LA CREDENCIALES DE JOAQUÍN DE LUZ
Esta programación del Teatro Real viene a ser una muestra de las líneas escogidas por él. Ya se hizo una presentación en el Festival de Granada con otras piezas, pero Actuar en el Teatro Real era la meta de Joaquín de luz. Estrenar en el Teatro Real supone para él un gran honor y me siento un privilegiado de, con la que está cayendo, poder estar aquí siguiendo la actividad y presentándonos ante el público. Este programa es muy especial por muchas razones. Tiene una preferencia musical. Para mí la música es una parte imprescindible de mi proyecto. No concibo la danza sin una progresión musical. Para mí la parte musical tiene que estar muy cuidada. Me encanta la música y no sé si será algo más minimalista. La voy a seguir cuidando. Para mí la Compañía debería tener un director musical, que en otras muchas compañías existe. Es una especie de constructor y me parece de vital importancia. Actualmente ya hemos trabajado con Oliver Díaz sobre la partitura de Giselle– el próximo programa –, y ha sido una de las experiencias más satisfactorias a la hora de reinventar un gran título como Giselle. Hay que ver qué queremos contar, diseccionar un poco la música. Yo no soy un experto, de hecho ni leo música, pero siempre he tenido una sensibilidad y una musicalidad, eso me han dicho, al bailar que, creo, es vital. La música muy cuidada está dentro de mi proyecto. Es lo primero que pienso. Siempre que he hecho programas me he guiado mucho por cómo funcionaría musicalmente.
VERSATILIDAD PARA LA COMPAÑÍA Este programa para iniciar su andadura como director trata de mostrar
lo que quería para mejorar la calidad de esta Compañía. Traer piezas de este nivel me parece superimportante para enseñar a versatilidad. No quiero que haya dos grupos: los que hacen contemporáneo y los que hacen clásicos. Quiero unirlos y esto se consigue con un repertorio así de versátil. Se consigue la musicalidad trabajando en diversas piezas. Quiero que la gente pueda hacer más cosas. Quiero que hay un grupo grande en la Compañía y que pueda ser tan versátil como lo es este programa. Mi intención no es sólo subir el nivel de la Compañía. Quiero crear la misma libertad que se tiene en el ballet contemporáneo. ¿Por qué no sobre puntas? ¿Por qué tener esa rigidez y mantener esos parámetros que hay que hacer bien para todos los puristas y que has repetido ante un espejo y una barra. Es algo muy sagrado. El neoclásico me ofrece un vehículo para combinar ambas. Que mucha gente pueda hacer más del repertorio y enseñar al público que se puede utilizar el lenguaje clásico, pero con la libertad y musicalidad que, a veces, el clásico te constriñe un poco. Estamos en la línea, aunque queda mucho trabajo por hacer. Me gusta muchísimo el rigor y la empatía, que pueden ir de la mano. Están trabajando muy bien. Estoy muy entusiasmado porque hay un gran equipo. Me encanta delegar, y cuando estoy fuera del Estudio me siento cómodo con la gente que dejo, pues están trabajando muy bien. Eso les está afectando favorablemente. Cuando te quitan algo que está arraigado en ti como el de ser bailarín, que no es una profesión sino una identidad, te das cuenta que no hay que dar nada por hecho. Yo tuve una lesión que me dijeron que tenía que dejar de bailar. Logré volver y desde entonces cada función ha sido un regalo. Hay que vivir y bailar así. En este aspecto los bailarines están muy concienciados. APOLLO PARECE QUE ESTUVIERA HECHA AYER El que Joaquín de Luz se haya comprometido con estas piezas no es una elección solamente basada en la calidad, sino que forma parte de su propia historia
He tenido la suerte de bailar en la Compañía que Balanchine construyó e inventó al remodelar la danza. Estuve 15 años en Nueva York en el New York City Ballet, y se hizo Apollo. Se creó en 1928 y parece que estuviera hecha ayer. Es lo que pasa con las cosas que son icónicas. No tienen tiempo, no tiene caducidad. No se ve ni un ápice de estar anticuadas. Balanchine era un revolucionario y lo que hizo, que me parece brillante, es coger el ballet clásico y lo reinventó. Le lavó la cara. Le inyectó musicalidad, porque para él la música, también, era primordial. Más importante incluso que los pasos. Decía: «Ver la música y oír la danza». Era una de sus frases más famosas, y viendo su trabajo se entiende. En opinión de Joaquín, Apollo es una de sus coreografías más icónicas. Lo hizo con los Ballets Rusos y Serge Lifar (1904 – 1986) como primer Apollo. Ha sido una muy buena experiencia con la persona que lo ha venido amontar: Nanette Glushak, directora del Balletschule Theater Basel. Se quedó encantada con la pasión de los bailarines, los cuales están trabajando con una actitud y entrega que me emociona. Después de lo que hemos pasado, cada uno tiene su proceso personal y físico. Meter a un bailarín en casa es como meter a un león en una jaula. Somos animales de estudio y de escenario, entonces hemos tenido un proceso bastante difícil. UNA OBRA REDONDA CON
