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SANTA PERPETUA ESPERPENTO Y MEMORIA HISTÓRICA |
Laila Ripoll,…ha recurrido a él para hablar de las fosas del franquismo, esas que durante la guerra fueron llenándose con los cadáveres de los republicanos fusilados en cunetas o frente a paredones |
SANTA PERPETUA ESPERPENTO Y MEMORIA HISTÓRICA
El esperpento en estado puro se ha instalado en el escenario de Cuarta Pared. Lo ha hecho de la mano de Laila Ripoll, principal valedora en el actual teatro español del genial invento de Valle. En esta ocasión, ha recurrido a él para hablar de las fosas del franquismo, esas que durante la guerra fueron llenándose con los cadáveres de los republicanos fusilados en cunetas o frente a paredones, y que ahora, tras décadas de silencio, primero, y, luego, con la negación de su existencia, tanto trabajo está costando localizarlas y abrirlas. Es como si no se quisiera remover esas tierras para no dañar el paisaje que el olvido interesado y el borrón y cuenta nueva han ido dibujando a lo largo de los años que llevamos en democracia. Santa Perpetua es una pedorreta lanzada a los que quisieran que la memoria histórica y las tibias leyes que la amparan fueran papel mojado. La acción tiene lugar en el interior extremadamente viejo y sucio de una casona de pueblo habitada por tres hermanos, dos varones y una hembra, que bien podrían ser residuos de tiempos aciagos si no fuera por sus inquebrantables ansias de eternidad. Quién manda en la El texto, escrito con el cuidado de quién ama la buena escritura y reescrito a pie de escenario, es un excelente soporte para un espectáculo que, pudiendo haber entrado sólo por los ojos, permite una lectura profunda de la delirante historia que se nos cuenta. También merece ser elogiada la puesta en escena, de la que se ha ocupado, como es habitual, la propia autora. La interpretación sigue los derroteros de algunos de los anteriores trabajos de Micomicón. Marcos León asume el papel de Perpetua, en un ejercicio de travestismo que no es, en absoluto, gratuito. No en vano, su hermano Pacífico sospecha que bajo las sayas esconde la cola que desmentiría su condición de hembra. Éste hermano, corto de luces y, por ello, curioso, impertinente y, a veces, tierno es interpretado por un zascandil y gesticulante Juan Ripoll. Manuel Agredano es el otro hermano. Su personaje, Placido, cumple la doble función de ama de llaves y secretario prudente y fiel de
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