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TROILO Y CRESIDA, Decepcionante Batiburrillo |
TROILO Y CRESIDA
Intérpretes (en Almagro): Femando Sansegundo (Ulises), Alberto Maneiro (Troilo), Cristina Arranz (Crésida), Emilio de Cos (Tersites), Raúl Pazos (Pándaro), Israel Elejalde (Héctor y Prólogo), Antonio Zabalburu (Paris), Daniel Guzmán (Juanma Gómez (Agamenón), Mariano Gracia (Aquiles), Fran Fernández (Eneas y Menéalo), José Marta Ureta (Ayax), Gorka Zubaldfa (Voz de Casandra), Alicia Pascual (Helena). Carlos Ibarra (Diomedes). Intérpretes (en Madrid): los mimos, menos Mariano Gracia sustuído por Martín Kai en Aquiles y la voz de Casandra es Goizalde Núñez. (Esta crítica apareció en la Revista Reseña (n. 353) con motivo del estreno del espectáculo en el Festival de Almagro del 2003. La revista nos concedido la publicación en esta página web www.poloniamadryt.net ó www.madridteatro.net, con motivo de su estreno oficial en Madrid).
Acaso los motivos para la ausencia y la presencia sean semejantes. La complejidad de este texto se manifiesta a través de muchos rasgos, por ejemplo, su carácter coral y su acción confiada a un abundante elenco de personajes, sin que ninguno de ellos, ni siquiera los que dan título a la obra, adquieran propiamente el rango de protagonistas en el sentido usual del término. O la dificultad para determinar su género, lo que ha llevado algún estudioso a calificarla – en su sentido más elogioso – de antiteatro. En Troilo y Cresida abundan los elementos narrativos y discursivos, el desfile de héroes y los tonos épicos y líricos – a veces altisonantes -, consecuencia de su relación con la Ilíada, fuente última de la obra; pero aparecen también rasgos propios de la parodia, o hasta del drama satírico, y situaciones características le la comedia. Y no faltan tampoco los rasgos cruentos, la violencia y la tragicidad que se cierne sobre algunos personajes – Héctor, – sobre todo -, subrayada por sueños, avisos , premoniciones fatales. A estas circunstancias habría que sumar la dificultad para la interpretación de la intencionalidad del texto, que, si en todas las obras de Shakespeare parece difícil, en Troilo y Cresida ha suscitado encarnizadas discusiones…, o ha generado dudas y recelos, que, en ocasiones, los critico se han solucionado pasando de puntillas sobre su complejidad. El telón de fondo de la guerra de Troya sirve para contar una frustrada (o frustrante) historia de amor, pero estos dos núcleos de la narración escénica permiten a Shakespeare escribir uno de sus textos más desengañados, en el que el pensamiento barroco se muestra de manera poderosa, (sugestiva e inquietante. Las paradojas, los mestizajes, la coincidentia oppositorum, los (engaños, el abismo que media entre la apariencia y realidad, la desmitificación de héroes y de tópicos, etc., son los motivos que jalonan esta obra, densa y ligera a la vez en consonancia con este mismo espíritu barroco, y que cuestionan radicalmente a sus personajes y a sus asuntos. En consecuencia, la obra asusta a algunos y estimula a otros a tratar de desentrañar los misterios de un texto tan problemático como sugestivo. El Troilo y Cresida que se vio sobre el escenario presenta una acción atropellada y arbitraria, confusa casi siempre, en la que faltaba una intención, consecuencia de una lectura – la que fuese – del texto de Shakespeare. Cuando no hay ideas claras, es corriente que un director se incline hacia lo obvio y haga hincapié en lo burdo y en lo efectista, y esto sucede con demasiada En la interpretación domina ciertamente el entusiasmo y no faltan ni la dedicación ni la energía, pero escasean la sutileza, el matiz y la profundidad, hasta tal punto que da la impresión de un trabajo demasiado juvenil o hasta escolar. La excepción, al menos parcial, hay que buscarla en un actor sólido, de más que probada trayectoria, como es Fernando Sansegundo, o quizás también en algunos detalles de un actor en ciernes, como es Israel Elejalde, pero la dirección del espectáculo tampoco les concede demasiadas posibilidades.
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