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ROMEO Y JULIETA LA IMPOSIBILIDAD DEL AMOR |
Rreivindicar el amor frente a todo lo que le enturbia |
ROMEO Y JULIETA LA IMPOSIBILIDAD DEL AMOR
La tentación de presentar las obras de Shakespeare a la luz de tiempos más cercanos es grande. Pocos directores se sustraen a ella. Las vías más frecuentes son la revisión de los textos, bien reduciéndolos, bien reelaborándolos para ofrecer nuevas lecturas; vestir a los personajes con ropajes intemporales o de la época a la que se ha trasladado la acción; o sustituir los escenarios señalados por el autor por un espacio desnudo y único. El conocimiento del producto original por parte de los espectadores permite estas licencias y, por tanto, no deben ser descalificadas a priori. Sin embargo, por desgracia, no todas las dramaturgias que se ofrecen son aceptables. Hace falta talento para llevarlas a cabo y un conocimiento y respeto del texto original que no siempre se posee. Muchas de las lecturas que se ofrecen carecen de calidad o, lo que es peor, son meras manipulaciones de lo expresado por el escritor inglés. De ahí que, ante el anuncio de un nuevo Shakespeare y las imágenes difundidas en los días previos al estreno, suelan despertar lógicas suspicacias. Por fortuna, no es el caso del Romeo y Julieta representado por La intención de esta versión firmada por el propio Vidal y Antonio de Cos, que han situado la historia de los jóvenes amantes en los años treinta del pasado siglo, es la de reivindicar el amor frente a todo lo que le enturbia y amenaza: el odio, los intereses materiales, las luchas por el poder, el fanatismo y No cabe decir lo mismo de la escenografía diseñada por Silvia de Marta. Consiste en unos bloques móviles de hormigón que, cuando están alineados unos junto a otros, rememoran tantos muros que, como los de Berlín o los construidos por Israel en territorio palestino, han sido alzados para que sirvan de barreras infranqueables entre los pueblos. Es innegable el paralelismo que existe entre estas moles grises y las surgidas del odio que separan a las familias de los montescos y los capuletos y, por extensión, a tantas otras. En cuanto a su funcionalidad, resulta eficaz para delimitar espacios y eliminar los tiempos muertos entre escenas. Dota al espectáculo de una gran fluidez, pero lo cierto es que se trata de un decorado que exalta lo feo. Mejor opinión nos merece el vestuario, que se caracteriza por su eclecticismo. Francisco Vidal, como director, ha seguido dos líneas que están presentes en el planteamiento de Shakespeare, aunque no de forma tan definida: la comedia y El trabajo actoral responde con creces a lo que se espera de una compañía integrada por alumnos formados en el laboratorio William Leyton. Ellos son el pilar fundamental de esta propuesta, en la que destacan Carlota Romero y Fernando Escudero en los papeles de Julieta y Romeo.
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