En El ocaso de los dioses asistimos a la trágica muerte de Sigfrido, al sacrificio de Brunilda, al fin de la tiranía de los dioses y a la destrucción del Valhalla. El destino, la maldición del anillo y la ambición de los dioses conducen a los protagonistas a un final irreversible en el que, en contraposición, reside una brizna de esperanza al volver el anillo a las hijas del Rhin y restablecer el orden natural. El ocaso de los dioses se asemeja a la de las tragedias griegas y en ella, el desarrollo musical camina en paralelo al devenir del drama, convirtiendo a la orquesta en una suerte de personaje o coro que anticipa la acción, avanzando entre los numerosos «leitmotivs» hasta llegar a la expresión trasformadora de la muerte de Sigfrido en la Marcha fúnebre – con una estructura tonal que va más allá de los límites formales de la música, asociada a una profunda reflexión filosófica-, y a la redención del mundo tras la inmolación de Brunilda.
PABLO HERAS-CASADO, director de orquesta Esta Tetralogía ha soportado un «tour de force» con el COVID19. Entre las vicisitudes de la Pandemia han ido saliendo a flote en medio de las medidas de seguridad que ha afectado de modo especial a los 115 músicos, algunos de los cuales han tenido que desplazarse hacia los palcos laterales de platea. Quien ha tenido que lidiar con estos avatares musicales ha sido Pablo Heras- Casado para el cual este proyecto wagneriano lo considera
el proyecto más importante de mi vida y mi carrera. Este Anillo lo es, sin lugar a dudas, no solamente por ser un proyecto como éste sino por cómo ha transcurrido; cómo lo hemos llevado a cabo y, a pesar de todos los retos inimaginables que sigue teniendo después de 250 años una obra como ésta, el destino nos ha puesto unos más. Quiero expresar mi agradecimiento a Joan(Matabosch) y al Teatro por la confianza de poner un proyecto tan inmenso en un director que hace unos cuantos años era aún más joven que ahora. Ha sido y es un honor. Se ha llegado a este final con una Orquesta in «crescendo» Ya había crecido antes de empezar y estaba en unas condiciones maravillosas, pero ha ido creciendo sobre todo con este proyecto. Es un lujo tener una orquesta como ésta, con la que en estos cuatro años nos hemos permitido la posibilidad de ir madurando y creciendo en este camino tan intenso y tan importante. De la misma manera todo el equipo técnico y artístico, y el «cast» que es el mejor que hemos tenido en el Real y que no me lo he podido imaginar. También hemos tenido la visión desde la dirección, que sea un «casting» que nos acompañe desde el inicio de la Tetralogía. En este momento, la ópera más compleja como puede ser El ocaso de los dioses, todo el equipo artístico nos reencontramos, a pesar de las dificultades de la situación actual de la Pandemia, con una cierta familiaridad y con un lenguaje común a la hora de afrontar este reto. ES UN HONOR ESTAR AQUÍ Desde Sigfrido se tuvo que lidiar con unas condiciones muy diferentes a las que emanaban de las misma opera.
