XXXI FESTIVAL DE OTOÑO EN PRIMAVERA de 2014
Idioma: Español Teatro Pradillo
Musicalización, diseño sonoro y operación: Bruno Luciani *Son los actores con los que Alejandro Catalán ha podido desplegar su apuesta. Todos ellos participan en muchos otros proyectos alternativos de Buenos Aires y son, junto a Alejandro Catalán, los dueños y creadores de esta obra.
LINTERNAS PARA DESCUBRIR LOS PERSONAJES
Dos sillas, una rama de árbol, unos trípodes de micrófono y unas linternas. Entran seis actores, tres hombres y tres mujeres, vestidos como para salir de copas. A partir de esto, poco puede imaginarse de lo que allí sucederá. Pero bastará que la luz se apague y que alguno de los actores, iluminado por otro con una linterna, comience a actuar, para que el proceso de sus seres nos introduzca, capture y lleve por el derrotero de una noche intensa y descarriada. Esto es en pocas palabras Amar, que dirige el argentino Alejandro Catalán.
TEATRO «UNDER»
Amar se inscribe en un proceso que en Buenos Aires ya lleva más de 20 años habiendo comenzado a principios de los 80 en lo que fue llamado el teatro “under”: un acontecimiento teatral que implicó la irrupción de un actor cuya actuación era el despliegue de una poética propia y singular. La aparición de lo que podríamos llamar el “imaginario actoral” revolucionó el teatro de Buenos Aires de los 90 renovando los procedimientos dramatúrgicos de autores y directores. Ambos rubros pudieron comenzar a escribir y dirigir partiendo de una nueva condición: actores que no necesitaban de ninguna de las reglas escénicas que habitualmente organizaban la actuación y la dramaturgia; más aún: actores que permitían imaginar de otra manera.
MÁS ALLÁ DE LA PUESTA EN ESCENA Termina por ser una investigación teatral donde la música acompaña certeramente el trabajo de los actores y donde la iluminación (a base de linternas y pequeños focos) se convierte en un protagonista imprescindible de la pieza. Los montajes de Alejandro Catalán (Buenos Aires, 1971) no son montajes al uso. Escenografía, iluminación y sonido se recomponen y giran en torno al trabajo del actor. Sus obras no son “puestas en escena” o “montajes”; en sus obras todos los procedimientos escénicos se recomponen y combinan en función del potenciamiento del trabajo actoral. Los rubros escénicos – categoría que permite reunir en un mismo conjunto a entidades que comparten ciertas características – habituales se convierten en procedimientos escénicos que no se disocian como aportes externos.
La “escenografía”, aparece como un aporte metonímico mínimo pero que compuesto con la luz y la actuación adquiere el efecto espacial de ser realmente una porción de algo mucho más enorme como el bosque, una pista de baile, los reservados de una disco, o el mar. Solo hay una silla de jardín de cuyo respaldo se sostiene una rama que hace un techo de hojas, una banqueta, una silla y una rama amplia cuyo dibujo hace una “ventana” central por la que espiamos una escena. Nada es sólido o “escenográfico” todo es parte de una configuración cambiante que necesita que actuación, luz, objetos y sonidos se compongan para generar esa ficción. La «iluminación» procede de linternas manipuladas como seguidores por los mismos actores. Esto permite una edición de sus secuencias y cambios de espacio mágica e instantánea. De hecho Amar es una obra de teatro que en términos de su dinámica de relato sería más ajustado asociarla con una película. Su luz, como el encuadre, se puede cerrar en el primer plano de un rostro, abrirse a la agitación desenfrenada de varios cuerpos, seguir el desplazamiento de unas piernas, o registrar la visión subjetiva de una mirada. Las linternas, como la cámara de una película, capturan el acontecer afectivo con el que los actores van modificando la subjetividad del ser que actúan, y produciendo la acumulación dramática del relato. Es por esto que el trabajo actoral es decisivo y fundamental: la expectativa del acontecer procedente del juego de su imagen es acentuado lumínicamente, y asumido como fuente de la dinámica narrativa. El “sonido” es esencial y absolutamente integrado a las necesidades narrativas. La música del lugar de la acción, un bar en la playa, es operada en vivo variando en cuanto a temas volumen y fundamentalmente, ecualización. La música que escuchan los espectadores es la que escuchan los personajes y en escena es operada en vivo por un dj, que se convierte en el “séptimo actor” de Amar. La percepción espacial de la distancia en la obra es muy importante. Podemos estar en medio de la música bailando a los gritos y de repente estar afuera de allí viendo a otros personajes, con la música ahora sonando lejos. En el extremo de esto, el “mar” es producido manualmente por un dispositivo hecho con botellas plásticas y semillas que los actores al balancearlas en la penumbra, producen el sonido del rompiente en la orilla. Amar como una especie de “teatro negro” con actores visibles, invita al juego de creer sin concesiones en lo que los seres que atraviesan esa noche tienen para vivir y hacernos vivir como testigos. ALEJANDRO CATALÁN
Alejandro Catalán es un maestro de actores y creador teatral cuya práctica se centra en la capacidad específicamente actoral de generar ficción escénica. Eso le da al teatro de este director una cualidad muy potente y específica.
Como actor, ha trabajado a las órdenes de directores de la talla de Hugo Midón, en El imaginario y en Popeye y Olivia; Daniel Veronese, en Circonegro, o Ricardo Bartis, en El pecado que no se puede nombrar, entre otros. Por su parte, en su haber como director teatral se dan cita las obras Foz (2003), Solos (2005) y Dos minas (2007) y Amar (2010).
|