Hedda Gabler, hija del general Gabler, tiene 29 años y acaba de contraer matrimonio con Jørgen Tesman, al que no ama. Regresan de su luna miel, que no lo ha sido tanto. En derredor de ella pululan una serie de personajes, un tanto descolocados en la vida y dominados por sus propios intereses: Tesman ansía ser nombrado catedrático; Thea, antigua compañera de colegio de Hedda, ha abandonado a su esposo por Løvborg, exalcohólico y escritor y pretendiente a la misma cátedra de Tesman; el juez Brack, que intenta convertirse en el amante de Hedda. En medio de toda esta turbia riada humana Hedda vive obsesionada con el aburrimiento en que naufraga su vida («A veces creo que solo sirvo para una cosa en este mundo […] para aburrirme mortalmente»), que se destruye a sí misma tras destruir, total o parcialmente, las vidas de los demás. Hedda, personaje complejo y apasionante, posee una refinada maldad así como un intelecto brillante. En su época se le criticó el ser una persona fría, retorcida y excéntrica, que no respetaba los ideales y la moral de la mujer de la época. LA CAJA ESCÉNICA Uno de los protagonistas de esta pieza es la Caja Escénica creada por Max Glaenzel, de la misma familia de Caja Escénica de la versión libre Vania (CLICK), a partir de la obra de Chéjov. En ambas ocasiones el término Caja Escénica es literal, porque el público se concentra en una caja «sui generis», por exigencias del modo de concebir la puesta en escena, investigada desde hace años, a partir de la idea de «formato pequeñísimo». De ahí que la Sala Francisco Nieva sea el ideal para Hedda Gabler, según Àlex Rigola, director de este montaje.
Este formato nos permite hacer un tipo de trabajo, que, seguramente, en salas más grandes no podríamos realizar, y que tiene que ver mucho con lo que llamamos el primer plano cinematográfico, que en teatro es muy difícil de conseguir. Cuando tienes una sala de 500 butacas, el actor, aunque tenga una primera fila que esté muy cercana, tiene que pensar en las 500 personas, y por lo tanto no le permite un tipo de interpretación, que sí se permite cuando es en pequeño formato. En este caso la Caja tiene cabida para 80 butacas y permiten esa proximidad y un trabajo interpretativo. Un trabajo que busca este primer plano, busca una cierta verdad escénica, y es «una» porque no existe la verdad del momento, y dices «escénica» como trampa de una ficción. En el momento en que hay palabras memorizadas deja de ser una verdad, pero hay que buscar en el trabajo interpretativo esta verdad, como es buscar un juego real encima de la puesta en escena. EL ACTOR, EL AUTÉNTICO TRANSMISOR Hedda Gabler está en la línea de un teatro en el que el director y el autor se retiran y la figura principal es el actor, que es el transmisor de las cosas que tiene que decir. No sirve de nada tener un grandísimo texto o un buen director de escena si el transmisor falla. El actor es lo más importante, porque es el punto de unión. Por lo tanto no es sólo transmisor, sino que tiene que tener ganas de decir cosas. Muchas veces los directores usamos al actor y al autor para contarnos nosotros. Principalmente los que tienen que contar son los actores, que van a ser los que se comuniquen con el público. En ese encuentro es donde va a salir más verdad, porque, al final, si son ellos que cuentan cosas que les están pasando, y aprovechan para hablar de su propia intimidad, aunque sea con casos ajenos pues todos tenemos un poco de todo, en esa especie de «ágora» de encuentro, donde actores y público son uno y se comunican, es donde se produce, para mí, la verdad escénica. Entre un actor y otro se repiten, cada día, las mismas palabras, pero los espectadores son diferentes. Por lo tanto en el subconsciente, esas ganas de comunicarse con el espectador son muy elevadas. De hecho cada vez que el actor se gira y habla a la platea, esa comunicación es directa. Cuando yo narro una historia estoy realizando una verdad. Cuando simulo que me enfado con el otro actor es una simulación. Buscamos esa verdad escénica para comunicarnos y hablar del ser humano. PERSONAJES PERDIDOS En el caso de Hedda Gabler, Rigola la define como «una pieza de personajes perdidos», tanto su protagonista como el resto de los personajes
No es una pieza agradable. Hedda está perdida, como estamos un poco nosotros en la actualidad, en ese cambio de Era, que dicen que estamos viviendo, pero que no sabemos exactamente ni hacia dónde vamos, ni quiénes somos. Esta pieza habla de personas que están como desajustadas en la sociedad, y buscan soluciones para vivir. Eso lleva mucha relación con otra palabra que lleva como 15 años de moda que es la «toxicidad», seguramente producto de esta presión de no saber, de no localizarnos que vivimos. Toxicidad que vivimos todos y que también damos todos, a los otros y a nosotros mismos. TOXICIDAD Y SEXO Todos los personajes están metidos en una Caja como representación del mundo contemporáneo. Cada personaje tiene esos elementos tóxicos, aunque, quizá, el más visible es Hedda Gabler, pero, en el fondo, lo son todos los personajes. Cada uno intenta solucionar ese malestar en el mundo contemporáneo a su manera, produciendo toxicidad a otros; otros produciéndose toxicidad consigo