Tanto Sigfrido como El ocaso de los dioses, ya en circunstancias inmejorables, son óperas que suponen un reto y son casi inabarcables, pero en estas circunstancias con la Pandemia lo hicieron más difícil. La valentía, el coraje, la determinación y la planificación del Teatro Real con el equipo y la decisión de Joan de seguir adelante, lo hicieron posible. Este año pensábamos que esas circunstancias no se darían, pero no ha sido así. Las distancias que tenemos que tener entre los músicos se superan porque contamos con la experiencia del año pasado. Contamos con un lugar que ya conocemos y lo abordamos desde una perspectiva de que esto es lo que tenemos y siendo muy afortunados de estar aquí para el final de esta Tetralogía. Evidentemente supone retos para todo el mundo, para los músicos que tienen que hacer un esfuerzo enorme para oírse entre sí y regular balances. Como el año pasado fue exitoso y, para mí, es redoblar el trabajo, lo estamos haciendo y todo está marchando perfectamente. Es un honor estar aquí terminando este viaje fatigante URGE LA FLUIDEZ Y TRANSPARENCIA A lo largo de estas cuatro temporadas hay que pensar que puede haber cambios en los que se refiere a concebir el ritmo o velocidad orquestal. Pablo concede que puede a haberlo como lo hay en el crecimiento de la propia experiencia artística. Por otro lado subraya como fascinante, milagroso el que al ser una obra que se tarda en componer unos 26 años y con un compositor tan revolucionario como Wagner en la historia de la música y del arte, no obstante consigue mantener una unidad estilística, aunque hay, evidentemente, un desarrollo en el cromatismo y en el uso de la orquesta en sí. Máxime cuando en esos años compone otras obras como Tristán e Isolda, Parsifal… Otra cosa es que como director cuando comienzas con el Prólogo de El anillo que es El oro del Rhin (CLICK), tienes que tener en perspectiva la obra completa, y eso es algo absolutamente necesario, y eso a todos los niveles: musical, estético, filosófico… Hablar de desarrollo personal en estos cuatro años, es el de reafirmarme, aún más, en los propósitos y acercamiento a la hora de enfrentarme a esta obra. Desde el principio una obra que la propia partitura está llena de notas del propio compositor o de su asistente, donde urge todo el tiempo a la fluidez, a la transparencia, al ritmo dramático como predominante más que el gozo de la grandilocuencia. Esta premisa era muy importante para mí y sigue siéndolo aún más. Esta urgencia dramática, retórica y expresiva está presente constantemente. En una obra de dimensiones tan colosales, finalmente es el gesto de cada palabra transcrito a una orquesta de 100 músicos, a un nivel de orfebre, esta urgencia y de que no decaiga el ritmo dramático es algo importantísimo. Es una música mucho más cercana del Strauss de Elektra, de Salomé que de un concepto operístico más estático. Aparte de esas limitaciones espúreas y de las propias dificultades de la ópera en sí, según Pablo hay que tener en cuenta el desarrollo personal importante, que nada tiene que ver con el artístico. Ahora mismo, previo al estreno, tengo una sensación de serenidad e intensidad contenida, a pesar de lo grande del reto y del proyecto, y deseando que llegue el miércoles 26 para estrenar.
ROBERT CARSEN, director de escena El director de escena Robert Carsen y el escenógrafo y figurinista Patrick Kinmonth, son autores de la concepción de este montaje que potencia el sentido ecologista de la pieza. Robert Carsen abunda en esta idea, pues la ve cada vez más pertinente.
Cuando nos planteamos esta producción en Colonia, hace más de 20 años, el escenógrafo y yo, nuestro punto de partida era esta situación de catástrofe ecológica. El anillo de los Nibelungos tiene mil lecturas posibles y es tan ingente que es imposible abarcarlo enteramente, a pesar de que se han escrito más libros que sobre otra producción. Es algo imposible de constreñir, y solamente la experiencia personal es lo que, finalmente, sirve. Cada uno tiene la suya propia. Por eso es tan importante presentar esta ópera escenificada. Lo que es verdad es que el tema de la «Naturaleza» es muy importante: aparece el nacimiento del río Rhin, su recorrido; el personaje de Siegfried unido a la Naturaleza; aparecen las aves, los árboles, y muchas escenas en