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EL APAGÓN DESCUBRIR LAS PEQUEÑAS MISERIAS DEL SER HUMANO |
EL APAGÓN DESCUBRIR LAS PEQUEÑAS MISERIAS DEL SER HUMANO
En 1997 llegaba al Teatro Reina Victoria de Madrid, bajo la dirección del director polaco Jarosław Bielski, un curiosa comedia de Peter Shaffer. Curiosa, porque estábamos acostumbrados a otro tipo de teatro – llamémosle más sesudo – en Shaffer: Equus, Ejercicio para cinco dedos, Amadeus… Curiosa, porque trastocaba las convenciones de luz y oscuridad, con que nos desenvolvemos en la vida real. En 1965 Laurence Olivier dirigía el National Theatre de Londres, que acababa de nacer. Pidió a Peter Shaffer que le escribiera una comedia. Peter le entregó Black Comedy, que se tradujo en España El Apagón, pues, imagino, la traducción literal Comedia negra, podría llevar a equívoco, por aquello del cine negro (policíaco y del hampa). Resultó un éxito tanto para el autor como para John Dexter, el director de la puesta en escena londinense. En España, en diversas ciudades, se ha representado El Apagón. En Madrid el montaje ha sido visto por dos directores de diverso fuste: el mencionado Jarosław Bielski y ahora Yllana. Bielski, casi recién llegado a España navegaba, como director, por ríos alejado de la comedia. Yllana, desde sus comienzos optó por el teatro de humor, que no quiere decir superficial o comedieta. En los años de Bielski, Tomás Gayo, director de la Compañía que montó la obra, declaraba que el recurrir a un director alejado del género de la comedia lo justificaba: "Los actores latinos tenemos tendencia a dispararnos. Es bueno tener un director de estas característica que nos retenga y no nos deje meter morcillas y relajarnos cuando el público se desternilla". El Apagón nos narra una anécdota sencilla. Un artista deseoso de dar el salto a la fama con su arte y, de paso, salir de su casi miserable economía, espera a un rico y prestigioso coleccionista. Con su criterio podrá situar al artista y con su dinero darle de comer. Brindsley, que así se llama el vanguardista artista, tiene una novia, Carol, y, justo en ese día, ella le presentará a su padre. Todo esto entra dentro de lo normal, en principio. Hay un pequeño problema: el mobiliario y estética de la casa de Brindsley está alejado del clasicismo y deontotonismo del padre de Carol. El adecentar su casa puede remediarlo, intercambiando los clásicos muebles de su vecino y amigo, esteta él, por su alocado mobiliario. También sería normal si el vecino accediera a ello, pero está ausente y Brindsley se toma la confianza del traslado. A punto de llegar el coleccionista y padre, un apagón general deja a oscuras la casa. Ahí comienzan las vicisitudes de Brindsley y los equívocos de todos. Tras la primera escena, como es el traslado de muebles, ocurre el apagón y hasta el final los personajes tienen que actuar y relacionarse en plena oscuridad. Un imposible escénico. La originalidad de Peter Shaffer es el ya mencionado trastoque de luz y oscuridad. El Apagón está escrita en clave de comedia y eso está claro, pero en el fondo va más allá. Durante la oscuridad – para el espectador la escena a plena luz – se van desarrollando todos los equívocos y pequeñas mentiras de todos los personajes, que no conviene desvelar aquí. Eso es lo que tiene la falta de luz, que podemos ocultar nuestras pequeñas miserias o mentirijillas, las cuales van apareciendo progresivamente. Por eso El Apagón se me ocurre que va más allá de la mera comedieta, aunque éste sea su género dramático. Viene a ser una metáfora de la vida misma, en la que actuamos de modo diverso hacia afuera que hacia dentro. La vecina desvela una secreta afición, el vecino esteta se cae del guindo al descubrir las artimañas de su adorado vecino (Brindsley), Carol se lleva la sorpresa de que no es la única en el corazón de Brinsley y para rizar más el rizo el coleccionista esperado llega antes de tiempo y frustra a todos. El apagón de luz pone a todos de cara a su mezquina realidad. De este modo la comedia se convierte en una terapia grupal, bajo el prisma del humor. Joe O’Curneen la ha dirigido con ritmo y con un sentido hilarante que provoca las carcajadas del público. Ha encomendado el papel protagonista a Gabino Diego, actor que cae bien, en general, al público por sus interpretaciones cinematográficas – las que conoce el gran público – y por su natural vis cómica que tiene la virtud de la contención. Aquí sabe mantenerse en esa línea. Quien destaca, le ayuda su papel, es Aurora Sánchez en la vecina Miss Furnival. Un personaje que salpica la comedia de intervenciones alternas, pero llenas de humor esperpéntico que Aurora controla cómicamente. Otro de los personajes apetitosos es el Coronel, que interpreta con acierto Paco Churruca. Diego Molero compone un Harold con cierto toque de "loca", proveniente de su pasión por la belleza. No sé si el original lo apunta o es invención de Yllana. Tal "locura" crea un discreto equívoco de sus sentimientos hacia el Brindsley, frustrados por la petición de mano de Carol. El resto de los intérpretes se suman, eficazmente, a la hilaridad que propone la comedia. La escenografía es atractiva, reproduciendo un ático con buhardilla incluida, que nos deja ver el tejado de una de las partes. Es también eficaz para la acción en los diversos escenarios simultáneos. Un acierto lumínico es recurrir a la luna sobre el ciclorama, para que en los momentos de plena oscuridad no estemos ciegos totalmente, sin que ello perjudique la importante oscuridad necesaria. Asistí el sábado 11 de febrero. El teatro estaba a rebosar y con público de diversas edades. Se lo pasa bien. El apagón es una excelente comedia que nos interpela: la de cosas que ocultamos los mortales. Si la luz nos descubriera.
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