mismo, por ejemplo a través del alcohol y las drogas; a través del anularse. Son personajes muy desubicados y eso no les permite competir entre ellos como sucede en Un enemigo del pueblo (CLICK). Los personajes se han sintetizado en 5, y todos son muy diferentes. Intentan salir de la propia realidad creando tensiones innecesarias, abusando del alcohol, de las drogas. No se habla directamente en la pieza, pero hay todo un trabajo en torno al sexo. Salirse de la realidad a través del placer que nunca se ve directamente en las escenas, pero si la lees atentamente verás que está en el pasado-presente que han tenido varios de los personajes y que siguen jugando a esto. Si se quiere buscar el elemento competitivo entre los personajes, Rigola desvela que en algunos de ellos si hay un juego sobre la relación de poder. Es como si sólo pudieran reconocer la imposición del otro imponiéndose al otro o no dejándose caer en el otro a trasvés de la palabra. Hay un juego continuo de quién tiene el poder, y usan todos los elementos que tienen a su alcance, desde el poder profesional hasta el del coqueteo. DE VANIA A HEDDA GABLER El 23 de noviembre de 2017 llegaba a los Teatros del Canal, en la Sala Negra, Vania (CLICK). Rigola nos metía a los 60 espectadores en una Caja de seis metros de ancho por ocho de largo. Ahora vuelve a una similar caja escénica, aunque para 80 personas. En este tracto de tiempo ha seguido investigando y el trabajo de Hedda Gabler afirma que es muy parecido al de Vania (CLICK), pero las piezas son muy diferentes. Vania permite el encuentro continuo del actor con el espectador, y en Hedda Gabler, el autor se convierte mucho más en narrador. Vania eran personas hablando directamente de sus propios problemas con el espectador. Aquí hay una dificultad, pues hay una escenas y hay toda una narración para transformar la Hedda Gabler original, que, para mí, está en toda su esencia, aunque muy cambiada de texto. Yo pediría al espectador que no espere aquí a Chéjov. Es Ibsen y por lo tanto es otro tipo de autor, aunque el trabajo es muy parecido. Se sigue trabajando con el mismo decálogo escénico que usamos en Vania, y que todos estos años hemos seguido perfeccionando. EL DECÁLOGO QUE IMPONE Este tipo de trabajo ha llegado a establecer unas normas: La primera norma es no representar emociones, algo casi imposible. Las emociones aparecen en el momento que quiero, pero nunca representarlas. Durante años los directores hemos señalado: «Aquí tienes que reír más», «Te enfadas», «Estás triste»… Hay que evitar todo este tipo de acotaciones. En todo caso nacen al estar jugando en escena, pero nunca marcarlas. Si sale el grito, por la necesidad impulsiva del actor, que salga, pero no pedírselo. Por lo tanto no se empieza memorizando el texto, sino que casi todo el proceso de ensayos que dura dos meses, sólo en la última semana cuando tú ya tienes muy claro las intenciones desde donde sale y qué quiero conseguir del otro con esta frase. Eso es lo más importante. No llenar esa frase de otras emociones. Lo importante es lo que quiero yo en cada momento. Eso representa una desnudez total y trabajas en un lugar muy inseguro, porque es fácil perder el texto, una vez que no solamente te sorprendes tú, sino también el otro. Con el tiempo y los ensayos todo se va ajustando, Reproducen casi lo mismo pero desde un sitio paralelo al que estamos acostumbrados. Hay una serie de normas: Cuando hables con el público, ten en cuenta que el público es igual o más inteligente que tú; hay también normas dramatúrgicas que hacen que se esté jugando en escena. Por ejemplo al decir a una actriz te quiero, no queda claro si se lo dices al personaje o la propia actriz, y al salir del escenario, no se lo cuentes. Es un modo de jugar. Esta es la base, pero luego entran otras personas y somos humanos. En nuestra base la representación de las emociones la hemos tenido siempre, y para los actores es la columna sobre la que se mueven. Yo lo que intento decir es que quien tiene que emocionarse es el público, no los actores. Al final sucederá porque suceden cosas que están vivas. Eso es importantísimo en los primeros 30 minutos de la pieza, porque el espectador entra, se sienta y si ya suceden cosa de emoción al segundo número tres, y, como espectador, siento que me están vendiendo la moto. Quiero olvidarme que estoy en un teatro, y para olvidarme, seguramente, ves ese juego que nace entre ellos. Naturalmente hay un texto memorizado que no te puedes saltar, e improvisar cada día. Improvisar quiere decir que tienes un texto y tú estás vivo sobre lo que te están contando, pero no cambiar el texto. Improvisar es estar vivo ante lo que sucede, y sucede con el espectador y el resto de los actores, que cambian cada día. Una función nunca sale igual, pero en este caso menos. Para esto hacen falta actores dispuestos a jugar y no siempre es posible. No tiene nada que ver con la calidad actoral, sino que quieran jugar a esto. En Hedda Glaber los actores dispuestos a jugar son: Nausicaa Bonnín que interpreta a Hedda, a la que le acompañan Miranda Gas, Pol López, Marc Rodríguez, Xavi Sáez y Joan Solé.
FUNCIÓN PRECIO
Título: Hedda Gabler
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