exteriores. Esto en oposición al papel Wotan que es un desastre desde su primera construcción del palacio que le lleva a la ruina. Vemos también que el hombre es advertido desde el principio por Erda, la diosa de la Sabiduría y la Tierra, del peligro inminente de destrucción de todo, pero he decir que hace 20 años no creía que fuese tan pertinente como es ahora. Ojalá no lo fuera. Como anécdota recuerdo que en las primeras páginas de los periódicos aparecía la foto de nuestra escenografía del Rhin lleno de basura, y de las fotos reales del lecho del Rhin, porque ese verano fue tan caluroso que el Rhin se secó. LA DESTRUCCIÓN DE WOTAN, Los varios montajes en estos 20 años no han sido en balde
Estos varios montajes nos han dado la posibilidad de visitar la ópera, la cual se ha ido enriqueciendo y adaptando, pero ese es el mensaje: el peligro de destrucción, pero que debe desembocar en un renacimiento, en un nuevo comienzo. El rey Wotan es un desastre, un mentiroso que piensa que puede hacer lo que quiera con su poder absoluto, pero el mensaje final es que esa destrucción de Wotan, de los dioses, debe llevar a un nuevo comienzo. Hace 20 años que se estrenó esta producción y en el 2022, aterriza en Madrid. Todos esos años transcurridos han podido influir en el espectáculo y también en el mismo pensamiento de Robert Carsen. Cada vez que uno revisita una producción, es cierto que con el paso del tiempo te das cuenta que uno ha cambiado. Por supuesto que he cambiado y espero haber aprendido durante todo este tiempo. Con respecto a la obra habido cambios. Por ejemplo en Venecia tomamos la decisión de presentar la Tetralogía en cuatro años sucesivos, y no de una vez porque me parecía inabarcable. Yo mismo no me sentiría capaz de hacerlo. A lo largo del tiempo ha habido otros cambios y lo siego haciendo. Por ejemplo no queremos, en ningún caso, obligar a los cantantes adaptarse a un corsé, sino que dependiendo de los cantantes se adapta a la estructura básica del Teatro que la alquila: qué cantantes tenemos; qué director musical dirige la orquesta, lo cual es muy importante, para mí, porque cada uno tiene su lectura y su enfoque. En este aspecto ha sido un inmenso placer haber trabajado con Pablo(Heras-Casado), y vamos a continuar. Después de El ocaso, empezamos los ensayos de Don Giovani, en la Scala de Milán. ¿INFLUJO DE LA PANDEMIA EN EL MONTAJE DE MADRID? En estos años la Pandemia apareció como destructora de seres humanos y poniendo en peligro una sociedad a nivel mundial. Esto podría haber influido en la revisión del montaje original, no obstante no ha sido así: Evidentemente si el montaje hubiera sido nuevo me lo hubiera podido plantear, pero no era el caso. De todos modos en un contexto de Pandemia, tanto los cantantes como los miembros del Coro, como el público llevaban máscara. Es verdad que el elemento medio ambiental está presente con una gran fuerza, y la Pandemia sería un resultado de nuestra actitud, de nuestro comportamiento y de todo lo que hemos hecho a este planeta, que está al borde de asumirlo en esta carrera irresponsable del ser humano y que puede haber conducido a esta Pandemia. Lo que estamos haciendo a este planeta nos lleva al desastre. Todos los días se informa de los números de animales que desaparecen en esta nueva era del antropoceno, y, obviamente, si esta destrucción del medio ambiente si sigue así, conducirá a la destrucción del ser humano, porque el planeta seguirá así. Somos nosotros los que vamos a perder. Para Wagner esta era una cuestión verdaderamente candente, y hay que tener en cuenta la importancia que da, en el contexto del mito, al medio ambiente, lo cual se ve en el hecho de que Erda, la sabiduría y la tierra, advierte al Rey Wotan de las consecuencias que tendrá su actuación y esa construcción del Palacio de los dioses, el Valhalla, una fortaleza ocupada por zombies muertos. Es verdad que el Planeta está al borde de lo que puede asumir y es triste el que el ser humano sea incapaz de vivir con el Planeta y de vivir juntos, lo cual es responsabilidad de todos nosotros.
FUNCIÓN PRECIO
Título: El ocaso de los dioses (Götterdämmerung) Coro y Orquesta titulares del Teatro Real(Coro Intermezzo / Orquesta Sinfónica de Madrid) Director del Coro: Andrés Máspero
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