Es muy curioso que sea el primer vínculo emocional y no tenga que ver con ningún lazo sanguíneo, con ningún lazo emocional sexual. Es como si yo eligiera a alguien para ser mi «consentido», porque necesito que me necesite. Aquí es toxicidad, en Japón es «tengo a alguien a qué agarrarme». El verbo es «Amai» con la terminación del verbo «eru» que tiene el matiz de «dulzura». Podría traducirse como «buscar la dulzura». Aquí es amargura y allí dulzura.– añade Daniel Freire, una de las hermanas. DENTRO Y FUERA, CAPITAL EN LA OBRA Otro personaje es el entorno del pueblo que también tiene su papelen esta historia, y de ahí la escenografía de Alessio Meloni con su exterior y su interior, al girar la escenografía. En el exterior es cuando las hermanas están tomando las «frescas», algo que puede suceder en Jaén, en el barrio de Linniers (Argentina), es universal. El afuera es un personaje más. Es la amenaza, la invasión, el ojo crítico, el juicio hacia el otro, el juicio hacia ellas mismas. sin el afuera no habría dentro, pues repercute en ellas. Se han creado un mundo tan suyo, que han conseguido sobrevivir al afuera. Han sabido vincularse dentro, para que ahí funcionen. Se dicen burradas a la par que se abrazan. Omar Calicchio, la otra hermana, recuerda que otro personaje importante es la novela televisiva. Les hace volar porque ellas temen al exterior, a todo lo que parece que les va a atacar si abren esa puerta. También hay mucho humor entre ellas – advierte Carolina -, porque creo que en el horror está el humor. Nosotros mismos, si nos observamos, tenemos muchos miedos y a la vez somos abiertos, enjuiciadores; a la vez somos generosos y somos ratas, manipuladores… Así como mostramos una célula de la sociedad de las historia comunes, también mostramos el dentro: podemos decirnos las mayores barbaridades y a los dos minutos darnos un beso y reírnos y volver yo a la barbaridad. Ahora yo soy la tirana, y ahora me hago más pequeña y te manipulo para que me cuides. Es un toma y daca. FAMILIA CON HIJO, Carolina extracta la historia en pocas palabras. Ambas hermanas conforman una familia con el hijo de una de ellas, de Lucinda, un hijo no reconocido. De puertas para afuera, en aquella época, no podía ser mostrado. Aunque está ambientada en el barrio de Liniers en Buenos Aires, es una historia universal. Toda la historia está guiada por una novela, que en aquella época se paraba el País para verla, como reflejo de lo que debería haber sido: cómo debemos amar, qué familia debemos tener, qué ideales debemos perseguir, que no se «condicen» con el patrón que vivimos. Un modelo que no nos representa. Esta novela es una guía hacia el final del montaje, y al final hay una tercera vuelta de tuerca que no se puede desvelar, pero tiene que ver con la deshumanización de la humanidad. Toda la narración está contada desde el humor y desde el horror el aterrizar en ese final viene promovido por el hecho de que la época que nos ha tocado vivir está teñida especialmente de algo muy deshumanizado. No hay espacio para el sentir, para el replantearse.
DOS ACTORES PARA
Las dos hermanas vienen interpretadas por Daniel Freire y Omar Calicchio. Si bien el punto de partida era un texto, la función se ha ido armando al contar con estos dos actores, hemos tenido la posibilidad de abrir un juego muy nutritivo. De hecho Daniel cuando vio el personaje la llamó la Noli, su tía. Así como yo acudo a mi abuela paterna, Piba, para crear esta historia, Daniel Freire recurre a una tía, suya para construir su personaje. En uno de mis personajes hablo de mí, porque hablo de una tía mía, que partiendo del texto de Carolina construyo mi personaje a partir de ella, que era realmente tóxica y muy cuidadora – precisa Daniel. La fórmula de dos actores para dos féminas ha sido utilizada en muchas ocasiones por diversos motivos. La elección de tal recurso, aquí, no conviene desvelarla por aquello de no destrozar la obra y de ahí la respuesta «hay que venir a verla». No obstante, y moviéndose en la cuerda floja para no desvelar nada, Carolina puede adelantar que cada uno de los actores interpreta tres personajes. Estamos trabajando en tres capas: la dos hermanas, la novela y el final. Estamos trabajando como células emocionales. Es un tránsito, a través de recuerdos y vivencias, y al final de todo esto se entiende el puzzle como una pieza que encaja. Entre esas piezas o recuerdos hay un uso de los quimonos que engancha, de alguna manera, con el término Amaeru de origen japonés. Se trata de una escena dominada por la danza japonesa butoh y tiene que ver con las creencias de una de las tías. Omar Calicchio, que interpreta a Lucinda, aclara que la danza butoh se crea a partir de la explosión, y lo que revelamos son estos secretos que están adentro y no pueden salir, como es este bebé que tienen dentro. No lo pueden contar al mundo y Lucinda está aguantando, pero está a punto de reventar y de ahí la danza butoh. CADA VEZ ESTAMOS MÁS SOLOS Lo que el público puede sacar de este montaje Omar Calicchio lo define como sanar una herida. Eso es importante. Cosas que guardamos adentro y que las llevamos como una carga, nos hace tomar conciencia de explotar, y eso es muy liberador. La obra te lleva, más que a pensar lo que acaba de ocurrir en el escenario – añade Daniel -, te lleva a pensar qué cosas tocan a cada espectador, pero sobre todo es la risa, pues son muy divertidas, en esa maldad y amor que tienen entre ellas. También yo, como público, voy a que me pasen cosas, a que me cuenten para poder contarme – interviene Carolina. La obra tiene que leerte a ti como público. Por eso no está todo tan explicado, porque nuestro público es inteligente y hay que darle espacio a que elabore y se emocione o no. Encajar la última pieza, es muy parecido a terminar un puzzle. Por fin ya lo veo. Es verdad que esta obra no es fácil en algún sentido, y es porque te va llevando de la novela a la casa, de la casa a la novela, y te preguntas ¡Qué está pasando? Cuando al final explota y se encaja la última pieza te da tranquilidad y vas entendiendo la historia. En ese final aparecen los terceros personajes y dan sentido a toda la obra, a estos dos personajes de la novela y de las hermanas que entran y salen. De alguna manera estamos denunciando que en esta sociedad, cada vez, estamos más comunicados por pantallas y cada vez estamos más solos y menos escuchados. Los índices segundos de mortalidad en España son los suicidios, y hay mucho tabú en esto. No se habla de ellos. Habrá que empezar a escucharnos emocionalmente dónde estamos como sociedad.
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Título: Amaeru
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