El Concerto DSCH posee una característica muy importante para Joaquín Fue creada conmigo y con Gonzalo García, uno de los invitados. Gonzalo y yo lo bailaremos el primer día, el 19 de noviembre. Fuimos el «cast» original. Alexei Ratmansky, el coreógrafo, la creó en 2008 y fue una experiencia magnífica. Él es un genio de la musicalidad y de reinventar el movimiento. Es uno de los coreógrafos más relevantes de estos últimos años. Hizo una pieza redonda. Emociona, entretiene al público y te mantiene en el borde del asiento. Es muy física, muy dinámica y con mucho sentido del humor. De Ratmansky destaca su generosidad. Es una persona generosa en el Estudio. Me hubiera encantado tenerlo aquí, pero por el COVID no pudo ser, pero tuvimos el ensayo vía ZOOM, que es una cosa nueva (risas). Fue magnífico, su entusiasmo salía de la pantalla. Increíble. Pensé que todo iba a ser mucho más frío. Hay que adaptarse a los tiempos. Él ha sido muy generoso. Quería más ensayos. Tuvo palabras muy emocionantes para con los bailarines. Ojalá pueda acompañarnos. Es una pieza que ha sido un éxito adonde la hemos llevado. Desde el 2088 la he bailado muchísimas veces. En cada gira que la hemos hecho ha sido un éxito. Es muy especial que la pueda compartir con el público de Madrid y bailarla, al menos, una vez más. A lo mejor me arrepiento al día siguiente, porque es bastante dura. UNA OBRA DE ARTE
White Darkness cierra la velada. Joaquín no concibe la CND sin una obra de Nacho Duato, que está involucrado de nuevo con la Compañía, lo cual le produce una gran emoción. Yo simplemente le abrí la puerta. No hice nada mágico. Va a crear para la Compañía, pero para este primer programa White Darkness, es todavía más relevante, porque dentro de la oscuridad siempre se puede encontrar un ápice de esperanza. Yo es lo que me llevo a casa con esta pieza. Es de una belleza inmensa. Es una obra de arte. Hace que el programa se redondee y termine con una nota con poso. UN PROGRAMA CON COHERENCIA ESTILÍSTICA Joaquín precisa que no gusta de programar a la ligera ya que todo tiene que tener un sentido, también estilísticamente Comienza con un Balanchine bastante en la línea clásica, seguimos con un Ratmansky más neoclásico, un entremedias de los dos, y terminamos con contemporáneo de la máxima calidad. El programa tiene una coherencia estilística y musical, y, para mí, también de patrimonio cultural. Los tres coreógrafos son famosos porque muestran de dónde vienen. Esto me parece importantísimo. Es lo que estoy buscando para la Compañía: tener una identidad, lo cual es algo complejo al no ser una Compañía de autor, pero mediante programas como éste y la Giselle que viene después, una montaña y un animal que lo tengo acogotándome, LOS BAILARINES SON ATLETAS Destaca como algo importante el emocionar al público y no sólo entretener. Tanto con este programa como con la Giselle es lo que estoy buscando. Desde el principio tenía un sentido de la responsabilidad tremendo al ser un Compañía pública. Al INAEM le he estado dando el «coñazo», desde que un futbolista puso el pie sobre la hierba para entrenar, ya que los bailarines son atletas y tienen que estar en el Estudio. Al final me escucharon y dieron luz verde. Yo veía la necesidad y la responsabilidad de hacer cosas. Salí como un Mihura de la puerta de toriles, con un entusiasmo e ímpetu, porque si no lo hacemos nosotros que somos la Compañía pública, me temo que otro sector lo va a tener más difícil. Empatizo con todo esto, pero el objeto es la responsabilidad y sobre todo regalarle al público algo relevante y emocionante. Estamos en una sociedad y en unos tiempos de desconexión, y ojalá que después de este fenómeno tan horrible que está pasando, nos podamos conectar. Espero que sí. Creo que lo que está pasando, sociológicamente ha influido en la cultura, en la danza y en todas las Artes Escénicas. Espero que podamos volver a un poco más de conexión, un poco más de pausa.
