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LA PIETRA DEL PARAGONE PIZZI Y ZEDDA CONSTRUYEN UNA VISTOSA COMEDIA ROSSINIANA
El argumento, pues, no tiene un especial interés en cuanto a la intriga. Se reduce a un gran fresco social que sirve al autor para lanzar una crítica de la sociedad marcada por el puro interés, algo que ya hemos visto muchas veces, pero que, por desgracia, sigue existiendo en nuestros días y existirá “per omnia secula saeculorum”. No obstante, este argumento y sobre todo tal cual lo ha modernizado Pizzi, se aparta un tanto de los cánones operísticos de la época que tendían a historias – ricas o pobres, heroicas o rastreras – en las cuales difícilmente se reconoce el respetable. Aquí sí, el respetable puede verse retratado en alguno de los personajes o de las situaciones. Se le ha encasillado en la llamada ópera bufa (cómica), pero podemos decir que se encuentra entre dos aguas, ya que se decanta más por el género de la comedia que por el de la astracanada.
Se aparta también de la ópera al uso – muy estructurada a base de arias y dúos y algunos recitativos – en la estructura musical. El Coro es parco en su intervención como canto y las arias también. Se resuelve la partitura a base de pequeños dúos, tercetos, cuartetos y quintetos, algunos muy de la firma de Rossini. Resultan excelentes musicalmente, sobre todo el final del primer acto. A destacar el aria de tenor de Giocondo – el amigo bueno y amante fiel, aunque no correspondido – de un gran lirismo. En cuanto a las voces arremete con toda la tesitura posible: bajo, tenor, barítono, soprano, mezzosoprano y contralto para la marquesa Clarice (la protagonista). Voz esta última usada – en la ópera – para con los personajes cómicos y los antiguos castrati. Esta diversificación de voces, que se alternan continuamente a lo largo de la historia, proporcionan una gran variabilidad y esta ópera preludia lo que mucho más tarde hemos conocido como comedia musical, salvando las distancias. De hecho, a veces, ha sido tratada como opereta en ciertas versiones alemanas. La actualización a las últimas décadas del siglo XX, en este caso, funciona muy bien y Pizzi sabe sacar muy buen partido a cada una de las situaciones. Desde el punto de vista escénico la casa y sus habitantes no descansan en ningún momento, hasta convertirse la partitura de Rossini – en los momentos orquestales – en una especie de banda sonora cinematográfica. Ha llenado de acciones las diversas intervenciones cantadas – por ejemplo, un dúo se convierte en un partido de tenis – y no se permite ninguna concesión al estatismo o al puro canto. El espectáculo, a pesar de su longitud – 2h y 35 minutos – no pierde ritmo y se ve con agrado.
Todo este tratamiento queda muy bien acoplado a la música de Rossini que en el conjunto aparece con un punto de modernidad, sobre todo en sus, ya, cómicos tercetos. Las mismas chispeantes y variadas melodías se prestan a ello. Es un alarde de la versatilidad del propio Rossini. El reparto es el mismo de Pésaro salvo la protagonista Clarice que interpreta Marie-Ange Todorovitch, Paolo Bordogna en el papel de Pacuvio y Tomeu Bibiloni en el papel de Fabrizio. En todos se detectan una calidad de voces notable y sobre todo una gran soltura interpretativa aunando canto y movimiento. Es cierto que ello lo proporciona, en parte, el que se haya recurrido a un reparto que ya lo había interpretado. Pero los tres cantantes incorporados no les van a la zaga. Cabe destacar el aria de Giocondo interpretada por Raúl Jiménez. Musicalmente es una delicia como composición y la interpretación de Raúl es de gran delicadeza. El personaje, a lo largo de toda la obra, pasa casi desapercibido y aquí logra su culmen.
Marie-Ange Todorovitch es nueva en el Real y en este papel. Sustituye a Carmen Oprisanu – la estrenó en Pésaro -, y se integra a la perfección en la puesta en escena de Pizzi. De voz muy limpia nos ofrece una Clarice de corte lírico con su toque de humor. Marco Vinco – sobrino de Ivo Vinco, que interpretó el mismo papel en la grabación de 1959 en Alberto Zedda dirige con entusiasmo y precisión la orquesta. Su batuta es fresca y y vaporosa. Buen espectáculo a todos los niveles, no obstante el libreto posee mayor interés en el primer acto. El segundo acto en el que hay un giro de tuerca y se cuenta la prueba en que Clarice pone al Conde, resulta menos interesante. En el fondo parece como si fueran dos óperas.
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