Tatiana, joven culta y melancólica de una familia hacendada, se refugia en la literatura para trascender la abulia de la vida rural. Conoce a Oneguin, dandi, intelectual, seductor, ególatra, sarcástico y rebelde. Tatiana le confiesa su amor en una carta apasionada. Oneguin desprecia tales sentimientos y coquetea con su hermana Olga, una ingenua pizpireta provinciana, provocando los celos de su prometido Lenski, poeta y gran amigo suyo al que acaba matando en un duelo. A partir de entonces, Oneguin deambula sin rumbo, cargando con su culpa. Años más tarde, con Tatiana, ahora una mujer glamurosa, refinada y atractiva, esposa del príncipe Gremin, a la que, Oneguin, expresa su tardío amor … Eugenio Oneguin se ha representado en Madrid en diversas ocasiones pero nunca se representó en la época histórica del Teatro Real (1850 – 1925), así como tampoco nada del Chaikowski operístico. Cuando el Teatro de la Zarzuela tomó el relevo de las representaciones de ópera, Eugenio Oneguin se representó en dos ocasiones, con giras del Este de Europa: en 1972 (coproducción con el Teatro Nacional de Sofia), y en 1981 (el Teatro Kirov de Leningrado). Tras la reapertura del Teatro Real en 1997 se representó en 2010 con el Teatro Bolshoi de Moscú. Siempre se ha representado con compañías invitadas. Esta versión de 2025 es la primera vez que el Teatro Real coproduce Eugenio Oneguin con la ópera de Oslo y el Liceo de Barcelona. CHRISTOF LOY, director de escena
Christof Loy (Essen, Alemania) ha trabajado en los principales coliseos operísticos europeos. Elegido director del año en diversas ocasiones por la revista Opernwelt y en los International Opera Awards de 2017, recibió el premio a la mejor producción de los International Opera Awards de 2016 por Peter Grimes en el Theater an der Wien. En tiempos recientes ha trabajado como coreógrafo en una producción de Eine Winterreise con Anne Sofie von Otter en el Theater de Basilea. En el Teatro Real ha dirigido Ariadne auf Naxos (2006), Lulu (2009), Capriccio (CLICK) (2019), Rusalka (CLICK) (2020), Arabella (CLICK) (2023) y Erwartung/La voix humaine (CLICK) (2024). La puesta en escena es de Christof Loy, quien ya ha dirigidosiete óperas en el Teatro Real. Una primera incógnita de esta ópera es el que el propio Chaikowski, subtitule «Escenas líricas en tres actos y siete cuadros». Según Christof Loy En el momento de componer, Chaikowski ya tenía una carrera consolidada, pero sentía que algo no terminaba de encajar con el término operístico. Algo de la ópera le molestaba en cuanto al sentido estilístico. Por ello decidió componer una ópera de carácter más intimista. Algo distinto a lo habitual. Eso se podía observar en las cartas que escribía a los amigos: Quería escribir una ópera que se alejara de lo que se definía como «Gran Ópera», y que no fuera apta para los grandes escenarios. Tomó una decisión muy audaz. En primer lugar escogió el tema de una de las más famosas novelas de la literatura rusa, Eugenio Oneguin de Pushkin, para estudiantes del Conservatorio y no para los grandes escenarios. Sin embargo fue un gran éxito. Esta pretensión de Chaikowski no evitó que en Rusia y el resto de Europa tuvieran gran interés por representarla. Llegó un omento en que esta ópera tomó una dirección equivocada, porque cada vez se hacía más grandiosa. Teniendo en cuenta la premisa inicial de Chaikowski, cuando Loy decidió dirigirla quiso volver al origen
Para mí fue una gran influencia la lectura de Stanislawski, quien en su propia casa tenía una sala que garantizaba esta sensación de intimidad que tanto buscaba Chaikowski al principio. Esto ocurrió en los años veinte. Es cierto que ahora estamos en una gran casa como es el Teatro Real, sí que es cierto que la obra busca trasladar esta misma atmósfera íntima que tenía Chaikowski en mente cuando la escribió. DE LAS VÍCTIMAS DE ONEGUIN Tras un estudio concienzudo del texto, Loy descubrió queChaikowski no tenía mucho interés en el protagonista Oneguin Se centra más en lo que podríamos llamar las víctimas