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ROCK THE BALLET EL VOCABULARIO DEL BALLET CLÁSICO SE MARIDA CON LOS RITMOS DE HOY
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Rock the Ballet es una acertado espectáculo que puede aglutinar a gente joven, de los cuales la mayoría no tienen ni idea del clásico, del Ballet Clásico, vamos, y a otro público más provecto |
ROCK THE BALLET EL VOCABULARIO DEL BALLET CLÁSICO SE MARIDA CON LOS RITMOS DE HOY
Rock the Ballet es una acertado espectáculo que puede aglutinar a gente joven, de los cuales la mayoría no tienen ni idea del clásico, del Ballet Clásico, vamos, y a otro público más provecto. El público joven conecta, pronto, con los bailarines y obedece las iniciativa de “batir palmas” o emiten los “grititos” cuando, a ritmo del Jackson – el Michael que todos conocemos -, de U2, Queen…, Rasta Thomas rota en un limpio y elevado "grand jetté," del más puro clásico, o Adrienne Canterna gira sin tregua con sus "fouettés", sin ninguna prosopopeya. No digamos si se apunta el hip-hop o el break- dance. Resumiendo: vale la pena asistir porque todo se pasa en un delicioso abrir y cerrar de ojos. La idea base de Rasta Thomas – su creador y primer Bailarín de prestigiosas Compañías de Ballet mundiales y cuyos datos más ampliados se pueden consultar en los enlaces de esta misma página web www.madridteatro.net – es familiarizar a los jóvenes con los pasos del ballet clásico y desafiar que tal vocabulario clásico es aplicable a los ritmos de la música de hoy. Lo consigue. Es más, los “jettés”, “pirouettes”, “fouettés” y demás coqueteos con el “clásico”, cobran vida e incluso se desmitifican en lo que parecen tener de sagrados y de dificultad cuando contemplamos a los bailarines en un Lago de los Cisnes, una Giselle o una Bella Durmiente. Es cierto que aquí son momentos aislados que se entremezclan con los otros ritmos, y ello disminuye la dificultad de la tensión de unos pasos continuados durante toda una representación. Por otro lado, aunque un paso sea más o menos fiel al virtuosisimo obligado virtuoso pasa más desapercibido que en un Ballet. Esto no quiere decir que la ejecución de Rasta Thomas y Adrienne Canterna, a este respecto, sea descuidada. Al contrario manifiestan un gran dominio del estilo y su historia balletística. El espectáculo se divide en dos partes: Beautiful Day y Rock You. La primera parte posee una línea argumental, un tanto convencional. Una historia de amor que se entorpece emocionalmente y se recupera. Se presenta sin grandes pretensiones desde el punto de vista de la historia que nos cuenta, pero sirve para logar un nexo de unión entre la pareja protagonista y sus compañeros, que recuerdan, en buena medida, sobre todo en el arranque, a West Side Story, sólo que aquí la mezcla de estilos de baile – incluyendo la acrobacia – es más arriesgada de lo que, en su época, hizo Jerome Robbins. La segunda parte, Rock You, está compuesta por números sueltos en los que asombra la destreza en el grupo de bailarines – todo hombres con intervenciones de Adrienne – de todos los estilos, y el ritmo trepidante. La unión se logra mediante las melodías familiares al público, el cual se anima a corear desde quesuena el primer compás, amén de engancharse con las palmas y los típicos sonidos aprendidos en los Conciertos de los grandes grupos musicales y cantantes. La interacción de los bailarines y el público es constante. Al fondo una gran pantalla recibe fondos luminosos, proyecciones, unas fijas y otras móviles con movimientos obedientes a los ritmos musicales, los cuales se deciden por la simplicidad estética, el colorido y la vistosidad. En varias ocasiones, tales fondos con los bailarines delante “brincando” ritmos y saltos increíbles, nos recuerdan como si estuviéramos ante un Video-clip, sólo que nos lo ofrecen en directo. Un buen invento. Se goza, pues, de una agradable y deliciosa velada que detiene el tiempo y la hora y media se precipita. Tema aparte es si con este tipo de espectáculo podemos atraer al joven al mundo del Ballet Clásico. El mismo Rasta reconocía, previa entrevista, que el Ballet Clásico supone una cultura y que sus pretensiones eran más modestas: abrir los ojos a un tipo de danza que no está empolvada, y cuyo vocabulario puede trasladarse a otro tipo de ritmos más en ocnsonnacia con la juventud. Lo demuestra. Una de las mayores virtudes de todo el espectáculo, es el ágil hilván que une unos números con otros. Algo de lo que debería aprender el Ballet Clásico, olvidando la solemnidad de los saludos, tras el virtuosismo de sus pasos a dos o de sus solos, que rompen la historia y el ritmo. Sin querer ser simplista, Rock the ballet abre una nueva reflexión sobre el agilizar el Ballet Clásico, sin que ello pierda su esencia. Y algo más: sin que suponga un desprecio,
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