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PASSPORT,TRAS LA PESADILLA COTIDIANA |
Desde Venezuela nos llega la feliz noticia de que un dramaturgo de 30 años cuenta ya con pleno reconocimiento público. |
PASSPORT TRAS LA PESADILLA COTIDIANA
Desde Venezuela nos llega la feliz noticia de que un dramaturgo de 30 años cuenta ya con pleno reconocimiento público. Los jóvenes autores caminan por ahí gozando de los espacios que aquí se les niega desde el mismísimo Juan del Encina. La observación se hace tan obligada como inútil. Nadie la escuchará, que andamos nosotros muy ocupados en averiguar las causas de la decadencia progresiva de nuestra escena, y no es cosa de entretenerse en asuntos adjetivos.El caso es que Passport pertenece, desde luego, al pulso de un autor lúcido, instalado en su época, y por tanto buen conocedor del momento. Es pieza breve en tiempo real e intensa en contenido, como corresponde a la estructura básica de la pesadilla.La historia parte de un absurdo aparente: un joven se queda dormido en el vagón del tren donde viaja y aparece en una estación sin nombre perteneciente a un país desconocido. La incomunicación comienza por el verbo y produce unas primeras situaciones incómodas, enojosas, rozando coherentemente la comicidad. Pero el desconocimiento del idioma no es más que el símbolo de un cúmulo de incomprensiones y terrores de mayor rango: insolidaridad, xenofobia, terrorismo, droga… Atmósfera reconocible donde todo humano alcanza la categoría de sospechoso. De modo que el conflicto se transforma rápidamente en un torbellino de violencia y odios hasta mostrar el más crudo drama.
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