de Oneguin: en Tatiana, la joven que se enamora de Oneguin, y en su mejor amigo, Lenski, quien, provocado por el comportamiento de Oneguin, acaba en una invitación a un duelo, que acaba como acaba. Tras esta invitación, se da un cambio muy importante, desde el punto de vista en la perspectiva, que tiene de la obra. Digamos que Oneguin entra lo que podemos llamar el Infierno de Dante, donde se tiene que enfrentar a su mala conciencia. Entonces mi interés se centró mucho más en la psicología de las víctimas. Esto en la primera parte se escenifica con una precisión casi cinematográfica, realista, aunque siempre con este toque poético y teatral. En la segunda parte me centro más en el mundo interior de Oneguin. También hay un cambio my importante en la estética. Es muy distinto a la primera parte. Aquí se describe la parte interior del protagonista de una manera mucho más abstracta. Se puede ver el recorrido psicológico del personaje de una manera mucho más extrema, desde el punto físico, si se quiere. GUSTAVO GIMENO, director musical
Gustavo Gimeno (Valencia) asumirá la dirección musical del Teatro Real a partir de septiembre, que es cuando se despedirá de su anterior cargo: director musical de la Orquesta Filarmónica de Luxemburgo desde 2015 y de la Orquesta Sinfónica de Toronto desde 2020. Ha dirigido diversas orquestas internacionales y ha colaborado con notables artistas de renombre. Como director operístico, ha actuado en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona, la Opernhaus de Zúrich y el Palau de Les Arts Reina Sofía de Valencia. En el Teatro Real ha dirigido El ángel de fuego (CLICK) (2022), el concierto de Nina Stemme y Das Liebesmahl der Apostel (CLICK)(2024) Según Gustavo esta partitura, Chaikowski, la escribió con gran amor. Una frase de Chaikowski que se me quedó grabada fue: «Si el público recibiera la ínfima parte de aquello que he sentido componiendo esta obra mi cometido lo daría por cumplido». La partitura es de mucha simplicidad. Me ha recordado mucho al acercamiento a músicas de compositores como Mozart o Shubert, donde las líneas, muy clásicas, están perfectamente simétricas delineadas con gran intimidad, economía de gestos, poco artificio. Esto también se vive en algunas partituras de Verdi que son más clásicas, y donde se nota la influencia del clasicismo o del inicio del romanticismo y en ese sentido no la encuentro innovadora o que mira hacia el futuro. Quizá sí desde el punto de vista temático que era menos esperado en la época o menos habitual. También desde el punto de vista, del tipo de cantantes que necesitaba o en cuanto que el Coro que no se mueve de manera unificada o que actúe de manera unificada como los grandes coros de la época pero, básicamente, buscando la esencia humana – no solamente en los personajes principales, incluso en el rol de coro, de la gente, y en este caso en la fiesta – al actuar como seres humanos con sinceridad. También desde el punto de vista musical, es un planteamiento de Chaikowski en el que diría «me da igual que sea operístico o no, o que sea más el tema o no. Simplemente quiero ahondar en las emociones en la sinceridad», aunque yo pienso que, inevitablemente hay influencia musical, que a mí me hace pensar en algunos de los grandes compositores de la época que Chaikowski admiraba, y también es el compositor menos ruso y más influenciado por occidente y más clásico. MOMENTOS BRILLANTES
Aunque Gustavo haya hecho hincapié en ese clasicismo, recuerda que eso no quita en que haya momentos brillantes como la polonesa y otras danzas, incluso en el uso de la instrumentación, pero no son la mayoría. También con la utilización de los metales y timbales, pero más bien es un acercamiento muy clásico, también en términos de instrumentación, no sólo en la manera en que forma las frases y el contrapunto, donde básicamente es el trabajo de cuerdas y viento madera. Es una especie de mosaico donde nada es fortuito, ni en la orquestación, ni en las líneas de cantantes. Esa es la grandeza de esta