BALLET DE PERM LES NOCES ESPERAMOS PROYECTOS
Perm ha comenzado a sonar en España a raíz de la programación de la temporada de Ópera 2013/14 del Teatro Real. Acude con Ballet y con la coproducción Ópera de Perm – Teatro Real de la ópera The Indian Queen. Una figura que une ambos proyectos es el director musical Teodor Currentzis, no sólo como director musical de Les Noces y The Indian Queen, sino por ser el director artístico del Teatro de la Ópera de Perm. En el Teatro Real es, ya, familiar por la dirección de varios conciertos y la de las óperas: Iolanta de Chaikowski, Perséphone de Stravinsky (CLIKEAR) y Macbeth de Verdi (CLIKEAR). El conjunto balletístico de Perm viene con la aureola mítica de todos los ballets rusos, sobre todo al ser considerado el de Perm como el tercero tras el Boshoi y el Mariinsky. Esto hace que siempre se espere mucho de ellos, sobre todo en el área clásica. Valga este prólogo para no entender mucho lo que sucede con lo hemos visto. En esta ocasión Perm se aparta del cliché clásico, y ofrece dos títulos que rozan la contemporaneidad del siglo XX. El primero es Les Noces con coreografía de Jiří Kylián y música de Stravinsky. Este ballet se estrenó en 1923 con coreografía de Bronislava Nijinska, interpretado por los Ballets Rusos en el Théâtre de la Gaîté de París, y dirigido por Ernest Ansermet. El segundo es El Bufón (Chout) estrenada el 17 de mayo de 1921 en el Théâtre Municipal de la Gaîté de París, con coreografía incierta. El libreto de Les Noces lo escribió el mismo Stravinsky y narra, a modo de ritual, una boda concertada en el mundo rural. Una boda que está más cerca del sacrifico humano que de la celebración de una nueva vida. En esta composición incluye canciones rusas, recopiladas por P. V. Kirevski (1911)a través de solistas – soprano, mezzosoprano, tenor y bajo -, y coro mixto. Este ballet no se ha representado mucho, y los derechos de autor de la coreografía original de Nijinska los tiene en propiedad el Teatro Mariinsky. A los programadores del Perm, ésta fue una razón para elegir la versión (1982) de Kylián, una vez que Perm es la única Compañía de Ballet que tiene los derechos de autor. Otra razón es destruir el prejuicio de que los rusos sólo son «duchos» en el Ballet clásico. La partitura de Stravinsky, espectacular como las suyas, se potencia con el Coro y lo solistas en un estilo a caballo entre lo «folk» y lo «clásico». En esta ocasión lo interpreta el Coro de la Ópera de Perm. Una interpretación magistral. Coro y Orquesta bajo la dirección de Teodor Currentzis resultan admirables, hasta el punto que se comen la propia danza. La coreografía de Kylián es ágil, gozosa, creando líneas coréuticas efectistas y vistosas. Ésta data de 1982 y, ahora sorprende menos. En todos estos años ha llovido mucho sobre la danza, y lo que, en su momento, fueron rupturas balletísticas, hoy lo son menos. Aunque el original de Nijinska sólo lo he podido ver en video, tengo la sensación de que la versión de Kylián se aparta de ese ritual que parece exigir el original. En España es estreno, que yo sepa, y esto podría ser un aliciente, pero lo que ofrece el Ballet de Perm es una interpretación discreta y no brillante. Nos deja un tanto desilusionados. Tal vez, hayamos mitificado en exceso la calidad artística de los ballets allende Europa. Suple la parte orquestal y del coro, pero la danza es otra cosa. Tema aparte es que Les Noces de Kylián posee el punto de arranque de un modo de entender la danza para otros coreógrafos, entre los que se cuenta Nacho Duato. Lo cual es lógico ya que se estrenó por el Nedherlands ballet Theatre. La velada se complementa con El Bufón (Chout) (1921), un título poco representado y cuya coreografía viene firmada por Stravinsky, y el pintor vanguardista Míjail Larionov (1881 – 1964), también diseñador de la escenografía y vestuario, aunque aparece, en los anales, el nombre de Fyodor Slavinsky como el creador coreográfico, supervisado por Larionov. Todas estas imprecisiones, apuntan a que la mano que está detrás en la coreografía, con más precisión, es la del propio Dhiaguilev. La música de Prokófiev resulta espléndida, en lo que respecta tanto a la composición como a la ejecución dirigida por Valentin Uryupin. Tal excelencia no se corresponde con la parte coreográfica, que se inspira en el original, y que ha coreografiado Alexey Miroshnichenko. Viéndola ahora resulta falta de imaginación para los tiempos que corren, y dudo que, en su época, resultara brillante. Muchos movimientos están mecanizados, algo que se descubría en aquella época y resultaba novedoso, formando un ensamblaje con los sonidos. Hoy menos. Lo que resulta incomprensible, para nuestros días, son las bajadas y subidas de telón como pausa, en la que la orquesta sigue interpretando la brillante partitura. Es un consuelo, pero tales parones llevan al tedio y a la incomprensión del por qué están. Parece ser que se ha querido resucitar la coreografía de Dhiaguilev, así como la pintura de Larionov, en decorados y vestuario. El resultado es una reconstrucción histórica, de la que nos sentimos alejados. Hay que afirmar que no es una coreografía muy inspirada que nos evoca Petruchka y secuelas. La estética del decorado y vestuario colorista y evocadora de los Cuentos que nos narran nos llevan al «boom» de los años veinte en la escena, copada por los pintores de aquella generación. Fueron innovadores, pero hoy exudan cierto olor a naftalina. Esa naftalina se expande, también, al «robotismo» de la danza. Cuestión aparte, es la destreza de los bailarines, que se intuye más que se confirma. Dada la aureola que «orna» a las Compañías Rusas de Ballet ,esperamos otros proyectos más afortunados.
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