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SUITE |
La Sala Beckett, fiel a sí misma, continúa apostando por nuevos creadores teatrales y Suite de CarIes Batlle (Barcelona, 1963) con dirección de Toni Casares es una prueba de ello. Suite fue premiada en 1999 por la Sociedad General de Autores y es el cuarto texto conocido de su autor. Cabe destacar que Batlle, como historiador y teórico teatral, profesor de dramaturgia y autor dramático, responde a un perfil de temprana erudición teatral y es un defensor del teatro de investigación de carácter íntimo, ambiguo y hermético. Suite reúne todas estas características, pero adolece de una imprescindible: un contenido del mismo calibre de sugerencia que la forma. El texto presenta cuatro personajes, sin antecedentes ni información previa, que finalmente resultan ser dos parejas de diferente generación -un padre y una madre, su hija y su yerno- que entran en confrontación a partir de un ítem reiterativo y al unísono poético: la idealización del recuerdo. El montaje investiga en la disección de este recuerdo, de estas dos realidades y sus caprichosos matices de manera voluntariamente enigmática y hermética. Por desgracia, esta tergiversación de los recuerdos, a priori tan atractiva, se pierde y pasa a ser una pirueta dramaturgia con un excelente pistoletazo de salida que se diluye irremediablemente hasta quedarse en una convención más propia de telenovela que de laboratorio teatral. Suite es un buen ejercicio de investigación formal con una buena idea y con una estructura dramatúrgica atractiva, pero endeble de contenido. Sin embargo, la puesta en escena ha sabido captar la idea de tergiversación e idealización del recuerdo con un ajustado diseño escénico y lumínico que interrelaciona diferentes lugares y realidades: a destacar una sugerente ventana que se abre a dispares espacios en función del personaje. Hay un evidente esfuerzo escénico, excelente el trabajo de Max Glaenzel/Estel Cristia y Kiko Planas, por zambullirse en el carácter ambiguo y hermético del texto. Un esfuerzo bien orquestado por la dirección de Casares que evidencia que la tuerca que no acaba de ajustar es el contenido estereotipado de la historia que no logra encajar con la afinada estructura dramatúrgica. Los actores cumplen y se percibe que Casares no ha podido cohesionarlos porque cada uno defiende su propio territorio al margen del otro. Una elección de supervivencia escénica, ya que enfrentarse a unos diálogos y una estructura dramática hermética en boca de unos roles cercanos a los estereotipos del soap opera televisivo es una ardua tarea. Mención aparte merece Carme Sansa, también cuenta con el rol mejor definido, que ofrece un recital de saber hacer a modo de monólogo y deja intuir, deja nuevo, que el desequilibrio de Suite es la falta de una historia y unos personajes con entidad para estar a la altura de la sugerente estructura dramática.
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