NO SOY UN COREÓGRAFO ORTODOXO Es frecuente que los bailarines se encarrilen también por mundo de la coreografía, sobre la que vuelcan sus experiencias, aunque no es necesario ser un bailarín para poder coreografiar. En el caso de Joaquín no se considera un coreógrafo al uso sino un coreógrafo no ortodoxo, si se mira al diccionario. Me gusta el término que se usa en otros países que es el de «curador» (curator), término que aquí suena a «curador de jamón». Diaghilev (los Ballets Rusos) era «curador«. Se inventaba una cosa y ponía los ingredientes. Yo soy más de esto y me está gustando cada vez más la coreografía. Con Arriaga (2020) tuve una experiencia muy buena, con buenísimo resultado. Es complejo hacer una co-coreografía, tienes que estar abierto. Me está gustando muchísimo ahora la experiencia con Giselle, así que ¿por qué no coreografiar? Para la CND ha coreografiado Arriaga (junto a Aguiló y Alosa) (2020) y presentará Giselle en diciembre de ese mismo año en el Teatro de la Zarzuela, con coreografía y dirección escénica del propio De Luz. VOLVER A BAILAR EN EL TEATRO REAL Hace dos años Joaquín bailó por primera vez en el Real y en esta segunda vez siente una gran emoción. No se puede imaginar lo que se siente estar en este escenario. Siempre lo he mirado desde lejos, de EEUU, y ha sido una pequeña espinita que por fin me la pude quitar. Me acordé cuando bailé por primera vez en el Metropolitan de Nueva York, que tenía esa cosa dentro. Al pisar el Real fue sentirme en casa, enseguida. Hay escenarios que tienen esa magia y este es uno de ellos. Tengo muchísimas ganas de pasármelo muy bien el día 19 de noviembre, y compartir con todos. Espero emocionar al público como me está emocionando a mí.
____________ (1) Joaquín De Luz (Madrid, 1976) formado en la escuela de Víctor Ullate, en 1992 ingresa en la Compañía de Ullate donde permaneció tres años. En 1995 fue invitado por Fernando Bujones a bailar con el Ballet Mediterráneo. En septiembre de 1996, el Ballet de Pennsylvania le ofrece formar parte de la compañía como bailarín solista. En diciembre de 1997, ingresó en el cuerpo de baile del American Ballet Theater en Nueva York, siendo nombrado un año después bailarín solista. Permaneció durante 7 años. En 2003 se incorporó como bailarín solista al New York City Ballet y fue nombrado bailarín principal dos años después, en 2005. Interpretó los más importantes roles y papeles de la historia de la danza. Ha aparecido como artista invitado con numerosas compañías internacionales. Representó a España en la Expo de Lisboa 1998 y fue parte de la gira Kings of Dance 2007-2011, girando por toda Rusia y Estados Unidos, recibiendo muy buenas críticas. Ha recibido numerosos premios: Medalla de Oro en el concurso internacional de Nureyev (Bucarest 2006), Premio Benoise de la Danse al mejor bailarín masculino (Moscú 2009), Premio de Cultura de la Comunidad de Madrid (2010) y el Premio Nacional de Danza a la Interpretación (2016). Compagina su faceta de coreógrafo y director artístico, con la de docente como maestro. FUNCIÓN PRECIO
Título: Apollo
Título: Concerto DSCH
Título: White Darkness
|