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JUNGLES HOMBRES Y ANIMALES, PRIMOS HERMANOS |
Entre lo salvaje y lo civilizado, no tantas diferencias |
JUNGLES HOMBRES Y ANIMALES, PRIMOS HERMANOS
Patrice Thibaud asegura que los animales están dotados de humanidad y que, a la inversa, los hombres poseen rasgos propios de las bestias. Al fin y al cabo, unos y otros se enfrentan a situaciones parecidas para sobrevivir. Bien mirado, entre la naturaleza salvaje y el mundo civilizado no hay tantas diferencias como parece a primera vista ni fronteras que los hagan impermeables. Una y otro son, en el fondo, la misma jungla. Así debieron entenderlo los creadores de Tarzán, los del mítico gorila King-Kong y cuantos recrearon las vidas de niños abandonados en la selva que crecieron como animales salvajes. Y los fabulistas, que otorgaron el don de la palabra a seres irracionales para filosofar sobre cuestiones humanas, y los cuentistas, que nos hicieron creer que había gatos con botas y lobos feroces. ¿Qué decir de los comics, en los que el pato Donald o Tom y Jerry ocuparon miles de viñetas? ¿Y del Bambi o el elefante Dumbo, que protagonizaron las películas de Disney? Puestos a recordar, no olvidemos relatos como el de Orwell, que se sirvió de los animales de una granja para hacer una feroz crítica del comunismo. No le demos vueltas: encaramarse en la selva a la copa de un árbol gigantesco es casi lo mismo que contemplar el bosque de rascacielos neoyorkinos desde la cima del Empire. El teatro no se ha mantenido al margen de estos juegos de travestismo. Lo hizo Martínez Mediero cuando vistió a los protagonistas de El último gallinero con el plumaje propio de las aves de corral y Els Comedians en El libro de las bestias. Son solo dos ejemplos antiguos entre otros muchos que harían la relación interminable. De modo que Thibaud y compañía no han inventado nada. La originalidad de su propuesta radica en que su discurso escénico es gestual, territorio en el que se mueven como pez en el agua. Herederos de algunos de los genios del cine mudo y de maestros más recientes del mimo, su técnica, muy depurada, ha alcanzado un alto grado de perfección. Con un gesto o un ligero movimiento del cuerpo consiguen que sus personajes sean reconocibles y las acciones que realizan fácilmente comprensibles. El hombre y la mujer que habitan la singular jungla en que han convertido el escenario y el niño que irrumpe en sus vidas y la comparte, se comportan como lo que son y lo que aparentan: un hibrido de seres humanos y animales. Vienen a decirnos y a demostrarnos que sus vidas se rigen por normas comunes a ambos géneros. Practican el arte de la seducción, la fuerza y el poder de cada cual determina el orden jerárquico, el más pequeño rechaza asimilar las enseñanzas de los mayores, se engañan a las primeras de cambio, sale a relucir el instinto maternal, las criaturas aman y se odian pasando del arrumaco a la paliza sin solución de continuidad… Todo ello, siempre en clave de humor con un final feliz o amargo, según se mire, en el que el adolescente al que se pretende educar decide escapar de la tutela familiar y refugiarse en la naturaleza salvaje, buscando una libertad de la que carece. Pero este tipo de espectáculos mudos, que a veces son presentados como la mejor fórmula para llegar a un público amplio y universal, tienen ciertas limitaciones, entre ellas que, salvo muy raras excepciones, la pantomima no logra sustituir la riqueza de
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