música, que con esa economía de gestos, con esas líneas clásicas, la profundidad, las emociones, la belleza son extraordinarias. Sí, si no ha revolucionado con la forma o la composición con esta ópera, desde luego la profundidad es excepcional. Como director musical Gustavo cayó en la cuenta de la limitación ante una partitura, donde uno llega a un punto en el estudio y en la preparación. Con todo, solamente con los momentos de ensayo que he disfrutado, creo haber entendido mejor que nunca, los frutos que puede dar el trabajo con una dirección escénica y también con elenco fantástico de artistas que tenemos. Chaikowski también decía, como ha dicho Christof Loy, no necesitar de grandes teatros o grandes divos, sino grandísimos artistas, actores y amigos. Es decir que hay un contexto y un ambiente de colaboración en el cual juntos se construye una propuesta, como en este caso. TRABAJAR CON CHRISTOF LOY A esto se añade un plus que es el haber trabajado con Christof Loy. Es la primera vez y no la última. Me ha permitido dar solución musical a muchos momentos donde el trabajo con ellos en la escena y con Christof dirigiéndola, te permite entender las sombras o las ambigüedades, las emociones, a veces, difícilmente describibles con palabras. Los primeros compases de la ópera, con poquísimas notas y solamente con las cuerdas, uno tiene la sensación de que, prácticamente, la totalidad de la pieza y las emociones vienen descritas. Sientes deseo o una melancolía, frustración, una búsqueda y en el segundo compás – viento madera – la objetividad: este es el destino, las cosas son como son y por muchos sentimientos y deseos que haya este es el curso que va a tomar. LA DIVISIÓN EN DOS PARTES Originalmente se trata de una ópera en tres actos que en la versión de Christof Loy queda en dos partes, al reunir el I y II actos para la primera parte y el acto III para la segunda parte. Por otra parte hay pausas, calderones, y tiempos marcados de modo muy preciso por parte de Loy. Ello, según Gustavo, afecta el tempo de la partitura Me afecta porque tengo que responder y estar atento al drama, lo cual supone también cómo se va pasando de una escena a otra, de un número a otro, desde el punto departida hasta donde llega la pausa, que son 16 números y desde el punto de vista de la propuesta escénica de Christof Loy, esta división bien marcada en lo visual y en lo dramático, me ayuda y lo disfruto. También los pasos de un número a otro y la línea larga de la primera parte o de la segunda parte, incluido cuándo podría haber un aplauso, cuándo no, cuándo es importante que sigamos hacia adelante, cuándo tomamos una pausa, cuándo baja el telón… Ha sido todo meticulosamente trabajado y, para mí, ha sido un grandísimo placer. También cuando yo le indicaba a Christof «aquí está marcado este tempo o este otro en la partitura», le daba ideas y adelantaba mínimamente de manera que la parte musical y la escénica vayan de la mano y tenga sentido. Todo esto me ayuda y enriquece, y me da muchas soluciones que yo, por mí mismo, nunca hubiera podido llegar. Esta experiencia conjunta le ha descubierto lo importante del espíritu de colaboración cuando la música escrita sobre papel, se plasma en la escena, lo cual conecta con la idea escénica-musical del compositor. La valoración por parte de Gustavo de dirigir Eugenio Oneguin es el contar con una partitura maravillosa y un honor estar al frente de la dirección musical. Gustavo Gimeno estará al frente de un selecto reparto – con Kristina Mkhitaryan (Tatiana), Iurii Samoilov (Eugenio Oneguin), Bogdan Volkov (Lenski), Victoria Karkacheva (Olga) y Maxim Kuzmin-Karavaev (El príncipe Gremin/Zaretski) en los papeles protagonistas que actuarán junto al Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real.
FUNCIÓN 19:30 horas. PRECIO
Título: Eugenio Oneguin (Escenas líricas en tres actos y siete cuadros) Intérpretes: Cantantes: Dirección del coro: José Luis Basso
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Eugenio Oneguin. Chaikowski. Loy. Gimeno.TR
